martes, 11 de abril de 2017

Liturgia: Vigilia pascual

Tercera entrega de exposición de la liturgia. La del Sábado Santo es la más larga de todas las del año, pero también la más hermosa.


SÁBADO SANTO

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su Muerte y se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa, manteniendo desnuda la sagrada mesa hasta que, después de la solemne Vigilia o espera nocturna de la Resurrección, dé lugar a la alegría pascual cuya plenitud extenderá a lo largo de cincuenta días.

En este día, la comunión solo puede administrarse a modo de viático, es decir, a los enfermos que están en peligro de muerte.

Vigilia pascual en la noche santa.

Según antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc. 12,35-37), deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.

La celebración de esta Vigilia, que es la más noble entre todas las solemnidades, se desarrolla de la siguiente manera: después de un breve lucernario o Liturgia de la luz (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, confiando en las palabras del Señor, medita y contempla las maravillas que Dios, desde siempre, realizó por su pueblo (segunda parte de la Vigilia o Liturgia de la Palabra) hasta que, al acercarse el día de la resurrección y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el bautismo (tercera parte de la Vigilia o Liturgia bautismal), es invitada a la mesa que el Señor, por medio de su muerte y resurrección, ha preparado para su pueblo (cuarta parte de la Vigilia o Liturgia eucarística).

Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche de manera que no ha de empezar antes que sea de noche, y debe concluir antes del amanecer del día domingo. Esta indicación debe entenderse rigurosamente.

La Misa de la Vigilia pascual, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la Misa de Pascua del Domingo de Resurrección.

Es deseable conservar la costumbre de que al sacerdote lo asista el diácono. Ambos se revisten desde el principio con ornamentos blancos como para la Misa.

Deben prepararse velas suficientes para todos los que participen en la Vigilia. Para iniciar la Vigilia deben estar apagadas todas las luces del templo.

Solemne comienzo de la Vigilia llamado Lucernario

En un lugar adecuado, fuera de la iglesia, se enciende una fogata. Una vez que allí se han congregado los fieles, se acerca el sacerdote con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual. El que lleva el incensario (turiferario), lo lleva sin carbones. Si por dificultades diversas no puede hacerse una fogata, el pueblo se congrega dentro del templo, y el sacerdote con los ministros se dirige a la puerta de la iglesia; en este caso el pueblo, en la medida de lo posible, se vuelve hacia el sacerdote y se siguen las indicaciones.

El sacerdote saluda al pueblo del modo acostumbrado:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Fieles: Amén.

Queridos hermanos, que la alegría de Cristo resucitado nos acompañe en esta celebración y esté con todos ustedes.
Fieles: Y con tu espíritu

El mismo sacerdote recuerda brevemente el sentido de la vigilia nocturna, con las palabras siguientes u otras semejantes:

Queridos hermanos.
En esta noche santa en la que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la Vida, la Iglesia invita a sus hijos diseminados por todo el mundo a que se reúnan y permanezcan en vela para orar.
Si hacemos presente así la Pascua del Señor, escuchando su Palabra y celebrando sus misterios, podemos tener la esperanza de compartir su triunfo sobre la muerte y de vivir siempre con él en Dios.

A continuación, bendice el fuego con las manos extendidas.

Oremos.
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo
comunicas el fuego de tu luz a los que creen en ti,
santifica este fuego nuevo,
y concédenos que, gracias a estas fiestas pascuales,
seamos de tal manera inflamados en deseos celestiales,
que podamos llegar con un corazón puro
a las fiestas de la luz eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Si parece oportuno, pueden resaltarse la significación del cirio pascual de la siguiente manera:
Un ministro acerca el cirio pascual ante el sacerdote que, con un estilete, marca una cruz sobre el mismo. En el extremo superior de la cruz marca la letra griega alfa, y en el inferior, la letra omega; en los ángulos que forman los brazos de la cruz los números del año en curso. Mientras tanto se dice:

Cristo ayer y hoy,
(Marca la línea vertical de la cruz)
principio y fin,
(Marca la línea horizontal de la cruz)
alfa
(Marca la letra alfa en la parte superior de la cruz)
y omega.
(Marca la letra omega en la parte inferior de la cruz)
A él pertenecen el tiempo
(Marca en el ángulo superior izquierdo la primera cifra del año actual)
y la eternidad.
(Marca en el ángulo superior derecho la segunda cifra del año actual)
A él la gloria y el poder,
(Marca en el ángulo inferior izquierdo la tercera cifra)
por los siglos de los siglos. Amén.
(Marca en el ángulo inferior derecho la última cifra del año actual)

Acabada la inscripción de la cruz y de los otros signos, el sacerdote puede fijar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, mientras dice:
1. Por sus llagas                                                  El orden es:
2. santas y gloriosas                                                    1
3. nos proteja                                                          4  2  5
4. y nos conserve                                                        3
5. Cristo el Señor. Amén.

