El otro día iban mi esposa y
nuestras hijas en el transporte público y una señora se dio la vuelta y le
preguntó sobre su prioridad para la educación de las niñas. Mi esposa respondió
desprevenidamente que la fe en Dios. Por sus palabras esta señora denotó que
era cristiana católica, así que, en vez de compartir la alegría de la Fe, movió
la conversación según su ánimo proselitista. “En ningún lugar de la Biblia se
habla del purgatorio”. Evidentemente era cristiana protestante de alguna
denominación.
El tema es importante ya que, efectivamente, en la Biblia no se habla en ningún momento del Purgatorio. Dicha
palabra procede del latín tardío, medioval, purgatorium
o purgatorius que significa que limpia o purifica.
Mi concepto acerca de la
sustentación bíblica estaba puesta en Macabeos: “Pues de no esperar que los
soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los
muertos; mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los
que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso mandó
hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran
liberados del pecado.” (Mc II 12,44-46). Pero como ya lo he explicado en otra entrada, los protestantes no consideran “inspirado” dicho libro. Así que pensé
que no había medios para argumentar.
Los protestantes basan su punto
de vista en, por ejemplo, la carta a los hebreos:
"Y del
mismo modo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el
juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para
quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya
con el pecado a los que le esperan para su salvación." (Heb 9,27)
Explican que “Dios nos dice que
quienes rehúsan confiar en Cristo para ser limpiados de sus pecados, son
condenados: El que cree en Él no se pierde; pero el que no cree ya se ha
condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios (Juan 3:18). Hay sólo dos
posibilidades de elección: El que cree al Hijo vive de vida eterna; pero el que
se niega a creer no conocerá la vida, siendo merecedor de la cólera de Dios
(Juan 3:36; vea también Apocalipsis 20:15; Lucas 16:19-31, especialmente el
versículo 26). Cualquiera que acepte a Cristo es salvado completamente: Ahora,
pues, se acabó esta condenación para aquellos que están en Cristo Jesús
(Romanos 8:1). Al decir que no hay condenación, ciertamente elimina las llamas
del purgatorio.”[1]
En general, sólo consideran dos posibilidades como resultado del Juicio personal: cielo o infierno. No aceptan que haya una tercera posibilidad, la del cielo previa una purificación.
El evangelio según Mateo nos
refiere:
"Pedro
se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las
ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.
Al ver sus
compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor
todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo
malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No
debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me
compadecí de ti?" Y encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta
que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre
celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»" (Mateo
18, 21-35)
Es interesante el final de la
parábola porque da a entender que no lo condenó a la muerte, sino que “lo
entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía”.
He aquí una referencia a una
carta de Pablo:
“Conforme a la
gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y
otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner
otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este
cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada
cual quedará al descubierto; la manifestará el Día que ha de revelarse por el
fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
Aquél, cuya
obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.
Mas aquél,
cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo,
pero como quien pasa a través del fuego.” (I Cor 3, 10-15)
De nuevo un dato interesante: "Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego."
Orígenes (185 – 254 d.C.), uno de
los primeros apologistas cristianos, explica el texto así: "Porque si
sobre la base de Cristo, has construido no sólo oro y plata sino piedras
preciosas; sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas cuando el
alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y caña y paja y
de este modo manchar el reino de Dios? ¿o en razón de estos obstáculos podrías
quedarte sin recibir premio por tu oro y plata y piedras preciosas? Ninguno de
estos casos es justo. Queda entonces, que serás sometido al fuego que quemará
los materiales livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender
las cosas del cielo está llamado el fuego purificador.
Pero este fuego no consume a la criatura, sino lo que ella
ha construido, madera, caña o paja. Es manifiesto que el fuego destruye la
madera de nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el premio de nuestras
grandes obras." (Origenes P. G., XIII, col. 445, 448).
Tambien el Evangelio de Mateo nos
transmite una enseñanza de Jesús: “Y al que diga una palabra contra el Hijo del
hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le
perdonará ni en este mundo ni en el otro.” (Mt 12, 32)
Gregorio Magno (540-604) comentó
de este texto: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas
ni en este mundo ni en el otro (Mt 12, 32), es señal de que hay faltas que sí
son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las
faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso
ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".
Así que entre los primeros Padres
existía la idea de una tercera opción tras el juicio, aún sin darle la denominación
específica de Purgatorio.
El apocalispsis nos dice,
refiriéndose a la Jerusalem celestial, que “Nada profano entrará en ella, ni
los que cometen abominación y mentira, sino solamente los inscritos en el libro
de la vida del Cordero.” (Ap 21, 27). Preguntémonos, si algún hermano nuestro cree
en Dios Hijo y de ese modo es merecedor de vivir la vida eterna, pero tiene
faltas veniales y no está purificado para presentarse a la Gloria de Dios, ¿cómo
es juzgado? ¿Muerte eterna? ¿Vida eterna? ¿No hay otra posibilidad?
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