lunes, 28 de octubre de 2019

Voluntad y carácter.

Resumen del Joven de carácter de monseñor Thihámer Tóth.

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Todo joven se pregunta -Vida, ¿qué me darás?, ¿qué es lo que me espera? - Y la vida le devuelve la pregunta como la tierra al campesino: -Depende de lo que me des. Recibirás tanto cuanto trabajes y cosecharás conforme hayas sembrado-

El valor del ser humano no depende de la fuerza del entendimiento, sino de su voluntad.

Primero deberás adquirir ideales y principios, después, el segundo deber, ya más difícil, es forjar el carácter. Tiene carácter aquel que permanece firme en sus ideales y principios, aun cuando esta perseverancia fiel exija sacrificios. Es decir, el carácter es un modo de obrar siempre consecuente con los principios firmes que se tienen e implica constancia de la voluntad para alcanzar el ideal reconocido como verdadero.

La educación consiste en inclinar la voluntad del ser humano de suerte que en cualquier circunstancia se decida a seguir sin titubeos y con alegría el bien.

Quien es libre según el cuerpo, pero tiene atada su alma, es esclavo; quien está exento de mal en el alma, es un hombre libre, aunque tenga el cuerpo encadenado. La felicidad está en ti, en la libertad verdadera, en el absoluto dominio de ti mismo, en la posesión de la satisfacción y la paz. Por ello no has de luchar contra toda regla o norma – eso sería libertinaje, desenfreno – sino sólo contra los obstáculos – pasiones, inclinaciones – que se oponen al libre desenvolvimiento del carácter. Si nos atamos a las normas no es para contrariar nuestra libertad, sino para dirigir y asegurar su recto crecimiento. Solo poseemos aquello de lo que podemos privarnos.

No es independencia el desorden, el emanciparse de toda ley, sino la independencia interior, el dominio de sí mismo, el dominio contra la desgana, el desaliento, el capricho y la pereza.

Vivir en las órdenes, las normas y el deber cotidiano es medio para vencer la propia comodidad, el mal humor, los caprichos, la superficialidad y la inconstancia.

Llamamos egoísta a aquel que no comprende que hay millones y millones de hombres con quienes tener atenciones.

Qué otro fin pretende el ejercicio de la voluntad sino prestar una ayuda sistemática al espíritu en la guerra de la libertad, guerra que se ha de sostener contra el dominio tiránico del cuerpo. Así que la primera condición del carácter es la guerra contra nosotros mismos para poner orden en el salvaje entramado de las fuerzas instintivas.

Todos los seres humanos, por muy materialistas que sean, elogian al hombre en quien el espíritu triunfa sobre la materia. Quien vive con entereza sus convicciones, despreciando la ironía y el respeto humano – el qué dirán de los demás- es un hombre de carácter.

Los obstáculos para la formación del carácter son la pasión o defecto dominante; la falta de paciencia con la propia educación; el miedo a qué dirán; y la falta de conocimiento de sí mismo. La vida agitada hace que el ser humano no disponga nunca de ratos de silencio, de reflexión o de desarrollo de su espíritu. No se conoce y no puede ir creciendo en el espíritu.

En el alma, pues, hay una lucha continua entre el bien y el mal. Apenas contábamos cinco o seis años y ya sentíamos los primeros movimientos del enemigo. Sentimos algo en nosotros que nos impulsaba hacia el mal. Un peso de plomo que trata de hundirnos en el abismo sin fondo de la ruina moral. Una terrible herencia, la inclinación al mal, consecuencia del pecado original. El criminal va adquiriendo fuerzas en nuestro interior por sí mismo y crece, aunque no lo cuidemos; pero para ser santo es necesaria una labor perseverante y ardua en la educación de nosotros mismos.

De quien no se priva de una cosa lícita no se puede esperar que rehúse todas las prohibidas. Sin sacrificio ni abnegación no se puede lograr nada grande en esta tierra. En la vida todo el mundo hace sacrificios, la diferencia estriba tan sólo en el motivo por el que lo hacen. Por ejemplo, el avaro vive miserablemente, sacrificándose por ahorrar; para este fin ahoga todos sus deseos, vive sin alegrías y sin amigos.

La pasión en sí misma no es mala, tan sólo lo es la desenfrenada. La formación del carácter no exige que extirpemos nuestras pasiones, sino que las convirtamos en aliadas. Por tanto, no sigamos sus consejos, porque la pasión puede ser mala consejera, pero aprovechemos sus fuerzas, pues son resortes poderosos si se emplean bien.

