Columna de opinión de Lauren Enriquez. New York Times, 27 de febrero de 2017.
A los pocos días de la elección de Donald J. Trump, la izquierda estadounidense, nuevamente animada en la oposición, manifestó un grito de protesta: "El amor triunfa sobre el odio". Inherente al lema es la idea de que el señor Trump defiende la división y la discriminación, en tanto que sus oponentes representan el amor y la inclusión. En ningún sitio fue más visible este sentimiento que en la Marcha de las Mujeres en Washington al día siguiente de la inauguración del mandato presidencial.
Sin embargo, en aquel momento y desde entonces, está perdido en medio de la acción cualquier sentido de lo que el movimiento representa; en última instancia, se estableció el sentido de aquello por lo que el movimiento está en contra: no sólo la caricatura de un Sr. Trump como misógino inclinado a enviar a las mujeres a los Estados Unidos de la década de 1950, sino también todo lo relacionado con él. Tal vez lo más importante es que mientras la Marcha de las Mujeres afirmaba defender el amor, la no violencia y la inclusión, sus organizadoras se negaron de manera firme a extender esa "inclusión" a las mujeres pro-vida.
No podemos pasar por alto el significado de este acto, porque revela una grieta fatal en la armadura del nuevo movimiento de resistencia feminista: su posición radical sobre el aborto. Este movimiento no será capaz de unir a las mujeres estadounidenses porque rechaza la posición que la mayoría de las mujeres estadounidenses tienen acerca del aborto - que debe ser completamente ilegal, o legal, pero con restricciones significativas.
Según la última Encuesta Marista financiada por los Caballeros de Colón, un sondeo anual de opiniones sobre el aborto, poco más de la mitad de todas las mujeres quieren ver más restricciones sobre el aborto. Para millones de mujeres, incluidas jóvenes como yo, esto no es sólo una postura política; involucra muchas áreas de nuestras vidas como mujeres. Para nosotras, la "resistencia" tiene que incluir la oposición a la mentira de que la libertad puede ser comprada con la sangre de nuestros hijos pre-nacidos.
Rechazamos la idea de que necesitamos el libre “aborto por demanda”, sin disculpas. Estamos ofendidas por los esfuerzos beligerantes de los medios de comunicación de retratar el movimiento pro-aborto como normal, mientras hace oidos sordos ante las millones de nosotras que creemos que las mujeres merecen algo mejor que el aborto. Rechazamos una caústica minoría que dice hablar en nuestro nombre y nos excluye del "movimiento de mujeres".
Las mujeres contra el aborto rechazan la versión del "feminismo" que infiere que no podemos ser iguales a los hombres a menos que desaparezca lo que es único acerca de nosotras como mujeres: nuestra capacidad de proteger, fomentar y nutrir una nueva vida dentro de nuestros cuerpos. Nos resistimos a la sabiduría convencional de que las mujeres tendrán éxito en la escuela, la carrera profesional y la vida sólo si relegamos la maternidad a un momento "ideal" difícil de alcanzar en el tiempo. Rechazamos la presión para que creamos que matar a nuestras hijas y vivir una vida plena es complementario. No lo es.
Como mujer que ha estado involucrada en el movimiento pro-vida por toda mi vida adulta, quiero borrar el estereotipo de que las personas que trabajan para acabar con el aborto odian a las mujeres. Mi movimiento empodera a las mujeres de maneras tangibles. En Human Coalition, donde trabajo, extendemos ayuda tangible y compasiva a mujeres embarazadas que creen que el aborto es la mejor o única opción disponible para ellas. Este es un grupo poblacional desatendido, y estamos trabajando para estar en el combate a favor de ellas.
Grupos como el nuestro trabajan con cada mujer para identificar las circunstancias únicas que la han hecho sentir impotente, y luego respondemos a esas necesidades. Eso puede significar ir con ellas a solicitar servicios de seguridad social; ayudándolas a asegurar viviendas seguras y asequibles; encontrando soluciones de cuidado de niños; o ayudarlas a mejorar su currículum y a encontrar empleo. No hay debate: Las mujeres se enfrentan a obstáculos durante el embarazo. Pero me niego a aceptar que la venta ambulante de la muerte ante la crisis pueda realmente alguna vez empoderar a una mujer.
Y no son sólo las mujeres pro-vida las que sienten de esta manera. Los hombres junto con los que trabajo quieren acabar con el aborto no porque quieran controlar a las mujeres, sino porque están de acuerdo en que el sacrificio de los hijos de una mujer a cambio de su éxito es inimaginable.
Los hombres con los que trabajo están creando una cultura en la cual sus propias esposas, hijas y hermanas son fortalecidas y apoyadas. Están haciendo impensable el aborto al extender compasión y esperanza en una sociedad donde los hombres han usado demasiado a menudo el aborto para oprimir y explotar a las mujeres.
Si un movimiento quiere hablar por mí como mujer, entonces debe ser lo suficientemente amplio como para tomar mis firmes creencias, y aceptarlas como corriente de pensamiento. Las mujeres que desafían el movimiento del aborto saben que nuestro poder no está en un puño cerrado o un acto de violencia contra cualquier persona - especialmente no contra nuestros propios niños pre-nacidos. Más bien, nuestro poder consiste en elevar el statu quo del aborto exigiendo más por nosotras mismas, por nuestras familias y por nuestros hijos.
Fuente: https://www.nytimes.com/2017/02/27/opinion/how-the-new-feminist-resistance-leaves-out-american-women.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario