martes, 28 de marzo de 2017

El Purgatorio

El otro día iban mi esposa y nuestras hijas en el transporte público y una señora se dio la vuelta y le preguntó sobre su prioridad para la educación de las niñas. Mi esposa respondió desprevenidamente que la fe en Dios. Por sus palabras esta señora denotó que era cristiana católica, así que, en vez de compartir la alegría de la Fe, movió la conversación según su ánimo proselitista. “En ningún lugar de la Biblia se habla del purgatorio”. Evidentemente era cristiana protestante de alguna denominación.

El tema es importante ya que, efectivamente, en la Biblia no se habla en ningún momento del Purgatorio. Dicha palabra procede del latín tardío, medioval, purgatorium o purgatorius que significa que limpia o purifica.

Mi concepto acerca de la sustentación bíblica estaba puesta en Macabeos: “Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.” (Mc II 12,44-46). Pero como ya lo he explicado en otra entrada, los protestantes no consideran “inspirado” dicho libro. Así que pensé que no había medios para argumentar.

Los protestantes basan su punto de vista en, por ejemplo, la carta a los hebreos:

"Y del mismo modo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación." (Heb 9,27)

Explican que “Dios nos dice que quienes rehúsan confiar en Cristo para ser limpiados de sus pecados, son condenados: El que cree en Él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios (Juan 3:18). Hay sólo dos posibilidades de elección: El que cree al Hijo vive de vida eterna; pero el que se niega a creer no conocerá la vida, siendo merecedor de la cólera de Dios (Juan 3:36; vea también Apocalipsis 20:15; Lucas 16:19-31, especialmente el versículo 26). Cualquiera que acepte a Cristo es salvado completamente: Ahora, pues, se acabó esta condenación para aquellos que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Al decir que no hay condenación, ciertamente elimina las llamas del purgatorio.”[1]

En general, sólo consideran dos posibilidades como resultado del Juicio personal: cielo o infierno. No aceptan que haya una tercera posibilidad, la del cielo previa una purificación.

El evangelio según Mateo nos refiere:

"Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»

Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.

Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" Y encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»" (Mateo 18, 21-35)

Es interesante el final de la parábola porque da a entender que no lo condenó a la muerte, sino que “lo entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía”.

He aquí una referencia a una carta de Pablo:

“Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.

Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.

Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.” (I Cor 3, 10-15)

De nuevo un dato interesante: "Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego."

Orígenes (185 – 254 d.C.), uno de los primeros apologistas cristianos, explica el texto así: "Porque si sobre la base de Cristo, has construido no sólo oro y plata sino piedras preciosas; sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas cuando el alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y caña y paja y de este modo manchar el reino de Dios? ¿o en razón de estos obstáculos podrías quedarte sin recibir premio por tu oro y plata y piedras preciosas? Ninguno de estos casos es justo. Queda entonces, que serás sometido al fuego que quemará los materiales livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender las cosas del cielo está llamado el fuego purificador.

Pero este fuego no consume a la criatura, sino lo que ella ha construido, madera, caña o paja. Es manifiesto que el fuego destruye la madera de nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el premio de nuestras grandes obras." (Origenes P. G., XIII, col. 445, 448).

Tambien el Evangelio de Mateo nos transmite una enseñanza de Jesús: “Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.” (Mt 12, 32)

Gregorio Magno (540-604) comentó de este texto: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro (Mt 12, 32), es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

Así que entre los primeros Padres existía la idea de una tercera opción tras el juicio, aún sin darle la denominación específica de Purgatorio.

El apocalispsis nos dice, refiriéndose a la Jerusalem celestial, que “Nada profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero.” (Ap 21, 27). Preguntémonos, si algún hermano nuestro cree en Dios Hijo y de ese modo es merecedor de vivir la vida eterna, pero tiene faltas veniales y no está purificado para presentarse a la Gloria de Dios, ¿cómo es juzgado? ¿Muerte eterna? ¿Vida eterna? ¿No hay otra posibilidad?





[1] Bajado de https://www.chick.com/es/reading/books/141/141_07.asp el 28 de marzo de 2017

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