martes, 27 de diciembre de 2016

Ecología y ética cristiana

Vivimos un tiempo en que todos nos vemos afectados por el desequilibrio de los sistemas ecológicos a nivel local y global. A todos nos afecta, pero en occidente los ecologistas ateos y los cristianos estamos enfrentados en las guerras culturales pareciendo que dejamos de lado tan gran problema común. ¿Son la ecología y la ética cristiana dos problemas diferentes o son dos caras de una misma moneda?

En la moral cristiana nuestro comportamiento debe ir orientado a las cosas eternas, no las temporales, por ello un ideal es lograr despreciar todo lo terreno en pro de anhelar los bienes venideros. Pero esta es sólo la mitad de la historia. En la moral cristiana nuestro comportamiento también debe ir orientado al respeto a la creación. El paradigma para los católicos es Francisco de Asís, patrón de la ecología, pero también el santo para los santos, es decir, quién fue un ejemplo para aquellos a quienes debemos imitar. Fue un hombre profundamente espiritual, que predicaba con el ejemplo la “hermana pobreza” como vivencia del desprecio por las cosas temporales, pero que amaba y respetaba profundamente a la “hermana naturaleza” como vivencia del respeto por la creación como imagen del amor de Dios por los hombres.

El Papa Francisco inició su pontificado con una carta encíclica, es decir, una circular dirigida a todos los fieles de la Iglesia católica, acerca del cuidado de la casa común. Se trata de “Laudato, sí”, y la casa común a que se refiere es el planeta Tierra.

A partir del numeral 216 de la circular (encíclica) mencionada, propone unas líneas para generar una espiritualidad ecológica porque “la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea.”

Nos habla del peligro de esa visión desentendida de las realidades temporales y del peligro de la pasividad ante el medio ambiente: “Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana.”

Nos exhorta a reconciliarnos con la creación examinando nuestras vidas y reconociendo de qué maneras ofendemos la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar. Implica reconocer con gratitud lo recibido en el mundo y de darnos cuenta que nos fue dado de manera gratuita y amorosa. No fuimos nosotros los creadores de la naturaleza. Añade que la conversión ecológica también implica “la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal. Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres.”

La carta a los Romanos menciona a la creación como a un ser vivo[1]: “Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.” (Rm 8, 19-23). ¿A qué hace referencia?

Una respuesta nos la proporciona el cardenal Joseph Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI. Peter Seewald, periodista, le recuerda al cardenal en 1996: “Hace poco usted decía: tal vez las advertencias bíblicas sobre la mala conducta del hombre quisieran decirnos: el estado de nuestro espíritu influye en la naturaleza”. A lo que responde Ratzinger. “Sí. A mí a veces también me parece ver claramente que es el hombre quien amenaza a la naturaleza arrebatándole su hálito de vida. Y esa contaminación ambiental exterior que sufrimos también me parece espejo y consecuencia de la contaminación de nuestro interior, a la que apenas prestamos atención. Yo diría que ése es el defecto de los movimientos ecologistas. Arremeten con pasión muy comprensible y justificada contra la contaminación del medio ambiente, mientras tratan la autocontaminación espiritual del hombre como si fuera uno de sus derechos a la libertad. Ahí hay una incoherencia. Eliminamos la contaminación visible, pero no prestamos atención a la contaminación espiritual del hombre ni a la imagen de criatura que hay en él, para poder respirar humanamente, y en cambio, defendemos con un concepto falso de la libertad todo lo que el arbitrio humano produce.

Mientras sigamos manteniendo esa caricatura de libertad – la libertad de destrucción interior y espiritual – no cambiarán siquiera sus consecuencias exteriores.

El capítulo 8 de la carta a los romanos lo explica muy claramente. Dice que Adán, es decir, el hombre interiormente contaminado, trata a la Creación como a una esclava y la somete, y que la Creación sometida gime por ello. Hoy en día escuchamos a la creación gemir como nunca. Pablo, además añade, que la Creación espera la presencia del Hijo de Dios para poder respirar, y que sólo respirará cuando se vea sometida a hombres que sean un reflejo de Dios.”[2]

Ya hemos identificado, entonces, cuál es el punto de desacuerdo entre los ecologistas ateos y los cristianos: el cuidado de la naturaleza no será posible sin una mística con “móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria”[3], pero en los cristianos los móviles deben estar guiados por una moral que no malentienda lo que es la libertad.

“Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad – por poner sólo algunos ejemplos –, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza».”[4]

Hablar de la bioética hacia el ser humano es hablar acerca de la bioética hacia la naturaleza. No se puede defender la naturaleza y defender el aborto, la eutanasia, la promiscuidad y otros asuntos defendidos por el relativismo. “No hay ecología sin una adecuada antropología.”[5]

“… es preocupante que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica.”[6]


La ecología y la ética cristiana son entonces dos caras de una misma moneda.





[1] No confundirlo con la presentación a la manera de la Nueva Era.
[2] La sal de la tierra. Quién es y cómo piensa Benedicto XVI. Joseph Ratzinger. Una conversación con Peter Seewald. Ediciones Palabra. 10ª edición. Madrid. 2007.
[3] Papa Francisco. Laudato, sí. Numeral 216.
[4] Papa Francisco. Laudato, sí. Numeral 117.
[5] Papa Francisco. Laudato, sí. Numeral 118.
[6] Papa Francisco. Laudato, sí. Numeral 136.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Abstinencia, Evidencia y Analogías

Hace rato no escribo. Hoy transcribo el artículo: https://c-fam.org/turtle_bay/abstinence-evidence-analogies

Rebecca Oas, Ph.D | 15 de diciembre de 2016
En agosto escribí acerca de un comentario publicado en The Lancet que argumentaba que las resoluciones de la ONU deberían dejar de promover la abstinencia y la fidelidad como componentes centrales de la prevención del VIH. Los autores de ese comentario se posicionaron como proponentes de la evidencia sobre la ideología:

"Con evidencia científica más que dogma, los países deben adoptar e implementar una agenda progresista para acabar con el SIDA y asegurar la salud sexual y el bienestar para todos".

Este lenguaje figurado de la ciencia sobre la enseñanza religiosa es una característica frecuente de argumentos que son profundamente ideológicos por derecho propio. La frase anterior refiere de manera informal el "es" de la observación empírica e inmediatamente gira hacia el "deber" de las prescripciones de política infundidas por la visión del mundo.

Pero la formulación de política es intrínsecamente prescriptiva, por lo que también podemos poner nuestras cartas sobre la mesa: todos somos ideológicos hasta cierto punto, ya sea notificado por la religión o alguna otra tradición filosófica. (Como un aparte, hay pocas personas más dogmáticas en sus pronunciamientos en estos días que aquellos que dicen evadir el dogma.)

Volviendo al debate sobre la abstinencia como una característica de las resoluciones de las Naciones Unidas y de la salud pública en términos más generales, la revista Lancet publicó recientemente una correspondencia adicional relacionada con el comentario original. Chika Edward Uzoigwe y Luis Carlos Sánchez Franco respondieron que, aunque no todos los programas basados ​​en la abstinencia son igualmente eficaces, la efectividad de la abstinencia, el retraso en el inicio sexual y la reducción del número de parejas sexuales es incuestionable en la prevención del VIH.

Uzoigwe y Sánchez Franco hacen una analogía con otras dos importantes preocupaciones de la salud pública: el tabaquismo y la nutrición:

"El mensaje primordial del CDC[1] es sencillo, intransigente e inequívoco de que fumar mata y dejar de fumar resulta en sustanciales beneficios para la salud. La evidencia de que este mensaje no disuade a los 1 a 2 millones anuales de nuevos fumadores nunca podría justificar abdicar de nuestra responsabilidad profesional para resaltar comportamientos y prácticas que engendren riesgo bajo y aquellos que conllevan riesgo alto. Lo mismo se aplicaría a la dieta, el ejercicio y la sexualidad".

