martes, 31 de mayo de 2016

La Sagrada Eucaristía

Este pasado domingo celebramos los católicos el Corpus Christi. He aquí que esta entrada argumenta sobre este pilar de nuestra fe.

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El signo de la Eucaristía, al igual que el pasaje del camino de Emaús, se compone de dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia del Pan. Liturgia es el trabajo que realiza el hombre con la mediación de Jesús para acercarse a su plenitud, que es Dios, más estrictamente es el “culto integral del Cuerpo Místico de Jesucristo, cabeza y miembros, a Dios”.

En relación a la Liturgia de la Palabra, nuestros hermanos protestantes no tienen ninguna objeción. Pero en relación a la Liturgia del Pan hay una fuerte diferencia.

La parte principal de la Liturgia del Pan es la consagración de las especies del pan y del vino a la manera que Jesús lo instituyó en la Última Cena. Es descrito en Mateo 26, 26-28; Marcos 14, 22-24 y Lucas 22, 19-20. San Pablo muestra cómo dicha tradición es parte de la primera iglesia en I Corintios 11, 23-26.

Tiene raíces en el Antiguo Testamento[1] en Génesis 14, 18: “Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo,” y en Éxodo[2] 12: “El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para la mañana; lo que sobre al amanecer lo quemaréis.” (Ex 12, 5-10).

A diferencia de los tres evangelios sinópticos mencionados, el evangelio según San Juan profundiza en el sentido de dicha institución: En Jn. 6, 1 y siguientes nos relata la multiplicación de los panes, a raíz de la cual surgen las siguientes palabras del Señor descritas en el evangelio según San Juan, capítulo sexto de los versículos 18 a 68 (Jn 6, 26-68):

“Procuren el pan que mi Padre les puede dar”.

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.” (51)

“En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.” (53)

“El que come mi carne y bebe mi sangre vive vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.” (54)

“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.” (55)

“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (56)

“Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mi.”(57)

“Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el que comieron vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre.” (58)

Es un capítulo bastante insistente en el tema. Cuando lo judíos lo impugnaban preguntándose ¿cómo puede éste darnos a comer su carne?, el evangelio según san Juan, en su idioma original, el griego antiguo, cambia del verbo fagéin y sus derivados (comer, consumir, ingerir), a trógon (ho trógon mou tén sarka), masticar, en el versículo 54, lo cual implica una matización mucho más radical aún que señala un sentido literal. El verbo se repite en Jn 13, 18, mientras se efectuaba la última cena de Jesús con sus discípulos[3].

En I Corintios, capítulo 10, San Pablo reconviene a dicha iglesia por su mala observancia de la Eucaristía (versículos 15-22). En el capítulo 11 San Pablo añade, “Por lo tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Cada uno, pues, discierna y luego podrá comer el pan y beber de la copa. El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no reconocer el cuerpo.” (versículos 27-29) El verbo “discernir” en este contexto significa “darse cuenta” (determinar; decidirse por la realidad de lo que está de fondo; distinguir la verdad de lo que está frente a uno) de la presencia que subyace frente a uno en la mesa del Señor. “… El discernir con el cernidor era la acción de darse cuenta, de identificar, de establecer un juicio certero de que lo que quedó después del ejercicio discernidor fue el trigo de verdad, lo que en realidad se buscaba, lo que importaba y daba sentido a la búsqueda. En otras palabras, el que no se da cuenta del verdadero cuerpo (mé diakrínon tó sóma [v. 28]) del Señor, el que no descubre esa realidad maravillosa que es Cristo mismo, se está metiendo en un grave problema que puede costarle la salud o la muerte…”[4]

Los hermanos cristianos separados, al igual que la Iglesia primitiva en sus primeras reuniones, parten el pan a manera de memorial. Pero la Iglesia en su crecimiento y evolución, por obra del Espíritu Santo, llegaría a darse cuenta de las múltiples riquezas de lo que son dones (regalos) de Cristo:

Una iluminación fue reconocer que dicho memorial era como una anticipación del regreso de Cristo.

Otra iluminación puede derivarse de la profundización del pasaje de Emaús. Dicho pasaje manifiesta que Jesús rememoró, delante de los ojos de los acompañantes, la acción de gracias, la bendición y la fracción del pan de la Ultima Cena, pero pareció que se esfumó inmediatamente después de eso. Pero ¿Jesús aún permanecía con los discípulos del camino de Emaús? ¿No fue ese momento una prefiguración de la presencia real de Cristo en la especie del pan?

