En relación con los Padres de la Iglesia, deseo hacer varias entradas relacionadas con John Henry Newman, quien se convirtió del anglicanismo al catolicismo a partir de la lectura de los Padres de la Iglesia.
John Henry Newman nació en Inglaterra en 1801. Antes de comentar su pensamiento e influencia, recapitularé la historia del siglo y país en que vivió. La fuente de lo escrito en esta entrada es Wikipedia cuando no se especifica.
Nació bajo la Iglesia Anglicana, la cual es una combinación entre el catolicismo no papal y el protestantismo. En el momento de la ruptura del rey Enrique VIII con Roma por razones personales del rey, en 1534, admitían toda la doctrina católica. Fue Isabel I, en la década inicial de la segunda mitad del siglo XVI, la que dotó al anglicanismo de textos y normas oficiales, dando paso a la influencia protestante en la formación del credo anglicano[1]. Se consideran a sí mismos una vía media bajo tres pilares: la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y la razón.
El denominado “Siglo imperial” del Imperio Británico, que comprende el periodo 1815-1914, fue de radical cambio social y político en el Reino Unido y en el cual la religión desempeñó un papel significativo. Si bien el auge imperial fue entre 1880 y 1930, concentrado en África y Asia, la época previa fue de expansión comercial y colonial hacia América. Por ejemplo, en 1806 y 1807 intentaron tomar por la fuerza, sin éxito, la zona del Rio de la Plata a los españoles. Sus grandes colonias americanas fueron las de América el Norte, las que luego dieron nacimiento a los Estados Unidos de América y de Canadá.
Al principio de este período, muchos anglicanos equipararon el bienestar religioso del país con el de la propia Iglesia Anglicana, mientras que los disidentes protestantes y católicos sufrían bajo la discriminación de la legislación religiosa. Por ejemplo, previniendo una revuelta social en Irlanda, en 1829 se aprobó el Acta de Ayuda Católica en la que se permitió que un católico hiciera parte del Parlamento, es decir, antes estaba prohibido. Dicha Acta multiplicó por cinco los requisitos económicos para tener derecho al voto, buscando que disminuyeran la cantidad de campesinos y granjeros católicos de Irlanda que pudieran votar.
Newman estudio su carrera clerical en el Trinity College de Oxford. Las universidades de Oxford y Cambridge desempeñaron un papel central en la Iglesia de Inglaterra. Eran instituciones completamente anglicanas. En Oxford, los estudiantes tenían que suscribirse a los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra como parte del proceso de admisión; mientras que en Cambridge nadie podía graduarse sin hacerlo. Eran los principales viveros del clero anglicano y muy influyentes en el país en general. Los Treinta y Nueve Artículos definen la doctrina de la Iglesia de Inglaterra en cuanto a su relación con la doctrina calvinista y la práctica católica. Fueron definidos inicialmente en 1563, aunque con desarrollos durante los siglos siguientes[2].
Políticamente, la Iglesia Anglicana era abrumadoramente Tory (conservadora). El partido Whig (liberal) y su programa de reforma se soportaba en gran medida en el apoyo de los protestantes más liberales. A pesar del alivio parcial proporcionado por el Acta de Ayuda Católica y revocación de la obligatoriedad de suscribir los Treinta y Nueve Artículos en los años treinta, los no anglicanos seguían sufriendo una grave discriminación. En 1830 se pasó de un gobierno dominado por liberales-conservadores (Pittite-Tories) a un gobierno liberal (Whig). Esto creó tensiones entre la Iglesia Anglicana y el Estado. Por ejemplo, veintiún obispos votaron en contra de la reforma del Parlamento en 1831. Si todos hubieran votado a favor, el proyecto de ley habría pasado. En 1832 se aprobó el Acta de Reforma al sistema electoral de Inglaterra y Gales. Muchos clérigos temían que el gobierno se estuviera preparando para invadir los derechos y la constitución de la Iglesia Anglicana. Dicho temor se volvió patente cuando en 1833 un Acta del Parlamento reformó los territorios episcopales de la Iglesia de Irlanda. Es necesario aclarar que en ese tiempo los clérigos anglicanos eran funcionarios del Estado y la Iglesia dependía totalmente de los cargos civiles[3].