Si hubiere dificultades para realizar el rito de la bendición del fuego tal como se ha descrito, el pueblo puede estar ya congregado en la iglesia y el sacerdote con el ministro que lleva el cirio pascual se dirigen a la puerta del templo. En la medida de lo posible, el pueblo se orienta hacia el sacerdote. Hecho el saludo y la monición se procede a la bendición del fuego y a la preparación del cirio como se ha señalado.

El sacerdote enciende el cirio pascual con la llama del fuego nuevo mientras dice:
Que la luz de Cristo
gloriosamente resucitado
disipe las tinieblas
de la inteligencia y del corazón.

Procesión

El turiferario toma carbones encendidos del fuego nuevo y los coloca en el incensario. El sacerdote impone incienso. A continuación se arma una procesión de ingreso en el templo. Si se utiliza el incienso, precede el turiferario con el incensario humeante. Sigue el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el cirio pascual; detrás los demás ministros. Ya armada la procesión, quien lleva el cirio, antes de caminar, lo mantiene elevado y canta él solo:
Diácono: La luz de Cristo.
Fieles: Demos gracias a Dios
El sacerdote, si no lleva él el cirio, enciende su vela en el cirio pascual.

Luego, en la puerta de la iglesia si es que se viene del exterior, o bien en el medio del templo si es que la procesión se inició en la entrada, el diácono se detiene y, elevando nuevamente el cirio canta por segunda vez:
Diácono: La luz de Cristo.
Fieles: Demos gracias a Dios.

Inmediatamente todos encienden sus cirios con la llama que se transmite desde el cirio pascual; mientras tanto la procesión avanza hacia el presbiterio.

Cuando llega al altar, el diácono se detiene y mirando hacia el pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez:
Diácono: La luz de Cristo.
Fieles: Demos gracias a Dios.

Y se encienden algunas luces del templo. El diácono coloca el cirio pascual en el candelabro situado junto al ambón o en medio del presbiterio; el sacerdote va a la sede y los ministros a sus lugares.

Anuncio pascual

El diácono pide y recibe la bendición del sacerdote que dice en voz baja:
Sacerdote: El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Anuncio pascual. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Fieles: Amén.

Esta bendición se omite, si el anuncio pascual es proclamado por alguien que no es diácono.

El diácono, o en su defecto, el mismo sacerdote, inciensa, si se usa, el libro y el cirio, y proclama el Anuncio pascual en el ambón, mientras todos permanecen de pie y con los cirios encendidos en sus manos. En caso de necesidad el Anuncio pascual puede ser hecho por un cantor que no sea diácono; en ese caso se omiten las palabras: "Por eso, queridos hermanos..." hasta el final de la invitación, como así también el saludo "El Señor esté con ustedes".
El Anuncio pascual puede ser cantado también en su forma más breve.

Forma larga del anuncio pascual

1. Alégrese en el cielo el coro de los ángeles.
Alégrense los ministros de Dios,
y por la victoria de un Rey tan grande,
resuene la trompeta de la salvación.

2. Alégrese también la tierra inundada de tanta luz,
y brillando con el resplandor del Rey eterno,
se vea libre de las tinieblas
que cubrían al mundo entero.

3. Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
adornada con los fulgores de una luz tan brillante,
y resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.

(Posible aclamación de la asamblea)

4. Por eso, queridos hermanos, al contemplar
la admirable claridad de esta luz santa,
invoquemos la misericordia de Dios omnipotente,
y ya que sin mérito mío se dignó agregarme
al número de sus servidores,
me infunda la claridad de su luz,
para que sea plena y perfecta
la alabanza a este cirio.

5. Sacerdote: El Señor esté con ustedes.
Fieles: Y con tu espíritu.]
Sacerdote: Levantemos el corazón.
Fieles: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Sacerdote: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Fieles: Es justo y necesario.

Sacerdote: Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto de la mente y del corazón
al Dios invisible, Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Él pagó por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán, y borró con su sangre
la sentencia del primer pecado.

Estas son las fiestas pascuales,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Esta es la noche en que sacaste de Egipto
a nuestros padres, los hijos de Israel,
y los hiciste pasar a pie por el mar Rojo.

Esta es la noche que disipó las tinieblas
de los pecados con el resplandor
de una columna de fuego.

