martes, 3 de mayo de 2016

Configurando la sociedad: Derechos sexuales y reproductivos

Hace poco más de un año leí las siguientes palabras proféticas:
Una vez que la anticoncepción llega a generalizarse, lo que sucede después se puede predecir: en todos los países la anticoncepción siempre lleva masivamente al aborto; los índices de natalidad bajan; las naciones se colapsan; los jóvenes imitan a sus padres en el abuso del sexo; aumenta el número de parejas que viven juntos sin casarse y el número de familias de un solo padre; las profesiones de la medicina y las leyes se prostituyen; las enfermedades de transmisión sexual y la infertilidad aumentan; y si se puede matar antes del nacimiento; ¿por qué no después de él? Por tanto la eutanasia es inevitable.
17 de noviembre del 1979  Padre Paul Marx, fundador de Vida Humana Internacional.

Me parecieron devastadoras y decidí profundizar acerca del por qué las pronunció. Para ello tomé un curso de un año en Vida Humana Internacional. Al terminarlo me sentí impelido a escribir una especie de ensayo, a manera de grado, en el que hilvano de una manera un poco más extensa la cadena a que hacen referencia aquellas palabras del padre Marx y que actualmente está  efectivamente reconfigurando nuestra sociedad.

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Estamos en un momento en que se están tomando decisiones que configuran nuestra sociedad de manera profunda. Que determinan el cambio de la sociedad tal como la hemos conocido.

Si a cualquiera le preguntan si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos, y no ha meditado o estudiado el tema, responderá afirmativamente. Por sentido común lo asociará con nacer, crecer, reproducirse y morir. Más que derechos son conceptos vitales. La pregunta es inadecuada porque deja a la interpretación de cada individuo el significado de lo preguntado. De nuevo afirmo, si a cualquier ciudadano común le abordan por la calle y le preguntaran si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos responderá afirmativamente. Lo mismo ocurriría con el “derecho a decidir” o “el derecho sobre el propio cuerpo”. Son desorientadores los slogans que no especifican a qué hacen referencia pero que introducen la palabra "derecho". Inducen a pensar que se trata de algo de lo que la sociedad no puede despojar al individuo.

Estamos en una sociedad que aún hoy lucha por la dignidad de la persona humana en el trabajo, es decir, a tener un trabajo que además de proporcionarle los medios para vivir cómodamente en todos los aspectos que le demanda su naturaleza corporal, incluido el descanso, permita desarrollar sus talentos de tal modo que le procure satisfacción de sí mismo y reconocimiento frente a los demás. Nuestra sociedad aún lucha por el derecho a la salud de tal modo que no sólo se le procure al individuo la atención médica y medios terapéuticos para recuperar la salud, sino también trato digno como persona, con trato justo sin distinción de condición económica. Y así, en varios ámbitos, somos una sociedad que aún luchamos por derechos. Ante la pregunta acerca del derecho a la sexualidad y la reproducción, no hay duda de que todos apoyaríamos el tema.

Los trabajadores no tienen derechos por el hecho de ser trabajadores, los tienen por ser personas humanas. Los enfermos no tienen derechos por ser enfermos, los tienen por ser personas humanas. De hecho no “somos” enfermos sino que en un momento dado “estamos” enfermos. Observemos que tampoco “somos” trabajadores, ya que en un momento dado dejaremos de trabajar. Pero nunca dejamos de ser personas humanas. El derecho al descanso no es exclusivo de los trabajadores, todo ser humano tiene derecho a descansar. Por naturaleza lo necesitamos. Los enfermos no son los únicos que merecen un trato digno y considerado a su situación. Por dignidad lo merecemos todos. La naturaleza y la dignidad son independientes de nuestra situación o condición. Son valores propios de la persona humana, es lo que se denomina valor “intrínseco”.

