María meditaba
todo en el corazón (Lc 2,51). Era una mujer que reflexionaba. No
hablaba mucho. Excepto en el Magníficat, sólo se saben pocas y cortas frases de
ella. Vivía en el silencio interior. Aquel en que se conversa con Dios. Aquel
en que se contempla la obra de Dios en los hombres. Aquel en que se sabe
esperar el tiempo de Dios.
¿Cómo no fijarse en María? Dios habló bien de Moisés, habló bien de Juan Bautista, pero
habló tres veces bien de María. ¿Qué otra persona ha recibido semejante
tratamiento?
El pecado original se transmite por la carne. Pero Jesús no tuvo pecado original. Pero
Jesús era hijo de la carne de María. ¿Es posible que María no tuviera pecado
original? Así lo dice Dios Padre a través de su mensajero celestial: “Alégrate,
plena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). La
plenitud de la Gracia significa que no puede haber más Gracia. Que está
totalmente llena de la vida misma de Dios. No hay cabida para el pecado.
Tampoco para el pecado original. Por eso Dios Hijo, en su majestad, pudo
habitar en ella.
No fue accidental ni incidental. Dios se preparó para sí mismo una criatura digna de
Él. María. No hubo otra ni la habrá. Por eso es bendita entre todas las
mujeres. Fue, es y será la más bendecida entre todas las mujeres.
¿Dichosos los pechos que criaron al Redentor? (Lc 11, 27-28) Dichosos
aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen: María. ¿Quién es la
madre de Jesús? La que cumple la voluntad del Padre celestial. (Mt 12, 47-50)
¿Quién recibió el Espíritu Santo como primicia de la Ascensión de Jesús a los cielos?
Hechos nos dice: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo
espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos." Y Hechos nos dice: "Al llegar el día de Pentecostés,
estaban todos reunidos en un mismo lugar.", y luego: "Se les
aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hc 2, 1-5) No hay duda. Lucas, en el libro de los Hechos de los apóstoles, incluye
a María cuando dice “todos”. Pero, en realidad, María había recibido hacía
mucho tiempo su Pentecostés. El Espíritu Santo hacía mucho tiempo había hecho
su obra en ella.
¿Para qué guardaba María todo en el corazón? Ella fue el puente entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento. La única persona nombrada en la Biblia que
está presente antes del nacimiento de Jesús y después de la muerte
de Cristo, es María.
Fue María la que dio a conocer a los apóstoles todo lo que aconteció a Jesús antes de que
ellos lo conociesen. Cuando Cristo murió crucificado, los apóstoles estaban
desolados y llenos de temor. María les contó que ella sintió que había perdido
a Jesús cuando Él tenía alrededor de 12 años. Su angustia y temor fue enorme, pero
al tercer día lo encontró. (Lc 2, 41-47) ¿No les dio esperanzas a esos
corazones arrugados?
-He aquí tu Madre-, nos dice Jesús (Jn 19, 27). Somos el discípulo amado, no
tengamos dudas. Tenemos la opción de no tomarla por madre. ¿Pero cómo no llevar
a casa a aquella que nos puede indicar los más íntimos secretos del corazón de
Jesús? ¿Cómo no honrar a aquella a la que honró Dios Padre? ¿Cómo no tomarla
como maestra? ¿Cómo no cuidarla? Sabemos que, a la larga, es ella la que nos cuida
a nosotros. No hay duda.
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