Esta es la noche en que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y agregados a los santos.

Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.

(Posible aclamación de la asamblea)

¡De nada nos valdría haber nacido
si no hubiésemos sido redimidos!

¡Qué admirable es tu bondad con nosotros!
¡Qué inestimable la predilección de tu amor:
para rescatar al esclavo, entregaste a tu propio Hijo!

¡Pecado de Adán ciertamente necesario,
que fue borrado con la sangre de Cristo!
¡Oh feliz culpa que nos mereció tan noble y tan grande Redentor!

¡Noche verdaderamente feliz!
Ella sola mereció saber el tiempo y la hora
en que Cristo resucitó del abismo de la muerte.

Esta es la noche de la que estaba escrito:
"La noche será clara como el día,
la noche ilumina mi alegría."

Por eso, la santidad de esta noche
aleja toda maldad, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los pecadores
y la alegría a los afligidos;
expulsa el odio, trae la concordia
y doblega a los poderosos.

(Posible aclamación de la asamblea)

En esta noche de gracia, recibe, Padre santo,
el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia
te presenta por medio de sus ministros,
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.

Ya sabemos lo que anuncia esta columna de fuego
que encendió la llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz
no disminuye su claridad al repartirla,
porque se alimenta de la cera
que elaboraron las abejas
para hacer esta lámpara preciosa.

¡Noche verdaderamente dichosa
en la que el cielo se une con la tierra
y lo divino con lo humano!

Por eso, te rogamos, Señor,
que este cirio consagrado en honor de tu Nombre,
continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche,
y que aceptado por ti como perfume agradable,
se asocie a los astros del cielo.
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
aquel lucero que no tiene ocaso:
Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos
brilla sereno para el género humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.

Fieles: Amén.


Forma breve del anuncio pascual

1. Alégrese en el cielo el coro de los ángeles.
Alégrense los ministros de Dios,
y por la victoria de un Rey tan grande,
resuene la trompeta de la salvación.

2. Alégrese también la tierra inundada de tanta luz,
y brillando con el resplandor del Rey eterno,
se vea libre de las tinieblas
que cubrían al mundo entero.

3. Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
adornada con los fulgores de una luz tan brillante,
y resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.

(Posible aclamación de la asamblea)

4.
Sacerdote: El Señor esté con ustedes.
Fieles: Y con tu espíritu.]
Sacerdote: Levantemos el corazón.
Fieles: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Sacerdote: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Fieles: Es justo y necesario.

Sacerdote: Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto de la mente y del corazón
al Dios invisible, Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Él pagó por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán, y borró con su sangre
la sentencia del primer pecado.

Estas son las fiestas pascuales,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.

Esta es la noche en que sacaste de Egipto
a nuestros padres, los hijos de Israel,
y los hiciste pasar a pie por el mar Rojo.

Esta es la noche que disipó las tinieblas
de los pecados con el resplandor
de una columna de fuego.

Esta es la noche en que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y agregados a los santos.

Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.

(Posible aclamación de la asamblea)

¡Qué admirable es tu bondad con nosotros!
¡Qué inestimable la predilección de tu amor:
para rescatar al esclavo, entregaste a tu propio Hijo!

¡Pecado de Adán ciertamente necesario,
que fue borrado con la sangre de Cristo!
¡Oh feliz culpa que nos mereció tan noble y tan grande Redentor!

Por eso, la santidad de esta noche
aleja toda maldad, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los pecadores
y la alegría a los afligidos;

(Posible aclamación de la asamblea)

¡Noche verdaderamente dichosa
en la que el cielo se une con la tierra
y lo divino con lo humano!

En esta noche de gracia, recibe, Padre santo,
el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia
te presenta por medio de sus ministros,
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.

Por eso, te rogamos, Señor,
que este cirio consagrado en honor de tu Nombre,
continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche,
y que aceptado por ti como perfume agradable,
se asocie a los astros del cielo.
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
aquel lucero que no tiene ocaso:
Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos
brilla sereno para el género humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.

Fieles: Amén.

Segunda parte: Liturgia de la Palabra

En esta Vigilia, "Madre de todas las vigilias", se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento (epístola y evangelio). En la medida de lo posible y respetando la índole vigiliar de esta importante celebración, deben proclamarse todas ellas.

Si graves circunstancias pastorales lo exigen, puede reducirse el número de lecturas el Antiguo Testamento, pero deben leerse por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento. Nunca debe omitirse la lectura tomada del capítulo 14 del Éxodo.

Apagados los cirios, todos se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote se dirige al pueblo con estas palabras u otras semejantes:

Hermanos.
Después de haber iniciado solemnemente esta Vigilia,
alabando a Cristo en la luz de su victoria pascual,
escuchemos con atención la Palabra de Dios.
Ella nos relata cómo el Señor salvó a su pueblo a lo largo de la historia
y finalmente envió a su Hijo para redimirnos.
Oremos para que Dios lleve a su plenitud la redención obrada por el misterio pascual.

Luego siguen las lecturas. Un lector se dirige al ambón y proclama la primera lectura. Después el salmista o un cantor dice o canta el salmo y el pueblo responde la antífona correspondiente. Todos se ponen de pie y el sacerdote dice: "Oremos" y, después que todos han orado en silencio por unos instantes, dice la oración colecta. Así se hace con cada lectura del Antiguo Testamento.

Oraciones para después de cada lectura

Después de la primera lectura (La creación: Gen. 1,1-2,2 ó 1,26-31a)

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
tú eres admirable en todo lo que existe;
te pedimos que quienes hemos sido redimidos por ti
comprendamos que la creación del mundo
en el comienzo de los siglos
no es obra de mayor grandeza
que el sacrificio pascual de Cristo
realizado en la plenitud de los tiempos.
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

O bien (La creación del hombre):
Oremos.
Señor y Dios nuestro,
tú creaste al hombre de manera admirable
y más admirablemente aún lo redimiste;
concédenos que podamos resistir a los atractivos del pecado
con sabiduría de espíritu,
para que podamos merecer los gozos eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la segunda lectura (El sacrificio de Abrahán. Gen 22, 1-18 ó 22, 1-2.9a.10-13.15-18)
Oremos.
Dios y Padre de los creyentes,
que multiplicas a los hijos de tu promesa,
derramando la alegría de la adopción filial
y por el misterio pascual,
cumples la promesa hecha a Abrahán
de hacerlo padre de todas las naciones;
concede a todos los hombres
responder dignamente a la gracia de tu llamado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la tercera lectura (Paso del mar Rojo. Ex 14,15-15,1)
Oremos.
Señor y Dios nuestro,
cuyas maravillas vemos brillar también nuestros días
porque lo que hiciste en favor de tu pueblo elegido
librándolo de la persecución del Faraón,
lo realizas por medio del agua del bautismo
para salvar a todas las naciones;
te pedimos que todos los hombres del mundo
se conviertan en verdaderos hijos de Abrahán
y se muestren dignos de la herencia de Israel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

O bien:
Dios nuestro, que con la luz del Nuevo Testamento
iluminaste los antiguos prodigios
de modo que también el Mar Rojo
fuera imagen de la fuente bautismal
y el pueblo liberado de la esclavitud
prefigurara al pueblo cristiano;
haz que todos los hombres, por el don de la fe,
participen del privilegio del pueblo elegido
y así renazcan a la acción de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la cuarta lectura (La nueva Jerusalén. Is. 54, 5-14)
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
te pedimos que, fiel a tu palabra,
multipliques la descendencia que prometiste a nuestros padres en la fe,
y aumentes el número de tus hijos adoptivos
para que tu Iglesia reconozca, desde ahora,
el cumplimiento de cuanto
los patriarcas creyeron y esperaron.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

O bien, otra de las oraciones asignadas a las lecturas siguientes que serán omitidas.

Después de la quinta lectura (La salvación gratuitamente ofrecida a todos. Is. 55, 1-11)
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
única esperanza del mundo,
que por la voz de tus profetas
anunciaste los misterios de los tiempos presentes;
alienta los deseos de tu pueblo,
porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud
sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la sexta lectura (La fuente de la sabiduría. Bar. 3, 9-15.31-4,4)
Oremos.
Señor Dios, Padre fecundo,
que convocando a todos los hombres
haces crecer sin cesar a tu Iglesia;
defiende con tu constante protección
a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la séptima lectura (Corazón nuevo y espíritu nuevo. Ez. 36, 16-28)
Oremos.
Dios de poder inmutable, cuyo resplandor no conoce el ocaso:
mira con bondad a tu Iglesia, el signo de tu presencia entre nosotros,
y según tu proyecto eterno,
prosigue serenamente la obra de la salvación humana;
haz que todo el mundo contemple y experimente
cómo lo abatido por el pecado se restablece,
lo viejo se renueva
y se restaura plenamente por Cristo,
origen de todo lo creado.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Fieles: Amén.

O bien:
Señor y Dios nuestro,
que para celebrar el misterio pascual
nos instruyes con las enseñanzas del Antiguo y el Nuevo Testamento;
concédenos comprender tu misericordia,
para que al recibir estos dones presentes,
se afirme nuestra esperanza en los dones futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Después de la última lectura del Antiguo Testamento con su salmo responsorial y la correspondiente oración, estando todos de pie, se encienden los cirios del altar y se ilumina de manera completa el templo, mientras el sacerdote entona el Gloria, que todos prosiguen; mientras tanto, de acuerdo con las costumbres del lugar, se tocan las campanas.

Después del cantar un Gloria, el sacerdote dice la oración colecta, del modo acostumbrado.

Oremos.
(Breve silencio)
Señor y Dios nuestro, luz sobre toda luz,
que iluminas esta santísima noche
con la gloria de la resurrección del Señor;
acrecienta en tu Iglesia el espíritu de adopción,
para que renovados en el cuerpo y en el alma
te sirvamos con plena fidelidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios
por los siglos de los siglos.

Luego, todos se sientan y un lector proclama la lectura del apóstol san Pablo.

Acabada la epístola, si se cree conveniente y según las costumbres del lugar, el diácono o un cantor, se acerca a quien preside la celebración y le dice: "Padre, te anuncio un gran gozo: el Aleluya". Todos se levantan y el sacerdote, o si fuera necesario, un cantor, entona solemnemente el Aleluia, que repiten todos. Después el salmista o cantor, proclama el salmo, y el pueblo intercala el Aleluia en cada una de sus estrofas.

Para proclamar el Evangelio no se llevan cirios, sino sólo el incienso, si es que se usa.

Después del Evangelio tiene lugar la homilía que, aunque breve, no debe omitirse.

En este punto podría haber bautismo y confirmación de catecúmenos, los cuales tiene su propia liturgia. La congregación se alegra de los nuevos miembros de la Iglesia. Pero describo suponiendo no hay.

El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista del pueblo. De lo contrario se pone un recipiente con agua en el presbiterio.
Si no se bendice la fuente, por no existir, se omite esta primera parte y se procede directamente a la bendición del agua común.

El sacerdote se dirige a los presentes con estas u otras palabras semejantes:

Queridos hermanos: Invoquemos la gracia de Dios Padre todopoderoso sobre esta fuente bautismal, de manera que cuantos renazcan en ella sean incorporados a los hijos adoptivos en Cristo.

Letanía de los santos

Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden, permaneciendo de pie (por razón del tiempo pascual). Si hubiera que hacer una procesión prolongada hasta el bautisterio, las letanías se cantan durante la procesión. En las letanías se pueden agregar nombres de otros santos, especialmente del titular de la iglesia y de los patronos del lugar.

Principal:                                                                                                                             Fieles:
Señor, ten piedad.                                                          Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.                                                          Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad                                                           Señor, ten piedad.

Santa María, Madre de Dios                                          Ruega por nosotros.
San Miguel                                                                     Ruega por nosotros.
Santos ángeles de Dios                                                 Rueguen por nosotros.
San Juan Bautista                                                          Ruega por nosotros.
San José                                                                        Ruega por nosotros.
Santos Pedro y Pablo                                                    Rueguen por nosotros.
San Andrés                                                                    Ruega por nosotros.
San Juan                                                                       Ruega por nosotros.
Santa María Magdalena                                                Ruega por nosotros.
San Esteban                                                                  Ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía                                              Ruega por nosotros.
San Lorenzo                                                                  Ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad                                         Rueguen por nosotros.
Santa Inés                                                                     Ruega por nosotros.
San Gregorio (Magno)                                                  Ruega por nosotros.
San Agustín                                                                  Ruega por nosotros.
San Atanasio                                                                Ruega por nosotros.
San Basilio                                                                   Ruega por nosotros.
San Martín de Tours                                                     Ruega por nosotros.
San Benito                                                                    Ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo                                       Rueguen por nosotros.
San Francisco (Javier)                                                 Ruega por nosotros.
San Juan María (Vianney)                                           Ruega por nosotros.
Santa Catalina (de Siena)                                            Ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús                                                 Ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios                               Rueguen por nosotros.

Por tu bondad                                                               Líbranos, Señor.
De todo mal                                                                  Líbranos, Señor.
De todo pecado                                                            Líbranos, Señor.
De la muerte eterna                                                      Líbranos, Señor.
Por el misterio de tu encarnación                                 Líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección                                        Líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo                                     Líbranos, Señor.

