viernes, 3 de noviembre de 2017

La Política y la Fé.

En época de elecciones se vuelve una obligación para el cristiano indagar acerca de las opciones políticas que ofrecen candidatos y partidos (hoy en día no necesariamente están alineadas las propuestas de uno y otro), elegir una y votar. La perspectiva inmadura de no votar con el argumento de que hay mucha corrupción, o que ya se sabe quien va a ganar, o que son los organismos internacionales los que deciden lo que se realiza en el país, u otras varias es ir en contra de la obligación ética y moral de todo ciudadano y de todo creyente.

Jesús sentó “un principio de enormes consecuencias para la vida social de los pueblos y de las naciones, que están compuestas por personas individuales”, cuando dijo 'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios' (Mt 22,21).1

Seamos claros, no puso en contraposición lo uno y lo otro, sino que nos pidió que pusiéramos cada cosa en su sitio.2

Hay dos tipos de soberanía de Dios. La soberanía espiritual y trascendente y la soberanía temporal o inmanente. Dios ejerce su soberanía temporal indirectamente, confiándonos como causa segunda la elección de nuestros gobernantes. César y Dios no están al mismo nivel, porque también el César depende de Dios y debe rendirle cuentas a Él3. Como Dios creador, es soberano de todo lo creado. Como soberano temporal, es Él quien permite que algunos hombres dirijan los pueblos: "El hace alternar estaciones y tiempos, depone a los reyes, establece a los reyes, da a los sabios sabiduría, y ciencia a los que saben discernir."(Dn 12, 21).

“Dad al César lo que es del César” significa, por tanto, “dad a Dios lo que Dios mismo quiere que le sea dado al César4. "Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas." (Rm, 13,1)

En nuestras sociedades democráticas no delegamos toda la responsabilidad en los gobernantes. Votamos por aquel que dirigirá el Poder Ejecutivo y votamos por aquellos que ejercerán el Poder Legislativo. Pero los ciudadanos mantenemos responsabilidades políticas: debemos colaborar en la construcción de una sociedad justa, debemos promover valores como la dignidad de la persona humana, la familia como célula de la sociedad o la solidaridad con los más débiles y/o pobres.

Transcribo, al respecto de la política, apartes del discurso de Benedicto XVI ante el Parlamento Federal de Alemania en su viaje apostólico de septiembre de 20115:
«En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: “Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal” (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?”6, dijo en cierta ocasión San Agustín… Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente. El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede, por decirlo así, hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.

Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación.
Una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación. En este punto quiero que seamos nosotros, los ciudadanos, quienes seamos responsables en los criterios que orienten nuestra selección de un candidato, ya sea presidencial o para alcaldía municipal, ya sea para el senado de la República.

Vivimos bajo el imperio de los extremismos a nivel político, ya sea de la izquierda, ya sea de la derecha. Los elementos comunes de estos extremismos son7:
  • Manipular los sentimientos para convencer.
  • Utilizar falacias y argumentos superficiales.
  • Omitir datos y manipular estadísticas.
  • Emplear falsas dicotomías dando sólo dos opciones extremas para inducir a que se elija una en concreto.
  • Demonizar grupos y estigmatizar ideas.
  • Manipular significados y redefinir el lenguaje.
  • Utilizar tácticas de despiste y desviar la atención.
Y para ello, los medios de comunicación son siervos útiles. Y muchas veces no sólo siervos, sino dirigentes de dichas tácticas.

¿Qué debemos hacer entonces para evitar caer en el facilismo o actuar como estúpidos que caen en tales populismos?
  • Cultivar la razón y apelar a ella para informarnos.
  • Tratar los temas en profundidad, con todas sus complejidades.
  • Buscar conocer la realidad, no la parcialidad.
  • Juzgar en base a las verdades de la Fé en las cuestiones fundamentales, a la luz del Magisterio de la Iglesia, sin permitir que utilicen de manera aislada versículos para apoyar visiones parcializadas.
  • Llamar a las cosas por su nombre y utilizar las palabras de acuerdo a su verdadero significado.
  • No especular alrededor de idealismos, sino atenerse a la realidad del hombre y la sociedad, abordando los temas sin evitar aquellos que puedan ser controversiales, que precisamente suelen ser los fundamentales.
Sepamos seleccionar al César, cumpliendo en ello la Voluntad de Dios. Pero conocer la Voluntad de Dios implica humildad, oración y formación.

¿Cuáles son las cuestiones fundamentales? Benedicto XVI en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis los denomina principios no negociables: "… el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana."[8]

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1 Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, España. Texto
2 Mons. Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo en la Región Metropolitana de Chile.
3 Ibid
4 Ibid
5 Texto del discurso de Benedicto XVI
6 La Ciudad de Dios, IV, 4, 1.
7 Revista Misión. España. Varios números.
8 Exhortación Apostólica Postsinodal Sacramentum Caritatis del Santo Padre Benedicto XVI al episcopado, al clero, a las personas consagradas y a los fieles laicos sobre la eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la iglesia. Numeral 83.