miércoles, 19 de julio de 2017

El silencio de María

María meditaba todo en el corazón (Lc 2,51). Era una mujer que reflexionaba. No hablaba mucho. Excepto en el Magníficat, sólo se saben pocas y cortas frases de ella. Vivía en el silencio interior. Aquel en que se conversa con Dios. Aquel en que se contempla la obra de Dios en los hombres. Aquel en que se sabe esperar el tiempo de Dios.

¿Cómo no fijarse en María? Dios habló bien de Moisés, habló bien de Juan Bautista, pero habló tres veces bien de María. ¿Qué otra persona ha recibido semejante tratamiento?

El pecado original se transmite por la carne. Pero Jesús no tuvo pecado original. Pero Jesús era hijo de la carne de María. ¿Es posible que María no tuviera pecado original? Así lo dice Dios Padre a través de su mensajero celestial: “Alégrate, plena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). La plenitud de la Gracia significa que no puede haber más Gracia. Que está totalmente llena de la vida misma de Dios. No hay cabida para el pecado. Tampoco para el pecado original. Por eso Dios Hijo, en su majestad, pudo habitar en ella.

No fue accidental ni incidental. Dios se preparó para sí mismo una criatura digna de Él. María. No hubo otra ni la habrá. Por eso es bendita entre todas las mujeres. Fue, es y será la más bendecida entre todas las mujeres.

¿Dichosos los pechos que criaron al Redentor? (Lc 11, 27-28) Dichosos aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen: María. ¿Quién es la madre de Jesús? La que cumple la voluntad del Padre celestial. (Mt 12, 47-50)

¿Quién recibió el Espíritu Santo como primicia de la Ascensión de Jesús a los cielos? Hechos nos dice: "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos." Y Hechos nos dice: "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.", y luego: "Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hc 2, 1-5) No hay duda. Lucas, en el libro de los Hechos de los apóstoles, incluye a María cuando dice “todos”. Pero, en realidad, María había recibido hacía mucho tiempo su Pentecostés. El Espíritu Santo hacía mucho tiempo había hecho su obra en ella.

¿Para qué guardaba María todo en el corazón? Ella fue el puente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La única persona nombrada en la Biblia que está presente antes del nacimiento de Jesús y después de la muerte de Cristo, es María.

Fue María la que dio a conocer a los apóstoles todo lo que aconteció a Jesús antes de que ellos lo conociesen. Cuando Cristo murió crucificado, los apóstoles estaban desolados y llenos de temor. María les contó que ella sintió que había perdido a Jesús cuando Él tenía alrededor de 12 años. Su angustia y temor fue enorme, pero al tercer día lo encontró. (Lc 2, 41-47) ¿No les dio esperanzas a esos corazones arrugados?

-He aquí tu Madre-, nos dice Jesús (Jn 19, 27). Somos el discípulo amado, no tengamos dudas. Tenemos la opción de no tomarla por madre. ¿Pero cómo no llevar a casa a aquella que nos puede indicar los más íntimos secretos del corazón de Jesús? ¿Cómo no honrar a aquella a la que honró Dios Padre? ¿Cómo no tomarla como maestra? ¿Cómo no cuidarla? Sabemos que, a la larga, es ella la que nos cuida a nosotros. No hay duda.

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