Redefinir la naturaleza y la dignidad del ser humano de acuerdo a su condición es quitarle cimientos a la justicia y la igualdad. No hemos logrado una sociedad que aplique los términos justicia e igualdad en función a las capacidades porque todos las tenemos diferenciadas, ni en función a las posesiones, porque así lo hemos decidido en nuestro desarrollo histórico, pero sí lo hemos logrado en cuanto a los derechos[2]. Los derechos no se dictaminan, sólo se proclaman. Son previos a las civilizaciones y las sociedades. El primer artículo de los derechos humanos universales es: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." Y el segundo habla de que "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de ... cualquier (...) condición."

El primer derecho de la persona humana es la vida. Es claro que sin éste no existe ningún otro. Por tanto hay que defenderlo como prioridad y antecediendo a cualquier otro. ¿Cómo negarlo? Pero el nuevo modelo de sociedad que en la prensa, los estrados judiciales, las leyes y los decretos gubernamentales se está configurando no está de acuerdo con la línea de pensamiento expuesta. Hay una minoría en el seno de la sociedad que tiene una agenda propia y que ha sido astuta para inocularla dentro de lo considerado “políticamente correcto”. Periodistas, jueces, abogados, legisladores, gobernantes y personas del común afirman que los derechos sexuales y reproductivos existen y se comportan como si antecediesen a todo otro derecho. Pero, ¿de qué están hablando? Proponen que se le dé prioridad al goce sexual frente a cualquier otra responsabilidad como individuo o como sociedad. Antes el placer que el deber. Suena a broma de doble sentido emitida en una relajada reunión de amigos. Pero el hecho es que se emite en la configuración del tipo de sociedad que queremos vivir y legar.

Cuando se desea rediseñar una ciudad, la opción más acudida es la de revalorizar el centro, el núcleo a partir del cual se creó la cultura de dicha ciudad. Y posiblemente, atacar las zonas de la ciudad que han sido abandonadas y que se han vuelto focos de venta de drogas, prostitución y bandas criminales. A veces surgen voces solicitando que se arrase con la ciudad completa y se empiece de nuevo en pro del progreso. Supongamos una cuidad de más de cinco millones de habitantes. No es viable trasladar temporalmente a cinco millones de personas. Pero dichas voces se levantan y hasta forman un grupo de presión para que su inaudita opinión sea escuchada. En el caso que nos ocupa, el extremismo LGBT es quien solicita que se arrase con el núcleo y origen de nuestra civilización en pro de un progreso mal entendido. Lo inaudito es que los gobernantes escuchen y defiendan dicha opción acicateados por intereses económicos y ambiciones particulares, sin consideración hacia el bien común.

Nos dicen que la persona humana tiene derecho sobre el propio cuerpo. Supongamos que en un momento dado alguien pueda tener deseos de morir por alguna causa fortuita. La sociedad debe defender por encima de todo la vida de esa persona. El cuerpo nunca busca morir, al contrario, busca las más variadas estrategias para continuar con vida. Es la psiquis la que se desespera y pierde el sentido de la existencia. Si una persona ha perdido el sentido de su existencia, el deber de la sociedad no es permitirle que disponga de su cuerpo mediante un suicidio asistido, sino buscar cómo darle nuevo sentido a su vida. No hay “dignidad” en el morir. Sólo en el vivir.

La persona humana tiene derecho sobre el propio cuerpo. ¿A qué se refieren? No es permisible por parte de la sociedad que los individuos se auto amputen sus manos, brazos o piernas... Pudiendo contribuir al bienestar común terminan dependiendo de los demás. Hay un desbalance psíquico y la sociedad los protege de hacerse tal tipo de daño.

La persona humana tiene derecho sobre su propio cuerpo, pero si hay una persona humana dentro de su propio cuerpo, no tiene derecho sobre ese otro cuerpo. La actividad sexual engendra vida, por naturaleza. Y la vida insiste en engendrase a pesar de todos los esfuerzos por entorpecerla. Una vez engendrada, acabar con la vida es matar. Y si se trata de una vida humana, se llama asesinato. Se nos habla del “derecho sobre el propio cuerpo” cuando quieren justificar el asesinato de seres humanos aún no nacidos, pero sí existentes. Se nos habla del “derecho a decidir” cuando quieren significar “decidirse a asesinar”.

Nos proponen una sexualidad en la que se desligue de manera artificiosa lo que se percibe por medio de los sentidos de la capacidad de raciocinio y de voluntad. Para llegar a una realización personal plena debemos involucrar nuestra dimensión material y nuestra dimensión inmaterial, la que denominamos espíritu. Ambas dimensiones se unen íntimamente por medio de lo que podríamos llamar una dimensión “psíquica”. Regocijarse con un desconocido sobre la base de aplacar los propios deseos sensuales y bioquímicos sin mediar ningún sentido del deber hacia esa persona conduce inevitablemente a incrementar la búsqueda de tales descargas de placer, y simultáneamente, a vaciar de sentido la existencia. Nos proponen despojarnos de nuestra humanidad y dejarnos llevar por nuestra animalidad. Se nos habla de “amor“ cuando quieren significar “sexo“. Se nos habla de “derecho“ cuando quieren significar “actividad“.

La actividad sexual cobra significado cuando media una responsabilidad hacia la persona con la que se comparte el cuerpo y ese significado es trascendente cuando media el amor entendido como deseo del bienestar y felicidad del otro. De otro modo, sólo es disfrute sexual egoísta. Tomar el cuerpo de otro para mi disfrute sexual egoísta sin mediar responsabilidad ni amor por el otro es atentar contra la salud y la dignidad del otro y es desligar mi dimensión biológica de mi dimensión espiritual, desdibujando mi propia definición de persona humana. Empezamos confundiendo enamorarse con amar, luego regocijarse con amar y terminamos confundiendo utilizar con amar.

Denominan derecho reproductivo a buscar, por cualquier medio, evitar que se engendre una vida humana. Contradictorio. Desligar mi dimensión biológica de mi dimensión espiritual en pro del goce sexual lleva a olvidar la relación inequívoca entre sexualidad y reproducción. Ya mencioné que la vida insiste en engendrase a pesar de todos los esfuerzos por entorpecerla, por ejemplo, por medio de los métodos anticonceptivos. Dichos métodos ayudan a una psicología de la sexualidad sin reproducción. Tarde o temprano la vida encuentra su camino, muy a pesar de las farmacéuticas y los eugenistas, y la psicología anticonceptiva desarrollada por las parejas lleva a considerar el aborto como un método anticonceptivo adicional. Lleva a decidir a asesinar la persona humana que se desarrolla dentro de la mujer, adormeciendo en muchas ocasiones la conciencia para evitar entrar en conflicto con la voz interior que te indica que matar es malo por sí mismo.

No darle prioridad a la vida humana de manera intrínseca, sino en consideración al estado de la persona; permitir, e incluso ayudar a que un anciano se suicide en función a su estado físico o psíquico; permitir e incluso ayudar a que una mujer asesine a su hijo en el vientre en función a su estado económico o emocional; permitir y fomentar que las personas desdibujen su propia humanidad alterando su dimensión psíquica y desligando lo corporal y lo espiritual en función a la búsqueda del goce sexual como prioridad sobre otras consideraciones, eso es lo que quieren significar con el término "derechos sexuales y reproductivos".

Si le preguntan a usted si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos, le están hablando acerca de si está de acuerdo con la eutanasia[3], con los métodos abortivos y el asesinato en el vientre y con otra diversidad de temas que violan la naturaleza y la dignidad de la persona humana ¿Qué responderá? No se trata de una relajada reunión de amigos.

Este ensayo continúa con la discusión de la ideología de género.




[1] Ver vidahumana.org
[2] Idea tomada de La República de Cicerón. Libro primero. Editorial Porrúa, México. 1991.
[3] Eutanasia: Acto de provocar intencionadamente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra.

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