En estos días se estrena con gran expectativa
la película “Silencio” de Martin Scorsese. Se trata de la traducción a la pantalla
grande de una novela basada en hechos históricos escrita por un autor japonés:
Shusako Endo. Se ha publicitado como una superproducción, y probablemente lo
sea, pero en el ámbito católico ha creado gran expectativa por cuanto trata del
proceso de evangelización llevado a cabo por los jesuitas en Japón en los siglos XVI y XVII y lleva a pensar en san
Francisco Xavier.
Pero la película no trata del santo, ni de la
santidad, ni de la gracia que se requiere
para evangelizar y mantenerse fiel aún en la persecución. Por el contrario,
protagoniza la historia un jesuita que apostata por el temor a ser torturado. Los
protagonistas secundarios son miles de japoneses, que con una formación
mucho más superficial mueren cruelmente torturados por no abdicar de su fe.
Este punto hace mucho más impactante la apostasía del primero.
Junto al sacerdote, otro protagonista es un atormentado japonés cuya familia entera había sido sacrificada por sostenerse en su fe. El sobrevivió al abjurar. De hecho abjura una y otra vez, y cada vez se confiesa de ese pecado, reconociendo que su debilidad le impide no apostatar ante la amenaza. Es un recurso para anticiparnos el estado de ánimo del sacerdote. Es el tema central, la debilidad de la fe del ser humano al enfrentarse al dolor, el propio o el ajeno.
La película finaliza con el sacerdote viviendo cómodamente como filósofo, sostenido por el Estado, aunque se insinúa que en realidad sigue creyendo, pero para sí mismo.
Junto al sacerdote, otro protagonista es un atormentado japonés cuya familia entera había sido sacrificada por sostenerse en su fe. El sobrevivió al abjurar. De hecho abjura una y otra vez, y cada vez se confiesa de ese pecado, reconociendo que su debilidad le impide no apostatar ante la amenaza. Es un recurso para anticiparnos el estado de ánimo del sacerdote. Es el tema central, la debilidad de la fe del ser humano al enfrentarse al dolor, el propio o el ajeno.
La película finaliza con el sacerdote viviendo cómodamente como filósofo, sostenido por el Estado, aunque se insinúa que en realidad sigue creyendo, pero para sí mismo.
Mons. Robert Barron, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles, hace aquí un comentario sobre la película. Rescato de su escrito que la película muestra la clase de cristianismo del que la cultura actual tiene preferencia: uno que expresa su fe en privado, de manera escondida e inofensiva.
Me vienen cuatro ideas a la cabeza: 1. Quien niegue a Jesús ante los hombres será negado por Jesús ante Dios. Frase fuerte del mismo Jesús, y que viene al caso. Cristiano es el que sigue a Cristo y Él entregó su vida muriendo crucificado en un madero, tratado como criminal. Podría la película tratar sobre el miedo que todos tenemos a ser martirizados por defender nuestra fe, pero entonces debería explicar cómo esa fidelidad es don de Dios y no cualidad del hombre, pero no lo hace. 2. Los laicos sumamos, pero los sacerdotes multiplican. Es impactante e importante que tantos cristianos nipones anónimos hayan muerto martirizados por defender su fe. Podría tratar la película sobre la opresión de los gobernantes y príncipes de este mundo, de la injusticia y de cómo el mensaje cristiano es una esperanza para salir de tal estado. Pero sólo resalta cómo los tiranos se salieron con la suya en el Japón del siglo XVII. 3. El título de la película hace referencia a que en medio de sus temores y circunstancias, el jesuita no oye la voz de Dios. Hay una intensa lucha espiritual dentro de esa alma. Podría la película explorar cómo el silencio de Dios es parte del crisol en que se depura nuestra fe. Pero no lo hace. 4. Los samurais exponen que consideran peligrosa la fe cristiana y que por eso la persiguen. La película en ningún momento reflexiona acerca del por qué. Recordemos que era una sociedad feudal que consideraba a los seres humanos como propiedad de la que se podía disponer como se quisiera. El mensaje de esperanza y dignidad cristianas eran la fuente del peligro.
Una escena fundamental es la conversación entre un sacerdote que ya ha apostatado y otro que se niega a hacerlo. El primero, haciendo referencia a lo dura que es la vida en Japón, dice: "Encontramos nuestra naturaleza humana en Japón, tal vez eso sea encontrar a Dios". Ahí esta el punto clave: toda la película se queda en lo humano. No hace presencia la Gracia.
Los medios de comunicación ponderan
positivamente la película y resaltan que sea una película de contenido
católico, dando a entender que es un tema vigente y pertinente, y que tiene una
visión de muchas aristas que dará para filosofar durante mucho tiempo.
Desde un punto de vista de fe, la película poco ayuda. No sugiero que no la vean, pero sí sugiero que la motivación no sea el contenido de fe, porque la voz del mundo es la que se resalta en la película, no la de Dios. Me asalta a la mente un escena del Evangelio: "!Apártate de mi Satanás¡ Piensas como los hombres, no como Dios".
Desde un punto de vista de fe, la película poco ayuda. No sugiero que no la vean, pero sí sugiero que la motivación no sea el contenido de fe, porque la voz del mundo es la que se resalta en la película, no la de Dios. Me asalta a la mente un escena del Evangelio: "!Apártate de mi Satanás¡ Piensas como los hombres, no como Dios".
Las decisiones que tomamos sobre lo correcto e incorrecto es un tema personal, pero en los cristianos está iluminada por una ética basada en una concepción antropológica personalista y una filosofía realista que propende por la dignidad de la persona humana y la libertad de conciencia. Toda actuación de los poderes públicos o de la sociedad civil que atente contra dichos principios debe ser denunciada y expuesta a la luz. Esa es la posición que incomoda a la cultura actual y esos valores de coraje y claridad basados en la Verdad son los que deberían mostrar los medios de comunicación como el cine.
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