lunes, 17 de octubre de 2016

Libertad y conciencia moral

La libertad en el ámbito cristiano está íntimamente relacionada con la conciencia moral: “El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar personalmente las decisiones morales.” (CIC 1782) “La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.” (CIC 1784).

Michael Novak[1] afirma que el concepto de libertad no es el mismo para todos. Opina que en los países de tradición romana libertad y ley se contraponen. Por ejemplo, se me ocurre que, en referencia a la libertad de mercado, el hecho de que la iniciativa privada sólo pueda hacer lo que no esté prohibido ejemplifica su punto de vista. No sé si estar de acuerdo. No obstante, lo que me parece interesante es que dice que, en los países de tradición anglosajona, la libertad se entiende dentro de la ley, nunca afuera de ella. Supongo que también es discutible dicha afirmación, no obstante, me llama la atención que precisamente el desarrollo del concepto de la conciencia moral en el Catecismo de la Iglesia Católica está basado en las reflexiones del cardenal John Henry Newman, inglés: “La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina:

La conciencia «es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza [...] La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo» (John Henry Newman, Carta al duque de Norfolk, 5).” (CIC 1778)

La contraposición en el concepto de libertad entre los católicos y los liberales es crucial a la hora de abordar discusiones de carácter moral.

Novak comenta a manera de ilustración cómo un buen amigo suyo es muy conservador en las ideas económicas, pero muy liberal en las ideas acerca de la sexualidad. Le critica que no reflexiona cómo las licencias morales en lo privado (el hedonismo) va en contra del cultivo de las virtudes que esos mismos liberales anglosajones muestran metódicamente en su cumplimiento de la ley.

Yo prefiero el ejemplo en el ámbito político. Los ciudadanos esperamos de un político que se dedique a atender el bien común por encima de sus intereses particulares, pero si ese individuo, coherentemente con sus ideas liberales no cultiva la virtud, sino que se deja llevar de sus placeres en el ámbito privado, tendrá tendencia a terminar esclavo de sus deseos y eso repercute en sus actuaciones públicas. Su perdida de autocontrol en lo privado hará que sea un sujeto débil ante el soborno de intereses particulares contrarios al bien público.

El autor citado menciona el caso de los anglosajones que abogan por el “pro-choice”, el “derecho a elegir” por parte de la mujer acerca de su embarazo. Dice que los anglosajones con el pro-choice hacen referencia a que consideran justo que sea cada individuo en la libertad de su conciencia moral quienes elijan sin la coerción de una ley que decida por ellos. No obstante, continúa Novak, la ley debe establecer quiénes tienen derecho a decidir sobre la vida y la muerte y debe establecer en qué ámbito se define la vida humana, independientemente de situaciones concretas y pasiones. En cuestiones de “vida y muerte” no se trata de “gustos”, se trata de una reflexión democrática pensada y reflexionada. La reflexión es acerca de si el aborto lleva a la sociedad efectivamente a una mejora de la convivencia y se fundamenta efectivamente en la dignidad de las personas.

A ese respecto el catecismo nos dice: “La dignidad de la persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral. La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad («sindéresis»), su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y de los bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado. La verdad sobre el bien moral, declarada en la ley de la razón, es reconocida práctica y concretamente por el dictamen prudente de la conciencia. Se llama prudente al hombre que elige conforme a este dictamen o juicio.” (CIC 1780).

Para los cristianos, la conciencia moral es la presencia de Dios inscrita en nuestro corazón: “Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla.” (CIC 1777)

“«En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal [...]. El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón [...]. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella»(GS 16)”. (CIC 1776)

Ya en la entrada sobre autenticidad y espontaneidad transcribí las palabras del profesor de ética y moral que aludían a la responsabilidad del hombre sobre sus actos. “La conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. Si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia de su elección concreta. El veredicto del dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir, el bien que se ha de practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la gracia de Dios:

«Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo» (1 Jn 3, 19-20).” (CIC 1781)

Se eliminaron ya hace tiempo de los estudios básicos y universitarios la ética y la moral. Ahora estamos en una época en que se quiere eliminar la libertad de conciencia y de religión:


  • En la semana del 10 de octubre Wikileaks filtró correos del director de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, y a su directora de Comunicación, Jennifer Palmieri, intercambiando ideas con distintos corresponsales sobre el modo de neutralizar a los católicos en la vida pública americana.
  • La US Commission on Civil Rights dirigido por Martin Castro, nombrado personalmente por el presidente Barack Obama, publicó el 7 de septiembre de 2016 un nuevo informe de 296 páginas con el título «Coexistencia pacífica: reconciliar los principios de la no discriminación con las libertades civiles» en el que se expresa que «en el pasado, en nuestro país la religión fue utilizada para justificar la esclavitud. Ahora vemos que el argumento de la "libertad religiosa" está volviendo de nuevo a nuestro discurso político y constitucional con el propósito de minar los derechos de muchos americanos. Esta generación de americanos debe ponerse en pie y hacer oír su voz para asegurarse de que la religión ya no se utilice para negar a los otros la plena promesa de América».
  • Y Hillary Clinton, como candidata expresa que "los códigos culturales profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales".


La conciencia moral y la libertad van de la mano: “El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar personalmente las decisiones morales. «No debe ser obligado a actuar contra su conciencia. Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa» (DH 3)” (CIC 1782).

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[1] Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism. Free Press. New York. 1993.
[2] La primavera católica de Hillary
[3] Informe oficial de la administración Obama identifica la libertad religiosa con intolerancia
[4] Hillary Clinton declara la guerra a la religión

martes, 11 de octubre de 2016

Autenticidad y espontaneidad

"El bueno, aunque gobierne, es libre, y el malo, aunque reine, es esclavo, y no de un solo hombre, sino, lo que es más pesado, de tantos señores como vicios le dominan."

San Agustín. La Ciudad de Dios
La moral es el conjunto de normas de comportamiento generalmente aceptadas por una sociedad, por ello, la moral y la ley suelen estar íntimamente relacionadas. En cambio, la ética es la reflexión sobre las diferentes moralidades que se dan en las sociedades, por ello, la ética supone una actitud crítica sobre la moral y sobre las leyes. (Wikipedia en la entrada “etica aplicada”).

La moral (del gen. latín mōris, ‘costumbre’, y de ahí moralis, ‘lo relativo a los usos y las costumbres’) es un conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que dirigen o guían la conducta de las personas en sociedad. La moral permite distinguir qué acciones son correctas (buenas) y cuáles son incorrectas (malas). Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad social. (Wikipedia bajo la entrada “moral”).

Ética y moral. Libertad. Hay muchas maneras de verlas. He aquí una explicación de la visión cristiana.

Solamente el ser humano toma decisiones de carácter moral [1]. Solamente los hombres pueden plantearse valores éticos. ¿Por qué? Porque la inteligencia humana encuentra en la realidad del estímulo muchas posibilidades, y se ve obligado a elegir. Los animales son amorales. No eligen. Responden a un estímulo de una manera determinada por su condicionamiento genético.

Si (en mi) casi todo fuera genético, dependiera de las condiciones económicas o estuviera absolutamente condicionado por el niño que fui, no tendría por mi parte ninguna responsabilidad en cómo soy. Es cierto que no podemos elegir lo que nos pasa; sucede y ya está, pero sí podemos elegir qué hacer ante lo que nos pasa. Puede que el margen de libertad no sea muy grande, pero dentro de ese margen el ser humano tiene efectivamente libertad. Es lo que se llama el libre albedrío, la libertad interna, que es la capacidad de decidir por ti mismo. Si a mi me meten en la carcel, aún poseo libre albedrío.

Podrás observar atentamente cómo resuelven su vida los otros, podrás imitarlos o hacer todo lo contrario, podrás pedir consejo a los que te parezcan mejores o intentar seguir a unos en esto y a otros en lo de más allá. En último extremo nunca podrás evitar tener que ser tú, y sólo tú, el que decide qué hacer de tu persona.

La Ética son unos mapas para orientarte al elegir. Eres libre y no hay manera de escapar. No queremos ser responsables de nuestras elecciones. Elegir da miedo. El que opta puede equivocarse. Preferimos pensar que un destino ciego nos obliga a hacer lo que hacemos. Te guste o te disguste, ser persona consiste, precisamente, en hacerte persona cada día. No te queda más remedio que elegir.

… el hombre se encuentra en situaciones complejas en que forzosamente ha de tomar decisiones teniendo en cuenta diversas alternativas. Y al verse obligado a decidir, se adueña de unas posibilidades que pasan a ser parte de su ser. Esas características son una elección personal, se las apropia, tiene que hacerlas suyas para completarse como hombre.

El ser humano … no está completo cuando nace, necesita irse perfeccionando mientras vive. No le queda más remedio que completarse a sí mismo. He aquí el problema moral, lo que llamamos segunda naturaleza, el carácter, la personalidad, resultado de las posibilidades apropiadas.

… hay una trampa conceptual muy común entre la gente de nuestro tiempo, que me parece sumamente grave. Consiste en suponer que lo más espontáneo es lo más auténtico. Existe la convicción generalizada de que la persona verdadera es la que no calcula, la que hace lo que se le ocurre siguiendo sus apetencias más elementales.

El engaño consiste en creer que determinados impulsos son tu esencia más propia. Tu eres quien eliges ser con tus actos, no con las ocurrencias que se te pasan por la mente y que no llegas nunca a realizar. Entre los diferentes deseos que tienes eliges el que consideras mejor. Das forma a tu yo en cada acto que realizas. Una persona auténtica es aquella que elige los deseos que considera más valiosos. La libertad no es la espontaneidad. Ser libre es elegir (los deseos) que quiero realizar. Yo no soy un único deseo, soy un montón, y muchos de ellos se me presentan como contrarios e incompatibles.

El deseo es lo que me apetece en un instante determinado. La voluntad hace lo que creo que es más conveniente para todo mi ser. Ambos componen al ser humano, pero la voluntad guiando siempre al instinto.




[1]  A partir de aquí parafraseo a Marcos Román, en su libro Ética para jóvenes, de persona a ciudadano, 2da edición. Ed. Desclée, 2006.

martes, 4 de octubre de 2016

La sexualidad en el imaginario de los adolescentes

Una tarde, ya hace algún tiempo, realicé un ejercicio con un nutrido y heterogéneo grupo de jóvenes. Sus edades variaban entre los 15 y los 25 años, por tanto había colegiales, universitarios y recién graduados. También variaba su experiencia sexual en cuanto algunos la habían tenido y otros no. Probablemente algunos tenían relaciones de carácter casual en tanto otros lo hacían en el contexto de un noviazgo.

Dicha experiencia era importante por cuanto el ejercicio consistió en solicitarles que en grupo construyeran un mapa mental a partir de un concepto de política pública, que incluso era posible que no conocieran en su denominación: “derechos sexuales y reproductivos”.

En la introducción al tema se les mencionó que la sexualidad era sólo una de las expresiones corporales con las que se puede expresar amor y que no se podía tomar como algo que atañe solamente al cuerpo, sino que involucra al ser de manera integral.

El grupo se dividió en tres tipos: los que no participaban, no aventuro a definir las razones, las cuales pueden ser muy variadas, los que participaban considerando positiva la práctica de las relaciones sexuales por fuera del matrimonio y los que consideraban que no era positiva, aún sabiendo que expresar dicha posición era socialmente poco apoyada.

El término de derechos sexuales y reproductivos no es cercano a los adolescentes por cuanto no les dice nada específico, excepto a aquellos que están adheridos a comportamientos homosexuales o lesbianos. Ello es indicativo acerca de cómo el término ha sido acuñado en dicha comunidad.


Como “derechos sexuales y reproductivos” no les decía nada, intentaron adivinar. Para “derecho” un joven heterosexual lo asoció al derecho a “decir no”, pero no encontró apoyo decidido en el grupo, seguramente, por incomprensión hacia esa alternativa. El homosexual mencionó “derecho a elegir”, haciendo referencia a la identidad de género.

Fue significativo que en el desarrollo de la sesión no mencionaran el término “felicidad” sino hasta el final del ejercicio y no hubo consenso al respecto. Finalmente se prefirió el término “satisfacción”.
La felicidad y el amor se asociaron al término “familia”, pero familia también lo asoció un joven a “sobrepoblación”.

Hubo términos que jamás mencionaron tales como “promiscuidad” o “pornografía”.

En las consecuencias también apareció muy tardíamente el término “métodos anticonceptivos”, y los entendían como un medio de evitar las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y el embarazo (adolescente). Alguna joven mencionó que es decir “no” a la vida. Otra mencionó que no era adecuado el nombre “anticonceptivos”  porque va dirigido a que se usan para evitar el embarazo y me pareció que preferiría un eufemismo. Se utilizan como consecuencia de buscar “placer” o cuando se siente que se tiene un “compromiso a tener relaciones sexuales”.

Se mencionó, a propósito, que los métodos anticonceptivos conllevan la posibilidad de daños en el sistema reproductivo y a la fertilidad. No causó mayor reacción. Más avanzada la conversación un joven mencionó que el aborto también puede llevar a la infertilidad.

El término “presión social” fue frecuentemente implicado en la conversación. La “elección de la preferencia sexual” y el “decir no”, conllevan una presión social de por medio. No desarrollaron las consecuencias de sufrir presión social, pero evidentemente era un tema transversal a la conversación para ellos, sobre todo para el grupo que había decidido retrasar su inicio sexual, es decir, el grupo que califiqué de los que consideraban que no era positiva la iniciación sexual temprana.


Podría pensarse que ligado a “presión social” está el término “rechazo social”, pero éste último lo asocian a la falta de caridad de la sociedad para con los caídos en pecado, si bien solicité no usar tal palabra por tener una connotación negativa. Los “pecados” mencionados fueron: las adolescentes que quedan embarazadas, aquellos que han sido abusados, el homosexualismo, la vulnerabilidad surgida de un asunción temprana de responsabilidades, quien ha abortado, la prostitución y estar preso de algún vicio como la drogadicción.


“Infidelidad” tampoco surgió de manera natural. Debió ser inducido para que lo trataran, pero una vez mencionado asignaron rápidamente múltiples causas que llevan a ésta: la “presión social”, el sentirse que se tiene un “compromiso a tener relaciones sexuales”, “la necesidad sexual como vicio”, el sentimiento de “vacío”, “las malas decisiones” que se toman luego de circunstancias difíciles y la “búsqueda de mayor placer”. La consecuencia de ser víctima de la infidelidad fue sentimientos de odio e ira.


La visión de los jóvenes es muy hedonista, de tal modo que desarrollaron los temas desde el punto de vista de ellos y de la búsqueda del placer. No se les ocurrió expresar alternativas para cada estado de vida y matizar cada término según esos posibles diferentes estados.


Como medio para “iniciar” el mapa se sugirió como consecuencia del término “derechos sexuales y reproductivos” el término “placer”. En seguida mencionaron tres consecuencias: “exceso”, “necesidad” entendida como vicio y embarazo. Las tres las entendían con connotación negativa, lo cual es sorprendente porque los más participativos fueron las adolescentes que defendían la sexualidad. Más adelante el homosexual lo refirió a la posibilidad de cambiar la preferencia sexual, a lo cual se añadió el exceso de placer.

No hubo consenso acerca de si el placer lleva al amor o el amor al placer, como si faltara claridad.

La toma de decisiones motivadas por el cambio no proyectado de planes de vida puede llevar al término “familia”. Pero no es un término natural para ellos. Yo pensaría que es un concepto aún lejano en su perspectiva de vida. En todo caso, dicho cambio de planes los arrojaba a la “responsabilidad”, la “toma de decisiones” y la “asunción de obligaciones”, en cualquier caso la responsabilidad la entendían como “la necesidad de conseguir dinero” y como algo que “limita” la libertad de dedicarse a la socialización con otros jóvenes: salir a tomar, bailar y cosas así. Como consecuencia positiva rescatable, la “madurez”.

“El cambio de planes de vida” surge como consecuencia primera del embarazo inesperado, pero también por el contagio de enfermedades de transmisión sexual. Quien lo dijo tal vez tenía en mente el SIDA por cuanto se acababa de mencionar que las ETS pueden llevar a la muerte.

Fue interesante que el término “arrepentimiento” lo asociaran con “depresión” y con “superación personal”. Dos perspectivas aparentemente opuestas, pero no necesariamente.

La drogadicción les sugirió como consecuencia la “pérdida del amor y el apoyo por parte de la familia”. También la infidelidad lleva a dicha pérdida del amor y el apoyo familiar.

El término “depresión” surgió como consecuencia del vacío que produce el placer por sí mismo. Pero poco a poco aportaron más causas para la depresión: el arrepentimiento, el perder el amor por parte de la familia y la infidelidad.

Mis sensaciones finales son tres:

i-                   Los chicos que intuyen la castidad no tienen argumentos para defenderla ni la asocian al verdadero amor.

ii-                 El llamado al matrimonio por parte de Dios no les ha sido mencionado.

iii-               No les es claro que haya contraposición entre la búsqueda de la felicidad, bien entendida, y el hedonismo.