Cuando invitamos a almorzar a mi suegro a éste le gusta retarnos. La última vez nos preguntó ¿Y cuál fue el pecado original? Su intención es negarse a nuestras respuestas para crear controversia, lo cual es una manera poco usual de iniciar conversación.
Pero esa pregunta es la que deseo explorar hoy. El relato del Génesis nos enuncia claramente el pecado en las propias palabras de la serpiente: "De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal." (Gn 3, 4-5). El diablo es descrito por Jesús como el padre de la mentira (Jn 8, 44). Pero nunca nos miente limpiamente porque nos daríamos cuenta. Siempre entremezcla la mentira con la verdad para engañarnos. Adán y Eva antes del pecado original veían la creación con los mismos ojos de Dios. Sólo conocían el bien. El engaño de la serpiente fue llevarlos a conocer el mal y a ser esclavizados por éste.
Una vez conocido el mal, nuestra mirada es incapaz de mirar con la misma mirada de Dios. Nacemos inocentes, pero rodeados por personas incapaces de mirar con los mismos ojos de Dios, aprendemos a ver como ellos, y nos perdemos de la alegría de ver la bondad de cada instante de la creación. El camino de conversión es desaprender la mirada del pecado original para aprender a mirar con los ojos de Dios. Y en ese camino necesitamos que Jesús nos unte nuestros ojos espirituales con el barro, y nosotros vayamos donde el “enviado” (Siloé) a lavarnos de esa mundanidad y se nos caigan esas como escamas que nos impiden ver como Dios. (Jn 9, 1-11)
¿Por qué tantas vueltas para retomar una mirada pura? Es para que se manifiesten en nosotros las obras de Dios. (Jn 9, 3)
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