Ante tales perspectivas, una serie de teólogos, principalmente de la Universidad de Oxford, exhortaron a la recuperación de las tradiciones más antiguas para enfrentar el fuerte movimiento de secularización.
Newman detectó que el talento en boga y la corriente de la opinión pública se estaba posicionando en contra de la Iglesia. Predominaba el vivir bien, el sentido hedonista, relativista, materialista, laicista y ateo. Newman veía cómo la Iglesia anglicana era muy débil para afrontar los cambios que se estaban dando porque dependía del Estado para vivir, los clérigos observaban mudos el fin del prestigio de las autoridades eclesiásticas, y los principios de la Reforma protestante eran impotentes para rescatar a la Iglesia[4]. Así que preguntó ¿qué es la Iglesia de Inglaterra? y así inició el denominado “Movimiento de Oxford” con la publicación de una serie de escritos, “Tracts of the Times”, entre 1833 y 1841, que eran la materialización de este movimiento. Su primer número, escrito por el mismo Newman se titulaba "Tenéis que decidiros".
La próxima entrada proporciona una cronología de su biografía.
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[1] Newman y la crisis actual frente a frente. Rafael Pardo Fernández. Editorial San Pablo. Madrid. 2014.
[2] "En 1538 Enrique VIII, con el fin de llegar a un acuerdo con los príncipes luteranos de Alemania, promulgó los Trece Artículos, que pasaron a ser los Cuarenta y Dos Artículos en 1553 con el arzobispo Thomas Cranmer, que obligó a los sacerdotes a jurarlos para evitar controversias y eliminar resistencia de anabaptistas y católicos. El paso decisivo a los Treinta y Ocho Artículos de 1563, redactados con deliberada ambigüedad para consolidar una Iglesia Nacional que admitiera el mayor número posible de opiniones. La última revisión fue en 1571: los Treinta y Nueve Artículos." Nota del traductor, Víctor García Ruiz, al inicio del capítulo quinto del libro Perder y Ganar. John Henry Newman. Editorial Encuentro, Madrid. 2017.
[3] Newman y la crisis actual frente a frente. Rafael Pardo Fernández. Editorial San Pablo. Madrid. 2014.
[4] Ibidem.
Blog que incorpora apologética (defensa de la fe), ética en el contexto de la sociedad actual y, en general, formación.
lunes, 31 de julio de 2017
John Henry Newman
Etiquetas:
John Henry Newman,
laicismo,
protestantes
miércoles, 19 de julio de 2017
El silencio de María
María meditaba
todo en el corazón (Lc 2,51). Era una mujer que reflexionaba. No
hablaba mucho. Excepto en el Magníficat, sólo se saben pocas y cortas frases de
ella. Vivía en el silencio interior. Aquel en que se conversa con Dios. Aquel
en que se contempla la obra de Dios en los hombres. Aquel en que se sabe
esperar el tiempo de Dios.
¿Cómo no fijarse en María? Dios habló bien de Moisés, habló bien de Juan Bautista, pero habló tres veces bien de María. ¿Qué otra persona ha recibido semejante tratamiento?
El pecado original se transmite por la carne. Pero Jesús no tuvo pecado original. Pero Jesús era hijo de la carne de María. ¿Es posible que María no tuviera pecado original? Así lo dice Dios Padre a través de su mensajero celestial: “Alégrate, plena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). La plenitud de la Gracia significa que no puede haber más Gracia. Que está totalmente llena de la vida misma de Dios. No hay cabida para el pecado. Tampoco para el pecado original. Por eso Dios Hijo, en su majestad, pudo habitar en ella.
No fue accidental ni incidental. Dios se preparó para sí mismo una criatura digna de Él. María. No hubo otra ni la habrá. Por eso es bendita entre todas las mujeres. Fue, es y será la más bendecida entre todas las mujeres.
¿Dichosos los pechos que criaron al Redentor? (Lc 11, 27-28) Dichosos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen: María. ¿Quién es la madre de Jesús? La que cumple la voluntad del Padre celestial. (Mt 12, 47-50)
¿Quién recibió el Espíritu Santo como primicia de la Ascensión de Jesús a los cielos? Hechos nos dice: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." Y Hechos nos dice: "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.", y luego: "Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hc 2, 1-5) No hay duda. Lucas, en el libro de los Hechos de los apóstoles, incluye a María cuando dice “todos”. Pero, en realidad, María había recibido hacía mucho tiempo su Pentecostés. El Espíritu Santo hacía mucho tiempo había hecho su obra en ella.
¿Para qué guardaba María todo en el corazón? Ella fue el puente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La única persona nombrada en la Biblia que está presente antes del nacimiento de Jesús y después de la muerte de Cristo, es María.
Fue María la que dio a conocer a los apóstoles todo lo que aconteció a Jesús antes de que ellos lo conociesen. Cuando Cristo murió crucificado, los apóstoles estaban desolados y llenos de temor. María les contó que ella sintió que había perdido a Jesús cuando Él tenía alrededor de 12 años. Su angustia y temor fue enorme, pero al tercer día lo encontró. (Lc 2, 41-47) ¿No les dio esperanzas a esos corazones arrugados?
-He aquí tu Madre-, nos dice Jesús (Jn 19, 27). Somos el discípulo amado, no tengamos dudas. Tenemos la opción de no tomarla por madre. ¿Pero cómo no llevar a casa a aquella que nos puede indicar los más íntimos secretos del corazón de Jesús? ¿Cómo no honrar a aquella a la que honró Dios Padre? ¿Cómo no tomarla como maestra? ¿Cómo no cuidarla? Sabemos que, a la larga, es ella la que nos cuida a nosotros. No hay duda.
¿Cómo no fijarse en María? Dios habló bien de Moisés, habló bien de Juan Bautista, pero habló tres veces bien de María. ¿Qué otra persona ha recibido semejante tratamiento?
El pecado original se transmite por la carne. Pero Jesús no tuvo pecado original. Pero Jesús era hijo de la carne de María. ¿Es posible que María no tuviera pecado original? Así lo dice Dios Padre a través de su mensajero celestial: “Alégrate, plena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). La plenitud de la Gracia significa que no puede haber más Gracia. Que está totalmente llena de la vida misma de Dios. No hay cabida para el pecado. Tampoco para el pecado original. Por eso Dios Hijo, en su majestad, pudo habitar en ella.
No fue accidental ni incidental. Dios se preparó para sí mismo una criatura digna de Él. María. No hubo otra ni la habrá. Por eso es bendita entre todas las mujeres. Fue, es y será la más bendecida entre todas las mujeres.
¿Dichosos los pechos que criaron al Redentor? (Lc 11, 27-28) Dichosos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen: María. ¿Quién es la madre de Jesús? La que cumple la voluntad del Padre celestial. (Mt 12, 47-50)
¿Quién recibió el Espíritu Santo como primicia de la Ascensión de Jesús a los cielos? Hechos nos dice: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." Y Hechos nos dice: "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.", y luego: "Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hc 2, 1-5) No hay duda. Lucas, en el libro de los Hechos de los apóstoles, incluye a María cuando dice “todos”. Pero, en realidad, María había recibido hacía mucho tiempo su Pentecostés. El Espíritu Santo hacía mucho tiempo había hecho su obra en ella.
¿Para qué guardaba María todo en el corazón? Ella fue el puente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La única persona nombrada en la Biblia que está presente antes del nacimiento de Jesús y después de la muerte de Cristo, es María.
Fue María la que dio a conocer a los apóstoles todo lo que aconteció a Jesús antes de que ellos lo conociesen. Cuando Cristo murió crucificado, los apóstoles estaban desolados y llenos de temor. María les contó que ella sintió que había perdido a Jesús cuando Él tenía alrededor de 12 años. Su angustia y temor fue enorme, pero al tercer día lo encontró. (Lc 2, 41-47) ¿No les dio esperanzas a esos corazones arrugados?
-He aquí tu Madre-, nos dice Jesús (Jn 19, 27). Somos el discípulo amado, no tengamos dudas. Tenemos la opción de no tomarla por madre. ¿Pero cómo no llevar a casa a aquella que nos puede indicar los más íntimos secretos del corazón de Jesús? ¿Cómo no honrar a aquella a la que honró Dios Padre? ¿Cómo no tomarla como maestra? ¿Cómo no cuidarla? Sabemos que, a la larga, es ella la que nos cuida a nosotros. No hay duda.
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