Los autores de la pieza original, Kent Buse, Sarah Hawkes y Mikaela Hildebrand, respondieron, cuestionando algunas de las analogías utilizadas por Uziogwe y Sánchez Franco:

"Ellos citan el tabaco y defienden la abstinencia, omitiendo mencionar la ausencia de cualquier beneficio conocido en la salud por fumar. Una mejor analogía sería la nutrición. Varios efectos no deseados pueden ocurrir si la gente come los alimentos equivocados o demasiado de los alimentos adecuados. Es nuestro deber como profesionales de la salud no refrenarlos de comer, sino guiarlos hacia una alimentación saludable ".

Es cierto que ambas analogías son insuficientes, como todas las analogías lo son inevitablemente hasta un cierto punto. Además de no impartir ningún beneficio para la salud, fumar es totalmente opcional. Por otra parte, comer de acuerdo con las directrices nutricionales básicas no sólo es algo que puede mejorar la salud, sino que también es esencial no sólo para la calidad de vida, sino para la vida misma. La abstinencia prolongada del sexo puede ser indeseable, pero la abstinencia prolongada de los alimentos es letal. Buse y sus colegas continúan:

"Planteamos que hay muchos beneficios para la salud de experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de coerción, discriminación y violencia. Sin embargo, en el mundo real hay riesgo de relaciones sexuales no seguras, incluyendo embarazos no deseados, ETS[2] y VIH. Por lo tanto, apoyamos programas basados ​​en evidencia para reducir esos riesgos - en lugar de nociones especulativas de abstinencia (¿durante cuánto tiempo?) O reducir el número de parejas sexuales (¿qué sería un número seguro?)".

Este fatalismo es sorprendente en yuxtaposición a la referencia inmediatamente anterior a los "efectos indeseables" de comer "los alimentos equivocados o demasiado de los alimentos correctos." ¿Cómo creen exactamente Buse y colegas que hemos llegado a nuestras nociones de lo que constituye un buen comportamiento nutricional? ¿No podría adoptarse un enfoque similar con respecto al comportamiento sexual? ¿Qué es exactamente "especulativo" acerca de la promoción de la abstinencia hasta el matrimonio y la fidelidad dentro del matrimonio como un ideal, tanto desde la perspectiva de la epidemiología como, más ampliamente, de la prosperidad humana?

La afirmación de "beneficios para la salud de experiencias sexuales placenteras y seguras" también necesita ser examinada más de cerca: al menos, parecería ser altamente contextual en cuanto a la edad de los individuos, la naturaleza y la estabilidad de su relación, la presencia de cualquier pareja simultánea y otros factores como el consumo de drogas o alcohol. Por ejemplo, hay poca evidencia que sugiera que la actividad sexual entre los adolescentes es absolutamente beneficiosa para su bienestar o correlacionada con mejores resultados en la vida.

Volviendo una vez más a la analogía alimentaria, la política de salud pública se ocupa no sólo del valor nutricional de los diversos tipos de alimentos, sino también de su procedencia y manejo dentro de las cadenas de suministro. Una dieta rica en frutas y vegetales para ser verdaderamente saludable debe estar libre de patógenos que produzcan enfermedades. Del mismo modo, la promesa de una vida sexual sana y placentera puede ser rápidamente socavada por la exposición innecesaria al riesgo de muchas parejas. En un contexto en el que las infecciones de transmisión sexual se están propagando rápidamente y, preocupantemente, cada vez más resistentes a tratamiento, es sumamente irresponsable sugerir que el número de parejas sexuales, o la concurrencia de múltiples parejas no importa y no debe ser el foco de la política sanitaria.

Para terminar, Buse y sus colegas aluden al debate más amplio:

"Existe un proyecto político más amplio dirigido por la moralidad que busca limitar los derechos sexuales - incluyendo la prohibición de la educación sexual integral, el aborto y las relaciones sexuales homosexuales. Una vez más, vemos que asegurar la salud y los derechos sexuales y reproductivos para todos requiere más que evidencia, requiere administrar la política inherente en ella".

Por fin admiten que en realidad no se trata de evidencia, sino de un proyecto político en oposición a lo "moralista", o un "dogma" secular bajo otro nombre.


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[1] Centers for Disease Control and Prevention. Nota del editor del blog.
[2] ETS - Enfermedades de Transmisión Sexual. Nota del editor del blog.