sábado, 27 de enero de 2018

Política, corrupción e ideología de género

Para un ser humano de fe, todo se mira con los ojos de la fe. Hoy quisiera conectar temas aparentemente disímiles: política, corrupción e ideología de género.

Para empezar el tema debo hacer referencia a dos agrupaciones muy comunes en todo país, y que en el imaginario colectivo se asocian con el capitalismo unos y con el socialismo otros: gremios económicos y gremios de trabajadores. Los gremios económicos actúan igual que los gremios de trabajadores: una vez ganado un beneficio, ya no lo agradecen, sino que lo asumen como derecho y empiezan a exigirlo. En específico, hablemos de los beneficios legales que se establecen en las reglas de juego de un sistema económico como resultado de una coyuntura específica. Reglas de juego que denominamos leyes. Emanan del Congreso, en donde personas, elegidas por los ciudadanos, discuten propuestas y mediante un trámite afinan el contenido de las mismas en pro del beneficio de la sociedad, es decir, de los ciudadanos y su convivencia pacífica, y que finalmente se promulgan como de obligatorio cumplimiento.

Si un gremio empresarial o de trabajadores siente que las reglas de juego van a cambiar para desmontar un beneficio sobre su gremio, empiezan a presionar a los legisladores para que no se desmonte el mismo. Se llama cabildeo o lobby. Su origen es permitir que los afectados hagan oír sus voces y pongan sobre la mesa consideraciones que a lo mejor no se habían tenido en cuenta. Pero el ser humano tiende a tener una visión limitada y cree firmemente que lo que tiene no lo debe dejar perder. Si el gremio es grande, tiene poder económico y hace uso de él, presionando a los legisladores, pagándoles si lo consideran necesario, para que no desmonten el sistema de beneficios, así las circunstancias del país, o la región, o el sector económico hayan cambiado y dicho beneficio ya no sea provechoso para el bienestar general sino sólo para el de dicho grupo. Sólo dos ejemplos: exenciones tributarias para las empresas de cierto sector económico, sistemas pensionales especiales para cierto gremio de trabajadores.

El sistema sindical y empresarial premia a aquellos directivos o representantes que logran mantener sus beneficios, u obtener adicionales. Son sistemas viciosos. Es de prever que el sistema político tienda a corromperse ante los embates del sistema económico y por ello se crean contrapesos para desestimular la corrupción: la independencia de las ramas ejecutiva, legislativa y judicial, y la creación de organismos de control. Pero si el poder económico de unos pocos crece, también crece su poder político y su capacidad para lograr presionar no sólo en un eslabón de la cadena, sino en varios eslabones simultáneamente.

Colombia estuvo sometido durante varias décadas a la visión mafiosa de los narcotraficantes, dicha visión fue una expresión exagerada de la visión facilista del inmoral, aquel que busca maximizar el beneficio propio minimizando el trabajo, explotando sin consideraciones la debilidad y la honestidad de los que se encuentran a su alrededor. Bajo dicha visión, la sociedad se acostumbra a premiar a los que parece poseen dinero. El inmoral logra escalar socialmente y salir de la pobreza material. El ciudadano que carece de bienestar material y espiritual, que quiere ser parte de ese espejismo de éxito tiene dos opciones, o volverse traficante de algo, o colocarse en puestos de poder administrativo que tengan que ser tocados por el poder económico para defender sus intereses. Ya no solo buscan los puestos de servidor público para garantizar su estabilidad laboral y su futura pensión (al menos hasta hace poco). Los mejores representantes de esa opción son los políticos que acceden, ya sea al poder ejecutivo, ya sea al legislativo, a veces alternando entre uno y otro, porque adicional a su abultado sueldo y prestaciones, tienen poder de veto o de propuestas, y pueden pedir contraprestación a la acomodación de su visión a la del mejor postor.

Pero el panorama económico mundial ha cambiado. Las empresas grandes se fusionan generando monstruos empresariales con un poder incalculable. Y la corrupción ya no es a nivel de organismos regionales, ya no sólo afecta entidades del orden nacional, sino también a los organismos internacionales.

Una vez establecida la corrupción en el poder ejecutivo y legislativo, se empiezan a minar los poderes judiciales y de control.

Es inmoral la visión del escalamiento social a costa del traficar. Es inmoral la visión de lucrarse de subvenciones, beneficios fiscales o prestacionales. Es inmoral sobornar al servidor público para que se convierta en servidor de intereses particulares. Es inmoral premiar socialmente a aquellos que gozan de bienes materiales sin mediar otro tipo de consideraciones.

Una pregunta que me realizan mucho cuando hablo de la ideología de género es - ¿Pero quién está interesado en financiar una ideología absurda y destructiva como esa, fuera de la minoría que se siente identificada con sus preceptos?

Hay tres intereses entremezclados de gran poder: los gremios económicos que se nutren de sus frutos, los ingenieros sociales, y las mafias de la corrupción. No puedo dejar de añadir algo sobre los ingenieros sociales. Hace referencia a aquellos que dicen amar a la humanidad, pero que desprecian a los individuos. Apoyan procesos sociales y culturales que limiten el crecimiento de los que consideran indeseables, por temor a la escasez de recursos, a revueltas sociales, a la pobreza, a sus propios fantasmas… Los procesos sociales y culturales que actualmente apoyan son el aborto, la eutanasia y la ideología de género. Las tres limitan el crecimiento de la población. La degradación moral asociada es un costo que piensan no les va a afectar.

Quienes presionan su implantación en las leyes nacionales son los oficiales de los organismos internacionales, en contravía a los mandatos de la Asamblea General de la ONU. Los que la financian son los dueños de las multinacionales que se lucran con las actividades asociadas a dicha industria de la muerte y quienes corrompen son las mafias que actúan de intermediarias.

¿Quién se opone? La Iglesia.

El 15 de junio de 2017 el Papa Francisco citó al teólogo francés, Henri de Lubac que decía: “el peligro más grande es la mundanidad espiritual, que es la corrupción, y que es más desastrosa que la infame lepra”. Para el Papa la corrupción es “el lenguaje de las mafias y de las organizaciones criminales en el mundo” y sostiene que el corrupto “olvida pedir perdón porque está sacio y lleno de sí”. Y añadió que “la corrupción es la peor plaga social porque genera gravísimos problemas y crímenes que implican a todos”. Son palabras escritas en la introducción de la obra “Corrosión”, la cual fue escrita por el cardenal ghanés Peter Tuckson, prefecto del nuevo Dicasterio del Desarrollo Humano Integral, en conjunto con el filósofo y miembro de esa institución vaticana Vittorio Alberti.

Y cito las palabras del Papa Francisco porque la religión, cualquiera que se quiera denominar así, es decir, cualquier conjunto de normas destinadas a religar al ser humano con Dios, es fuente de enseñanzas morales y espirituales para combatir la corrupción de la política y la destrucción del bienestar común.

Los corruptos le temen a la religión porque los ricos espirituales no se dejan deslumbrar por la riqueza material. En la jerarquía y en el pueblo de Dios puede haber manzanas corruptas, pero el núcleo de la religión es la riqueza espiritual y por eso subsiste en medio de los medios más corrompidos.

Los ojos de la fe observan una combate espiritual en donde aquellos que se han dejado engañar por el padre de la mentira, el que ofrece los espejismo de la riqueza, el poder o el hedonismo, atacan a los humildes, los honestos, los débiles, aquellos que precisamente son los predilectos de Dios. La mentira los ha convencido de que algo ganarán. Lo cierto es que ya han perdido. Por ahora, la paz en el corazón, la inocencia, la alegría y en el futuro: se juegan la vida eterna.

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