En latinoamerica ha habido un importante crecimiento de las iglesias protestantes y otro conjunto de congregaciones de muy variado origen y credo. En consecuencia se ha vuelto frecuente para los católicos tener contacto con familiares y amigos que profesan en iglesias cristianas no católicas . El conversar con algunos de estos hermanos protestantes es enriquecedor, pero para muchos se vuelve algo peligroso porque se sienten cuestionados en su fe y prácticas religiosas. Ser cuestionado no debe volverse de manera alguna en motivo de temor ya que todo cristiano debe cuestionarse continuamente su proceso espiritual si desea crecer en este sentido. Toda la predicación de Jesús fue un constante cuestionamiento a sus contemporáneos y los Evangelios son un cuestionamiento a cada uno de los que de manera honesta busquemos la verdad y el conocimiento de Dios.
En mi caso particular recuerdo una compañera de trabajo que había sido monja pero que colgó los hábitos y profesaba en una iglesia protestante para la época en que la conocí. No me cabe duda que su vocación nunca fue la vida religiosa y por ello su abandono. Pero su vocación sí era la búsqueda del amor de Dios. Recientemente las conversaciones con un par de amigas a las que llegamos por medio de nuestras hijas me han permitido un inicial acercamiento a la visión e interpretación de las escrituras por parte de los protestantes. No me sorprende que cada una de las tres mujeres que menciono tenga su propia visión en ciertos aspectos, dado no solamente por su propia historia de vida, sino porque cada una de las tres pertenece a una iglesia diferente y por tanto su interpretación de las escrituras tiene un ligero matiz diferencial.
Lo que aquí escribo obedeció inicialmente a exponerle cuestiones fundamentales sobre el Bautismo a un amigo cuya esposa abandonó la Iglesia Católica y empezó a asistir a una cristiana no católica. El escrito se convirtió luego en una reflexión personal de entendimiento de esa fe que profesan los protestantes, pero sobre todo de respuesta, en primer lugar a mí mismo, y en segunda instancia al lector que acaso llegue a tener, acerca de mi convicción en la profesión de Fe en el Credo de la Iglesia Católica.
A medida ha crecido el escrito he ido introduciendo otros temas relacionados con la ignorancia de mis propios correligionarios o cuestiones que ayuden a amistades protestantes a no difundir críticas infundadas hacia la Iglesia Católica.
Espero haber sido suficientemente respetuoso con los protestantes, pues no está en mi ánimo ofenderlos sino aclararles mi fe. En mis conversaciones con ellos siento el impulso de mirarlos como a niños que aún no han madurado su fe, pero últimamente me doy cuenta que ellos también nos miran a nosotros del mismo modo, lo cual significa que hay mucho de prepotencia y poco de conocimiento mutuo.
Todas las citas bíblicas han sido sacadas de la traducción denominada Biblia de Jerusalén.
He procurado ser extensivo en las fuentes y ceñirme a las escrituras como fuente principal por cuanto el catecismo de la Iglesia Católica expone los libros y versículos de los cuales extrae sus enseñanzas. Pero sí hago uso del Catecismo cuando se trata de una cuestión de proclamación exclusiva de posición por parte del Magisterio de la Iglesia. Si en algo me he equivocado y voy en contravía del Magisterio de la Iglesia, me retracto de antemano. Téngase en cuenta que este escrito no es de carácter general sino particular y agradezco la misericordia de aquel que me saque del error que en mí haya.
No juzguen por razón del expositor, pues pecador es, sino por razón de los argumentos.
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