- Atanasio de Alejandría (296-373 obispo de Alejandría - , ciudad de lo que hoy es Egipto),
- Basilio el Grande (330-379 obispo de Cesaréa - , ciudad de lo que hoy es Turquía),
- Gregorio Nacianceno (329-389 Papa, nacido en Capadocia, ciudad de lo que hoy es Turquía) y
- Juan Crisóstomo (347-407 patriarca de Constantinopla, ciudad de lo que hoy es Turquía).
- Ambrosio de Milán (340-397 obispo de Milán, ciudad de lo que hoy es Italia) ,
- Agustín de Hipona (354-413) obispo de Hippo Regius, ciudad de lo que hoy es Argelia),
- Jerónimo de Estridón (340-420, de la zona de lo que hoy es Croacia. Traductor de la Biblia del griego y el hebreo al latín) y
- Gregorio Magno (540-604 Papa, nacido en Roma).
Hay otros, denominados padres apostólicos, que son según la tradición los que tuvieron algún contacto con uno o más de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Por ejemplo, Policarpo de Esmirna, Ignacio de Antioquía (ambos en lo que hoy es Turquía), Bernabé (originario de Chipre) y, Clemente y Hermas (ambos de Roma).
Es un placer leer las homilías y escritos de muchos de estos Padres de la Iglesia, por cuanto llegaban a profundidades que iluminan grandemente, aún hoy, el sentido de las escrituras, además de ilustrar cómo lo entendían en los primeros siglos.
Aquí transcribo una selección de algunos de estos Padres de la Iglesia.
San Gregorio Magno: Homilia 26. Edición de los numerales 7 a 9. Sobre Juan 20, 24-29.
Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos en el momento de presentarse Jesús. Únicamente este discípulo estuvo ausente, y cuando vino oyó lo que había sucedido y no quiso creer lo que oía. Volvió de nuevo el Señor y descubrió al discípulo incrédulo su costado para que le tocase y le mostró las manos, y con presentarle las cicatrices de sus llagas curó la llaga de su incredulidad. ¿Qué pensáis de todo esto, hermanos carísimos? ¿Creéis que sucedió porque sí el que estuviera en aquella ocasión ausente aquel discípulo elegido y el que, cuando vino, oyera, y oyendo dudara, y dudando palpara, y palpando creyera?
No; no sucedió esto porque sí, sino que fue disposición de la divina providencia; pues la divina Misericordia obró de modo tan admirable para que, tocando aquel discípulo incrédulo las heridas de su Maestro, sanase en nosotros las llagas de nuestra incredulidad. De manera que la incredulidad de Tomás ha sido más provechosa para nuestra fe que la fe de los discípulos creyentes, porque, decidiéndose aquél a palpar para creer, nuestra alma se afirma en la fe, desechando toda duda. En efecto, el Señor, después de resucitado, permitió que aquel discípulo dudara; pero, no obstante, no le abandono en la duda; a la manera que antes de nacer quiso que Maria tuviera esposo, el cual, no obstante, no llego a consumar el matrimonio; porque, así como el esposo había sido guardián de la intachable virginidad de su Madre, así el discípulo, dudando y palpando, vino a ser testigo de la verdadera resurrección.
Y tocó y exclamó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! Díjole Jesús: Tú has creído, Tomás, porque me has visto. Diciendo el apóstol San Pablo que (Hebr. 11,1) la fe es el fundamento de las cosas que se esperan y un convencimiento de las cosas que no se ven, resulta claro en verdad que la fe es una prueba decisiva de las cosas que no se ven, pues las que se ven, ya no son objeto de la fe, sino del conocimiento. Ahora bien, ¿por qué, cuando Tomás vio y palpó, se le dice: ¿Porque has visto has creído? Pues es porque el vio una cosa y creyó otra; el hombre mortal, cierto que no puede ver la divinidad; por tanto él vio al hombre y creyó que era Dios; y así dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Luego viendo creyó porque, conociéndole verdadero hombre le aclamó Dios aunque como tal no podía verle.
Causa mucha alegría la que sigue: Bienaventurados los que sin haber visto han creído. Sentencia en la que sin duda, estamos señalados nosotros, que confesamos con el alma al que no hemos visto en la carne. Sí, en ella estamos significados nosotros, pero con tal que nuestras obras acompañen nuestra fe, porque quien cumple en la práctica lo que cree, ése es el cree de verdad. Por el contrario, de aquellos que solamente creen con palabras dice San Pablo (Tit. 1,16) Profesan conocer a Dios, mas lo niegan con las obras; por eso dice Santiago (2,17): La fe, si no es acompañada de obras, está muerta en sí misma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario