Iniciada la Semana Santa se consagra el santo crisma y se bendicen los restantes óleos. También se reúne el clero de cada diócesis en pleno y los sacerdotes renuevan sus promesas. En esta misma Semana el Papa emérito Benedicto XVI escribió una carta de reflexión acerca de la crisis de la Iglesia. Me parce especialmente importante una de sus ideas, que transcribo:
“El demonio es identificado como el acusador que acusa a nuestros hermanos ante Dios día y noche. (Ap 12, 10). El Apocalipsis toma entonces un pensamiento que está al centro de la narrativa en el libro de Job (Job 1 y 2, 10; 42:7-16). Allí se dice que el demonio buscaba mostrar que lo correcto en la vida de Job ante Dios era algo meramente externo. Y eso es exactamente lo que el Apocalipsis tiene que decir: el demonio quiere probar que no hay gente correcta, que su corrección solo se muestra en lo externo. Si uno pudiera acercarse, entonces la apariencia de justicia se caería rápidamente.
La narración comienza con una disputa entre Dios y el demonio, en la que Dios se ha referido a Job como un hombre verdaderamente justo. Ahora va a ser usado como un ejemplo para probar quién tiene razón. El demonio pide que se le quiten todas sus posesiones para ver que nada queda de su piedad. Dios le permite que lo haga, tras lo cual Job actúa positivamente. Luego el demonio presiona y dice: “¡Piel por piel! Todo lo que el hombre posee lo da por su vida. Sin embargo, extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en tu misma cara". (Job 2, 4-5).
Entonces Dios le otorga al demonio un segundo turno. También toca la piel de Job y solo le está negado matarlo. Para los cristianos es claro que este Job, que está de pie ante Dios como ejemplo para toda la humanidad, es Jesucristo. En el Apocalipsis el drama de la humanidad nos es presentado en toda su amplitud.
El Dios Creador es confrontado con el demonio que habla a toda la humanidad y a toda la creación. Le habla no solo a Dios, sino sobre todo a la gente: Miren lo que este Dios ha hecho. Supuestamente una buena creación. En realidad está llena de miseria y disgustos. El desaliento de la creación es en realidad el menosprecio de Dios. Quiere probar que Dios mismo no es bueno y alejarnos de Él.
La ocasión en la que el Apocalipsis nos está hablando aquí es obvia. Hoy, la acusación contra Dios es sobre todo menosprecio de Su Iglesia como algo malo en su totalidad y por lo tanto nos disuade de ella.”
Y he aquí que yo continúo con una idea que Benedicto XVI no finiquita explícitamente sino indirectamente al hablar de los mártires. Porque nos dice más adelante que en el juicio contra el demonio, Jesucristo es el primer y verdadero testigo de Dios, el primer mártir, que desde entonces ha sido seguido por incontables otros. Porque mártir significa testigo. Y la idea que esboza pero no explicita es que hoy en día el demonio de nuevo solicita, «extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, verás si no te maldice en tu misma cara». Y de nuevo no es la carne de Job la que lacera y llaga sino la del Cuerpo Místico de Cristo y ¿dónde más certeramente que en sus sacerdotes?
En la Misa Crismal la oración colectiva es:
“Oh Dios, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, y a nosotros, miembros de su cuerpo, nos haces partícipes de su misma unción; ayúdanos a ser en el mundo testigos fieles de la redención que ofreces a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.”
En esa misma misa la indagación por parte del Obispo, para la renovación de las promesas sacerdotales, es:
«¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?»
«¿Deseáis permanecer como fieles dispensadores de los misterios de Dios en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas, y desempeñar fielmente el ministerio de la predicación como seguidores de Cristo, cabeza y pastor, sin pretender los bienes temporales, sino movidos únicamente por el celo de las almas?»
Tras dicha renovación, el Obispo nos increpa a nosotros, el pueblo de Dios:
«Hijos muy queridos, orad por vuestros presbíteros, para que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus bendiciones: que sean ministros fieles de Cristo sumo sacerdote, y os conduzcan a él, única fuente de salvación.»
El texto completo de Benedicto XVI aquí
“Y
cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le
fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un
asno, y lo hubieran echado al mar” (Mc 9,42).
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