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domingo, 22 de julio de 2018
Tres tipos de miserias
La psicología positiva es un campo de estudio orientado a complementar la psicología convencional con una perspectiva que incorpore el concepto del lado positivo de la vida, identificando y cultivando las fortalezas más importantes de la persona, evolucionando así de atender y aliviar los síntomas de la enfermedad mental, a comprender que las personas buscan algo más que aliviar los síntomas o corregir errores, ya que quieren que la vida tenga sentido.
Pero la población carece de herramientas para encontrar una respuesta satisfactoria al sentido de la vida, lo que está generando diversas dificultades en los individuos y esto a su vez deviene en una gran problemática social debido al aumento del número de enfermedades mentales en la población. La depresión ocupa un deshonroso lugar privilegiado en la epidemiología de los países desarrollados y se ha estado experimentado un aumento sin precedentes en la tasa de suicidios[1]
El Papa Francisco nos especifica tres tipos de miseria: la miseria moral que es convertirse en esclavos del vicio y el egoísmo. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de la trascendencia. Si pensamos que no necesitamos de Dios, nos encaminamos hacia el fracaso. El tercer tipo de miseria es la material, lo que usualmente llamamos pobreza.[2]
Los programas de las Naciones Unidas y los programas de gobierno de las sociedades occidentales buscan acabar con la miseria material, pero simultáneamente impiden con demasiada frecuencia un progreso espiritual que abra a la esperanza, generando miseria espiritual. Y bien lo dice el Papa Francisco: al adentrarnos en la miseria espiritual nos adentramos en la miseria moral.
El cardenal Robert Sarah nos recuerda que la función de la Iglesia no es “moralizar”, sino ser testigos de la persona de Jesús y presentarla a los demás para que tengan un encuentro personal con Él [3]. Ese encuentro le da sentido a la vida y la respuesta, si es positiva, acaba con la miseria moral.
Pero, ¿cómo sacar también al ser humano de la miseria material? Jesús nos advierte que siempre habrá pobres entre nosotros, profetizando el fracaso de los programas de las diferentes naciones. Dios permite la desigualdad material entre los hombres, porque la riqueza se vuelve instrumento de redención cuando la compartimos. En la oración que Jesús nos enseñó, repetimos: “Danos hoy el pan de cada día”, en plural. Le pedimos a Dios lo necesario para la subsistencia, no sólo para nosotros y nuestra familia, sino para nuestra comunidad. Dios nos provee de lo necesario, pero muchas veces nos hace llegar más de lo necesario, para que seamos nosotros el medio para hacérselo llegar a los demás. Y el Señor permite que nos falten medios, para que desarrollemos la humildad de saber depender de los demás, para abandonar nuestra autosuficiencia, y desarrollar la solidaridad.
Es importante no confundir la pobreza del espíritu con la miseria espiritual. La primera es la que Jesús alaba en el Sermón de la Montaña, y hace referencia al sabernos necesitados de Dios: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.» (Mt 5, 3)
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[1] Centro de documentación sobre conducta suicida
[2] Mensaje de Cuaresma de 2014
[3] Dios o Nada. Cardenal Robert Sarah y Nicolas Diat. Editorial Palabra. 6ta edición. 2015.
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