La Biblia es una sola, pero del Antiguo Testamento existe
una versión hebrea y otra griega. La versión griega fue elaborada en la ciudad
de Alejandría, en Egipto, unos doscientos años antes de Jesucristo, para uso de
los judíos que habitaban fuera de Palestina. En esta versión griega hay siete
libros y algunos fragmentos de otros dos que no fueron reconocidos como
"inspirados" por los judíos de Palestina.
Estos Libros que no entraron en el canon hebreo son Judit,
Tobías, I y II de los Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc, incluida la
Carta de Jeremías. A ellos hay que agregar una parte del libro de Ester y otra
del libro de Daniel. La razón para no admitirlos es que algunos de ellos
habían sido escritos originariamente en griego y de otros sólo se conservaba la
traducción en esa lengua, por ejemplo el libro Eclesiástico o Sirásides que fue
escrita originalmente en hebreo pero solo se pudo conservar en la traducción al
griego.
Al igual que los judíos, otras
denominaciones no católicas, no los aceptan[1].
La Iglesia Católica, en cambio, los incluye con el nombre de
"deuterocanónicos", o sea, "reconocidos en segundo término",
si bien hoy se sabe que fueron reconocidos en primer término.
La historia consta de dos partes, y es la siguiente:
Luego de la muerte de Alejandro Magno (309 a.C.) sus generales se
repartieron el imperio. Ptolomeo se aseguró de detentar el poder sobre el reino
de Egipto, el sur de la actual Turquía, que se llamaba en ese entonces Cilicia,
las islas de la zona de Chipre, y la costa fenicia, en específico las ciudades de
Tiro, Sidón y Jerusalen. Ptolomeo gobernó hasta el 285 a.C. Para la historia
que interesa en este capítulo basta saber que dicho gobernante fue quien mandó
construir la famosa biblioteca de Alejandría, su ciudad capital, y que en la
zona de Palestina fue muy duro con los judios. Su sucesor, Ptolomeo II
Filadelfo fue en cambio amable con el pueblo judío y éstos en agradecimiento le
enviaron una copia de todos los libros sagrados que contenía el templo de
Jerusalem con destino a la mencionada biblioteca. Ptolomeo II dio gran
consideración a dichos escritos e invitó a Alejandría a una gran cantidad de
eruditos judios para que tradujeran al griego los escritos sagrados. Es el
origen de la Biblia Septuaginta, en idioma griego. Su nombre deriva de que la
tradición dice que fueron poco mas de setenta los eruditos que realizaron dicha
traducción. Se sabe que tomó poco más de dos siglos terminarla. Como ya se
mencionó, es la versión que utilizaban los judios que vivían en las diversas
ciudades de la costa del mar Mediterráneo.
Casi cuatro siglos después la situación había cambiado grandemente. Quien gobernaba
Egipto y la zona de Palestina era el Imperio Romano. Tito, hijo del emperador
Vespaciano, arrasó con Jerusalen en una guerra cruel en el año 70 d.C. Muchos fariseos
habían huido de Jerusalen antes de la debacle. Hacia el año 90 se reunieron en
la ciudad de Yamnia ubicada en lo que actualmente es Jordania y establecieron
lo que hoy en día se conoce como el canon palestinense, ya que eran judios de
Palestina, y hace referencia al conjunto de libros que contemplaban como
sagrados, un acuerdo que nunca antes habían considerado necesario establecer de
manera formal. En dicho canon entraron sólo los libros que estaban en posesión
del templo de Jerusalen en los años en que huyeron. No hay historia escrita que
explique por qué habia menos libros en el templo en el siglo I d.C que en el
siglo III a.C. Sólo se conocen los múltiples disturbios, guerras civiles y
saqueos que sufrió el Templo en dicho intervalo de tiempo[2].
Ahora se comprende por qué los “deuterocanónicos” fueron reconocidos en un
primer término, 400 años antes. Pero en tiempos de Lutero esta historia no se
conocía. Lutero consideró que el canon adecuado era el “palestinense” y no el
“alejandrino” como lo había establecido el Concilio de Roma en el siglo IV d.C.
(382). La ironía es que fueron fariseos anticristianos los que definieron el canon que siguen los protestantes.
Las cartas de San Pablo y los evangelios (fueron escritos en ese orden) hacen
referencia a muchos pasajes del Antiguo Testamento, la mayoría de ellos fieles
a la traducción septuaginta, por tanto, ¿por qué considerar el Canón
Alejandrino como no válido?, ¿no será que el Canón Palestinense estaba
incompleto?[3]
[1] Actualmente se incluyen en las Biblias luteranas,
anabaptistas, anglicanas y episcopalianas.
[2] En Qumrán, la evidencia bíblico-arqueológica más antigua,
han sido encontrados algunos fragmentos de tres libros deuterocanónicos: del
Eclesiástico (gruta 2), de Tobías (gruta 4) y de Baruc (gruta 7). Fuente:
Wikipedia
[3] Hay multitud de referencias cruzadas entre los libros deuterocanónicos y los canónicos, no se
contradicen, se complementan.
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