El carácter brota del trabajo metódico, perseverante y formativo. Hay que pensarlo bien, emprenderlo con tesón y perseverar con constancia.

Todo es capaz de soportar el hombre, excepto un bienestar continuo.

Las enormes fortunas no ha podido amontonarlas un solo hombre. Muchos obreros y empleados las regaron con su sudor, por lo mismo, se debe invertir bastante de tales fortunas en el bien común.

La modestia en los deseos ya es una fuente de ganancia. La austeridad en el gasto educa el carácter y aumenta el sentimiento de independencia, mientras que el derroche induce a la ligereza y la ruina.

Uno de los primeros medios para el robustecimiento de la voluntad es precisamente el trabajo que obliga al esfuerzo continuo y minucioso. Quien trabaja no tiene tiempo de estar descontento, de rebelarse contra su suerte. Aún más: el trabajo nos absorbe y hasta nos hace olvidar las pequeñas molestias y preocupaciones de la vida.

Corre un gran riesgo el que fácilmente aprende: -Yo no tengo que estudiar, tengo talento – Pero el talento no es una ciencia, sólo es el medio para alcanzarla. Y muchos jóvenes de buenas cualidades fracasan porque no hacen fructificar el talento que Dios les ha dado.

Los sentimientos, la imaginación y el temperamento ejercen gran influencia sobre la voluntad. Como es casi imposible dominarlos por completo, la voluntad del hombre no goza de plena libertad.

Muchos crímenes, discordias, peleas, envidias, ofensas, riñas, no provienen de una mala voluntad, sino de una voluntad débil, no ejercitada en dominar los sentimientos intensos.

¿Te pisa alguien el pie? No saltes enfadado, sino di para tus adentros – A costa de este dolor seré capaz de dominarme más a mí mismo – Ser dueño de tus propios sentimientos, sin dejarse arrastrar por ellos, es el grado más alto de la perfección espiritual.

La falta de memoria proviene por lo común de una voluntad indisciplinada. 

Ejercítate cada día en vencerte a ti mismo, aunque sea sólo en algo insignificante, y así, tras un ejercicio de años, alcanzarás una fuerte voluntad.

Los romanos llamaban Virtus tanto a la virtud como a la fuerza, esto significa que no hay virtud sin esfuerzo. Tanto adelantarás en el bien cuanto sepas dominar tu voluntad.

lunes, 14 de octubre de 2019

Una critica de cine

Esta semana fui a ver una película, Ad astra que en español significa Hacia las estrellas. Soy aficionado de alguna manera a la ciencia ficción , y por eso quise ir a verla, si bien poco voy a cine. Me llamó la atención que no ha generado mayor reacción en los medios y la razón está en lo que encontré en un blog cuando estuve averiguando previamente acerca de la película. El autor de la entrada, que leí con atención, hace una reflexión acerca de la película e intenta mostrar que independientemente de la intención del guionista, la película habla sobre Dios y desde un punto de vista cristiano. Eso me acicateó el deseo de ir a verla, pero a su vez me explicó la falta de atención por parte de los críticos. Me corroboró que ese hablar de Dios es cierto y no pasó inadvertido para los directivos de los medios de comunicación. Hablar de Dios está prohibido.

El blog argumenta que el padre del protagonista representa a Dios Padre que no se congracia con el pecado del mundo y está enviando un castigo a la humanidad. Ahí es donde entra a jugar la intermediación del protagonista, el hijo. Éste representa a Dios Hijo como intermediario ante Dios Padre y que en un momento dado se sacrifica por nosotros. También argumenta que en cierta manera habla acerca del Silencio de Dios que fue tratado por la película Silencio.

No estoy de acuerdo con la interpretación. Pienso que la película habla sobre nuestra manera de relacionarnos con Dios. Estoy de acuerdo en que diferentes escenas de la primera mitad invitan a darse cuenta de ello: la oración de los navegantes interplanetarios para que San Columbus los proteja, la oración claramente cristiana cuando lanzan al espacio a uno de los tripulantes que fallece o la anotación del padre del protagonista cuando en un email que le envía años atrás, antes de desaparecer en el borde del sistema solar, le menciona que en el espacio profundo se siente más viva la presencia de Dios.

A partir de aquí voy a revelar parte del desarrollo de la película. Si no la ha visto y desea verla, vuelva a este punto después de hacerlo.