Nosotros que somos pecadores, te pedimos               Escúchanos, Señor.
Para que con tu gracia santifiques esta fuente
          en la que han de renacer tus hijos.                    Escúchanos, Señor.
Jesús, Hijo del Dios vivo.                                             Escúchanos, Señor.

Cristo, óyenos.                                                             Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.                                                     Cristo, escúchanos.

El sacerdote dice la siguiente oración, con las manos juntas:
Dios todopoderoso y eterno,
acompaña con tu eficacia los sacramentos de tu inmenso amor
y para recrear nuevos pueblos
haciéndolos nacer para ti en la fuente bautismal,
envíanos tu Espíritu de adopción
a fin de que tu poder realice la obra
confiada a  nuestro humilde ministerio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Bendición del agua bautismal

El sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo la siguiente oración con las manos extendidas:
Señor, que por medio de los signos sacramentales
realizas obras admirables con tu poder invisible,
y de diversas maneras has preparado el agua
para que significara la gracia del bautismo:

En los orígenes del mundo
tu Espíritu aleteaba sobre las aguas
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar;
incluso en las aguas torrenciales del diluvio
prefiguraste el nuevo nacimiento de los hombres,
para que el misterio de un mismo elemento
pusiera fin al pecado y diera origen a la virtud;
tú hiciste pasar por el mar Rojo
a los descendientes de Abrahán,
para que el pueblo liberado
de la esclavitud del Faraón
fuera imagen del pueblo de los bautizados.
Tu Hijo, Dios nuestro, al ser bautizado en las aguas del Jordán
fue ungido por el Espíritu Santo;
al estar suspendido en la cruz
hizo brotar sangre y agua,
y después de su resurrección
mandó a sus discípulos que
"fueran e instruyesen a todas las naciones
bautizándolas en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo".
Por todo esto te pedimos, Padre,
que mires a tu Iglesia y le abras en esta noche santa la fuente del bautismo.
Que esta agua reciba por el Espíritu Santo
la gracia de tu Hijo único,
para que el hombre, creado a tu imagen,
por medio del sacramento del bautismo
sea purificado de todos sus pecados
y renazca a la Vida nueva de hijos de Dios
por el agua y el Espíritu Santo.
Y sumergiendo, según las circunstancias, el cirio pascual en el agua una o tres veces, prosigue:
Señor, te pedimos que por la gracia de tu Hijo,
descienda sobre el agua de esta fuente
el poder del Espíritu Santo,
para que por el bautismo, sepultados con Cristo en su muerte,
resucitemos con él a la Vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Fieles: Amén.

Saca el cirio del agua y el pueblo aclama:
Fuentes, bendigan al Señor.
Alábenlo y glorifíquenlo eternamente.

U otra aclamación adecuada.

Puede también usarse una de las dos fórmulas siguientes.

Fórmula B.

Sacerdote:
Bendito seas Dios, Padre todopoderoso,
que hiciste el agua para purificarnos y darnos la vida.

Todos:
Bendito seas, Señor (u otra aclamación adecuada).

Sacerdote:
Bendito seas Dios, Hijo único, Jesucristo,
que hiciste brotar de tu costado sangre y agua,
para que por tu Muerte y Resurrección naciera la Iglesia.

Todos:
Bendito seas, Señor.

Sacerdote:
Bendito seas Dios, Espíritu Santo, que ungiste a Cristo
al ser bautizado en las aguas del Jordán,
para que todos fuéramos bautizados en ti.

Todos:
Bendito seas, Señor.

Sacerdote:
Señor, escúchanos
y santifica esta agua creada por ti,
para que los bautizados con ella
sean purificados del pecado
y renazcan a la Vida de hijos adoptivos de Dios.

Todos:
Escúchanos, Señor (u otra aclamación adecuada).


Sacerdote:
Santifica esta agua creada por ti,
para que los bautizados con ella
en la Muerte y Resurrección de Cristo,
sean una fiel imagen de tu Hijo.

Todos:
Escúchanos, Señor.

El sacerdote toca el agua con la mano derecha y prosigue:
Santifica esta agua creada por ti,
para que los que tú has elegido
renazcan por medio del Espíritu Santo
y se incorporen a tu pueblo santo.

Todos:
Escúchanos, Señor.

O bien:

Fórmula C.

Sacerdote:
Padre misericordioso,
que derramaste sobre nosotros
la Vida nueva de hijos tuyos
que brota de la fuente bautismal.

Todos:
Bendito seas, Señor (u otra aclamación adecuada).

Sacerdote:
Padre misericordioso,
que por medio del agua y del Espíritu Santo,
congregas en un solo pueblo
a todos los bautizados en tu Hijo Jesucristo.

Todos:
Bendito seas, Señor.

Sacerdote:
Padre misericordioso,
que por tu Espíritu de amor derramado en nuestros corazones,
nos liberas para que gocemos de tu paz.

Todos:
Bendito seas, Señor.

Sacerdote:
Padre misericordioso,
que eliges a los bautizados para que anuncien alegremente
el Evangelio de Cristo a todos los pueblos.

Todos:
Bendito seas, Señor.

Sacerdote:
Bendice esta agua
con la que van a ser bautizados
quienes son llamados por ti
a participar de tu misma Vida.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:
Amén.


Si no hay bautizandos, ni se ha de bendecir el agua bautismal, el sacerdote bendice agua común con la siguiente oración:

Queridos hermanos:
Invoquemos con humildad a nuestro Dios y Señor
para que bendiga esta agua con la cual seremos rociados
en recuerdo de nuestro bautismo.
Que él nos renueve a fin de permanecer fieles al Espíritu Santo que hemos recibido.
Y después de una breve pausa de oración en silencio, con las manos extendidas, prosigue:
Señor y Dios nuestro,
acompaña con tu bondad a tu pueblo
que en esta santísima noche permanece en vela;
al rememorar la obra admirable de la creación
y el acontecimiento aún más admirable de la redención,
te pedimos que bendigas esta agua.
Ella fue creada por ti
para dar fecundidad a la tierra
y restaurar nuestros cuerpos
con su frescura y limpieza.
La hiciste también instrumento de tu misericordia:
por ella libraste a tu pueblo de la esclavitud
y apagaste su sed en el desierto:
por ella, los profetas anunciaron la Nueva Alianza
que habrías de pactar con los hombres.
Finalmente, al ser consagrada por Cristo en el río Jordán,
por ella renovaste nuestra naturaleza pecadora
con el baño de renacimiento espiritual.
Que ella nos recuerde ahora nuestro bautismo,
y concédenos participar de la alegría de nuestros hermanos
que son bautizados en esta Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Renuncia y profesión de fe de toda la asamblea

Concluida la bendición del agua, todos permaneciendo de pie y con los cirios encendidos en sus manos, renuevan las promesas bautismales.
El sacerdote se dirige a los fieles con estas palabras u otras semejantes:
Queridísimos hermanos:
por el Misterio Pascual, en el bautismo fuimos sepultados con Cristo
para que también nosotros llevemos con él una vida nueva.
Por eso, ya acabado nuestro camino cuaresmal,
renovemos las promesas del santo bautismo,
por las que un día renunciamos al demonio y a sus obras
y prometimos servir al Señor en la santa Iglesia Católica.
Por tanto:

Sacerdote:
¿Renuncian al Demonio?

Todos:
Sí, renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian a todas sus obras?

Todos:
Sí, renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian a todos sus engaños?

Todos:
Sí, renunciamos.

O bien:

Fórmula B

Sacerdote:
¿Renuncian al pecado
para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Todos: Sí, renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian a los engaños del mal
para no ser esclavos del pecado?

Todos: Sí, renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian al Demonio, que es el autor del pecado?

Todos: Sí, renunciamos.

O bien:

Fórmula C

Sacerdote:
¿Renuncian a Satanás y
-al pecado, como negación de Dios;
-al mal, como signo del pecado en el mundo;
-al error, como negación de la verdad;
-a la violencia, como contraria a la caridad;
-al egoísmo, como falta de testimonio de amor?

Todos: Sí , renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian a las obras opuestas al Evangelio de Jesús, que son
-la envidia y el odio;
-la pereza y la indiferencia;
-la cobardía y los acomplejamientos;
-el materialismo y la sensualidad;
-la injusticia y el favoritismo;
-el negociado y el soborno?

Todos: Sí, renunciamos.

Sacerdote:
¿Renuncian a los criterios y comportamientos que llevan a:
-creerse los mejores;
-verse siempre superiores;
-creerse ya convertidos del todo;
-buscar el dinero como el máximo valor;
-buscar el placer como única ilusión;
-buscar el propio interés por encima del bien común?

Todos: Sí, renunciamos.


Profesión de fe

Sacerdote:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra?

Todos responden:
Sí, creo.

Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de la Virgen María,
padeció y fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?

Todos responden:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la Vida eterna?

Todos responden:
Sí, creo.

Y el sacerdote concluye:
Y Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo,
y nos ha perdonado los pecados,
nos conserve con su gracia en Jesucristo nuestro Señor,
para la Vida eterna.

Todos:
Amén.


Aspersión con el agua bendita

El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita mientras todos cantan:

Antífona
He visto el agua que brotaba del lado derecho del templo, Aleluia.
Y todos aquellos a quienes alcanzó esta agua han sido salvados y dicen:
Aleluia, aleluia.

U otro cántico de índole bautismal.

Si la bendición del agua bautismal no se ha realizado en el mismo bautisterio, los ministros, solemnemente, llevan el recipiente con el agua hasta la fuente bautismal.
Si no se bendijo agua bautismal, se coloca el agua bendita en un lugar adecuado.
Después de la aspersión, el sacerdote regresa a la sede, y omitiendo el Credo, comienza la oración universal.

Cuarta parte: Liturgia de la Eucaristía

El sacerdote se acerca al altar y comienza la liturgia eucarística de la manera acostumbrada.
Es conveniente que el pan y el vino sean llevados al altar por los neófitos.

Oración sobre las ofrendas
Señor nuestro, fuente de la Vida,
recibe las oraciones y ofrendas de tu pueblo,
para que la vida que nace de estos sacramentos pascuales
sea, por tu gracia, remedio para la eternidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio pascual I

Sacerdote:   El Señor esté con ustedes
Fieles:   Y con tu espíritu.
Sacerdote:   Levantemos el corazón.
Fieles:   Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Sacerdote:   Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Fieles:   Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca en esta noche
en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero
que quitó el pecado del mundo;
muriendo destruyó nuestra muerte
y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión del gozo pascual,
el mundo entero se desborda de alegría,
y también los coros celestiales
cantan un himno a tu gloria
diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo...

En las Plegarias eucarísticas se dicen las partes propias para esta Misa.

Antes del canto del Cordero de Dios, el sacerdote puede dirigirse brevemente a los neófitos que recibirán la primera Comunión y exhortarlos a considerar la Eucaristía como el momento culminante de su iniciación cristiana y el centro de la vida cristiana.

Es conveniente que los neófitos, sus padres y padrinos, comulguen bajo las dos especies como asimismo sus catequistas laicos. Con la aprobación del Obispo diocesano, es recomendable que toda la asamblea reciba la Comunión bajo las dos especies.

Antífona de comunión
Cristo, nuestra víctima pascual, ha sido inmolado. celebremos, entonces, esta fiesta con los panes sin levadura de la pureza y la verdad. Aleluia. (1 Cor. 5,7-8)

Oración después de la comunión:
Señor y Padre de la vida,
tú nos has alimentado con los sacramentos pascuales;
derrama sobre nosotros tu Espíritu de caridad
para que tengamos un solo corazón en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Si se cree oportuno, antes de la despedida, puede hacerse el solemne saludo a Nuestra Señora, dirigiéndose el sacerdote brevemente a los fieles con estas palabras u otras semejantes:
Queridísimos hermanos:
En esta noche, la más santa de todas,
en la que permaneciendo en vela hemos celebrado la Pascua del Señor,
es justo alegrarse con la Madre de Jesús por la Resurrección de su Hijo.
Este fue el acontecimiento que realizó plenamente su esperanza
y dio a todos los hombres la salvación.
Así como nosotros, pecadores, la hemos contemplado unidos en el dolor,
así -como redimidos- la honramos unidos en el gozo pascual.
Después de la introducción, si la imagen de la Virgen está en el altar donde se celebra, el sacerdote puede incensarla, mientras los instrumentos musicales suenan festivamente. Se entona la antífona "Regina coeli", y luego se canta el versículo "Gaude et laetare Virgo Maria...", y el sacerdote dice:

Oremos.
Señor, que has alegrado al mundo
por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
concédenos que por la intercesión de su Madre, la Virgen María,
alcancemos los gozos de la Vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fieles: Amén.


Conviene usar la bendición solemne para la Vigilia pascual.

Dios todopoderoso les dé su bendición
en esta solemne fiesta de Pascua
y los proteja por su bondad
de toda sombra de pecado.
Fieles: Amén.
Él, que por la Resurrección de su Hijo
nos renueva para la Vida eterna,
les conceda la recompensa de la inmortalidad.
Fieles: Amén.
Y ya que celebramos con honda alegría esta Pascua
después de recorrer con Jesús el camino de la Cruz,
les conceda participar de los gozos eternos.
Fieles: Amén.
Y que la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo X y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Fieles: Amén.

En la despedida, el diácono o el mismo sacerdote dice:
Sacerdote: Pueden ir en paz, aleluia, aleluia.
Fieles: Demos gracias a Dios, aleluia, aleluia.

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