Dice San Pedro en su primera carta: “Y así se nos hace más
firme la palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención,
como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante
en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero, ante todo, tened presente
que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque
nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos
por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (I Pe 1, 19-21) Y luego, respecto
de las cartas de San Pablo: “Consideren que las demoras de nuestro Señor son
para nuestra salvación, como lo escribió nuestro querido hermano Pablo con la
sabiduría que le fue dada, e insiste sobre esto en todas sus cartas. Hay en
ellas algunos puntos difíciles de entender, que los ignorantes y poco firmes en
la fe interpretan torcidamente para su propio daño, como hacen también con las
demás Escrituras.” (II Pe 3, 15-16)
Con lo cual se entiende que el apóstol Pedro opinaba que la
interpretación de los misterios de Dios no es bueno hacerlo por cuenta propia, pues de otro modo podría llevar a una mala interpretación. No quiere decir esto que la Iglesia Católica prohíba
de algún modo leer las escrituras y dejarse llevar por las escrituras para la
oración personal[1]. Al contrario. Ni siquiera
históricamente. El Padre Miguel Angel Fuentes, sacerdote I.V.E. referencia a los autores Tuya
y Salguero: “Mucho antes de que Lutero iniciase la reforma protestante,
existían numerosas versiones de la Biblia en las lenguas vulgares de muy
diversos países. Según el P. A. Vaccari, entre los años 1450 y 1500 se cuentan
unas 125 ediciones diferentes de la Biblia, lo que demuestra cuán extendida
estaba su lectura. En España, se leía la Sagrada Escritura en romance ya antes
de Alfonso X el Sabio (1252-1284). En Alemania, se hizo una versión en 1466, de
la que aparecieron 15 ediciones antes del año 1500. La primera edición en
lengua vulgar italiana, se publicó en Venecia el año 1471, de la que se conocen
nueve ediciones antes de 1500. En Francia, también se hizo una traducción el
año 1477, que tuvo tres ediciones antes del año 1500”[2]. Lo que
no permite la Iglesia Católica es la difusión como doctrina de las
iluminaciones personales. Para ello está el Magisterio de la Iglesia.
Jesús oró reiteradamente por una sola Iglesia bajo un solo
Pastor. Pero se cuentan varios miles de denominaciones protestantes, todas
ellas bajo el principio de la “Sola Scriptura” y en contradicción unas con
otras en cuestiones medulares. Eso nos dice claramente que no basta solamente
la Escritura. De hecho, los protestantes dicen que la Biblia es la única norma de fe, doctrina y conducta, pero tal aseveración no figura en la Biblia. ¿Caen en contradicción?[3].
En Mc 12-24 se lee: "Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?" Juan Pablo II nos dice "... Cristo se encuentra aquí con hombres que se consideran expertos y competentes intérprete de las Escrituras. A estos hombres -esto es, a los saduceos- les responde Jesús que sólo el conocimiento literal de la Escritura no basta. Efectivamente, la Escritura es, sobre todo, un medio para conocer al Dios vivo, que se revela en ella a sí mismo, igual que se reveló a Moisés en la zarza"[4].
[1] Un equívoco extendido es expresar que en los
tiempos de la reforma la Iglesia prohibía la lectura de la Biblia. El tema
estaba más relacionado con que el pueblo llano no sabía leer. Muy pocos eran
los ilustrados en el leer y escribir. Lutero lo que implementó en su reforma es
que la liturgia fuese en lengua vernácula, no en latín, por lo menos en las
asambleas con el pueblo llano, dejando el latín para los monasterios, lo cual,
como se explicará más adelante, es un concepto ausente entre los protestantes en cuanto que no hay
comunidades de consagrados.
[2] P. Miguel Angel Fuentes, sacerdote I.V.E. en http://es.catholic.net/op/articulos/5739/cul-es-la-diferencia-entre-una-biblia-catlica-y-otra-protestante.html
[3] Lo infieren de II de Timoteo 3,16, pero inferir va en contra de la sentencia "Sola Scriptura".
[4] El celibato apostólico y la resurrección de la carne. Teología del cuerpo III. Juan Pablo II. Ediciones Palabra. 4ta edición, 2012.
[5] 101 preguntas y respuestas sobra la Biblia. Raymond E, Brown. Ediciones Sigueme. Salamanca 2006.
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