El protagonista es un astronauta militar un poco autista. Esta particularidad es la que le permite mantener la sangre fría aún en los momentos más difíciles. Pero también le ha impedido establecer vínculos afectivos con otros. El caso más patente es el rompimiento con su esposa. No le es posible expresar su afectividad. El caso es que llega a manos del protagonista un video no revelado al público en que el padre de éste, el capitán de una misión espacial científica, confiesa haber asesinado a buena parte de la tripulación por haber querido ésta regresar a La Tierra a pesar de no haber concluido el objetivo de la misión. Tal vez por ello hacen mención a un tal “San Columbus” en escena previa ya comentada, recordando las dificultades de Cristóbal Colón con sus marineros en un viaje al borde del océano Atlántico. Tal revelación desgarra al protagonista que comprende el horror de tal afirmación: su padre puso por encima de la vida de las personas el objetivo misional.

Las cosas se dan para que el hijo viaje hasta el borde del sistema solar a encontrarse con el padre y traerlo de vuelta a La Tierra. En el fondo, se trata del enfrentarse del hijo al fantasma de su padre al que no ve hace treinta años y al que creía muerto. En el encuentro entre padre e hijo nos enteramos que hubo una segunda lucha entre los miembros de la misión y que sólo queda vivo el capitán, es decir, el padre del protagonista. Todos los tripulantes han muerto. La continuidad de la misión lo exigía. La locura del padre se mantuvo a lo largo de más de diez años...

La misión científica tenía como objetivo escanear los sistemas solares del universo conocido buscando señales de vida inteligente extraterrestre. El problema que originó el discurrir de la película fue que el último combate entre padre y rebeldes ocasionó daños que están enviando tormentas eléctricas hacia el interior del sistema solar que afectan al planeta Tierra poniéndolo en peligro de extinción. Para el padre el problema es que la misión no encontró ninguna señal de vida externa al sistema solar y no le gusta. Cree que es un error, desea permanecer y seguir buscando. Su discurso habla sobre el avance de la humanidad y que unos cuantos individuos no deben entorpecer dicho progreso. El hijo se encarga de cumplir su misión: destruir la nave, la cual genera las tormentas eléctricas. Este punto es el que lo convierte en un redentor de la humanidad. Convence al padre de regresar argumentándole que no descubrir ninguna señal de vida en el universo conocido es un hallazgo científico importante que ya hizo valiosa a la misión. Este giro aparentemente es una forma de ir cerrando el tema, pero no. Es un tema filosófico. Estar sólos en el Universo nos lleva a pensar más enfocadamente en nuestro creador, y en las preguntas fundamentales, ¿quiénes somos? y ¿cuál es nuestra misión?

Pasando de una nave a otra, antes de que ésta explote por causa de una bomba nuclear que está en cuenta regresiva, el padre trata de soltarse del hijo y quedar flotando en el espacio para morir allí. Lo que es importante para la película es la angustia del hijo, primero no queriendo soltar al padre, pero luego dándose cuenta que debe soltarlo. No es sólo un soltarlo físico. Es el momento de soltarlo psicológicamente. De liberarse de la presencia de ese fantasma con el que cargó durante treinta años.

En el viaje de regreso nos explican que el hijo copió en un disco duro todos los datos recopilados por su padre acerca de miles de planetas regados por todo el universo. En el largo viaje de regreso a La Tierra medita sobre la ceguera de su padre: buscando una cosa no fue capaz de ver lo grandioso y hermoso de la creación.

Una vez en La Tierra, la experiencia liberadora de soltar a su padre lo lleva a iniciar una nueva lucha, enfocar su autismo para aislar el ruido y concentrarse en lo esencial: en disfrutar de los sencillo y en amar y ser amado.

Mi interpretación, a diferencia de la ya citada, es que el padre representa a los humanistas, aquellos científicos, políticos y poderosos que dicen amar a la humanidad, pero que desprecian a los individuos. Aquellos cuya soberbia científica les impide sorprenderse con el milagro de la vida que brota a borbollones alrededor nuestro. Son los humanistas contra los que ha luchado en todo tiempo la Iglesia. Y el hijo representa a los seres humanos que luchamos por soltarnos de la influencia de éstos humanistas y de nuestra continua lucha interior por aprender a ser un verdadero ser humano. La historia acaba esperanzadora porque el hijo descubre que su misión es aprender a amar y a ser amado. Nos representa a todos y cada uno de nosotros.