También el hecho de que Jesús se aparecía sin abrir puertas ni ventanas en medio de sus apóstoles cuando éstos estaban encerrados compartiendo y rememorando podía verse como una huella de la prefiguración de la presencia del Señor en el memorial de la Última Cena.

Otra iluminación fue descubrir el componente “sacrificial” de la Última Cena por cuanto la Eucaristía vuelve a hacer presente la muerte del Señor hasta que vuelva. Se trata del sacrificio permanente, único y eterno de Jesús en la Cruz y que el único sacerdote es el mismo Cristo. El sacerdote oficia la liturgia del pan, pero es “Cristo mismo el sacerdote y la ofrenda”[5]. Por eso la liturgia de la Eucaristía se realiza en todas sus acciones y palabras como una ofrenda a Dios Padre por parte de Dios Hijo. De nuevo, el sacerdote sólo hace presente de manera sensible al Hijo, que es el Único que puede ofrecerse al Padre.

La Eucaristía, vista a la luz del maná, es el alimento que nos conserva la vida sobrenatural; vista a la luz de la ofrenda de Melquisedec, (pan y vino Gen 14, 18) es la ofrenda de los bienes de la tierra puestos al servicio de la vida sobrenatural; a la luz del sacrificio de Isaac, es la ofrenda de la vida humana en la persona de la víctima agradable al Padre, es el Cordero que salva de la muerte; y por último, en relación con los sacrificios que sella el pacto del Sinaí, es la inmolación de la víctima que sella la celebración de la Alianza Nueva y Eterna[6].

La conversión (transubstanciación) del pan y el vino en Cuerpo y Sangre ocurre por el poder de la acción del Espíritu Santo y por la eficacia de la Palabra de Cristo[7]. Esto quiere decir que se realiza cuando el sacerdote, como signo visible de la persona de Cristo, ejecuta el signo de la Epiclesis, es decir, cuando invoca al Espíritu Santo mediante la imposición de las manos encima de las especies del pan y del vino, y a continuación repite textualmente las palabras de Jesús tal como son relatadas en el Evangelio, sin cambios. Sin estos dos requisitos, no hay Cuerpo y Sangre del Señor, son sólo pan y vino.



[1] Veterotestamentario
[2] La Soteriología es la parte de la Teología que estudia la historia de la salvación de la humanidad gracias al sacrificio de Jesucristo.
[4] Ibid
[5] San Pablo en la carta a los Hebreos explica esto haciendo referencia al Antiguo Testamento respecto a Melquisedec rey de Salem y sacerdote, tanto en Génesis 14, 18-20 como en el Salmo 110, 4.
[6] Sofia Cavaleti. Historia de la Salvación.
[7] Numeral 1375 de catecismo de la Iglesia Católica.

viernes, 27 de mayo de 2016

El Orden Sacerdotal

El libro de los hechos de los apóstoles menciona cómo se instituyeron discípulos adicionales a los que habían seguido a la persona de Jesús en sus años de predicación: “Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.»

Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.” (Hc 6, 2-6)

Este pasaje en particular hace referencia a lo que hoy en día son los Diáconos en las parroquias católicas, personas casadas que ejercen el ministerio excepto el de la Eucaristía y el de la Reconciliación, el cual quedó reservado a sus discípulos. Pero deja por cierto que había una institución que pasó de los doce a sucesores a quienes ellos imponían las manos:
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús, … Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. (II Timoteo 1,1 y 6)
El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené. (Tito 1, 5)
La función ministerial de la enseñanza y predicación de pastores y presbíteros no ha tenido discusión entre las diferentes iglesias. Pero la palabra sacerdocio está relacionada con el ritual del sacrificio. En ese sentido es que no existen sacerdotes en las iglesias cristianas protestantes. El sacrificio hace referencia a la Eucaristía, la cual se discute en el siguiente capítulo.

A veces pienso que cuando Jesús dijo en la Última Cena acerca del pan “Tomó luego el pan, y, dadas las gracias, lo partió y se los dio diciendo «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros: haced esto en recuerdo mío»” (Lc 22, 19) (resaltado puesto por el autor), hacía referencia en un segundo sentido a la labor de dispensación de su cuerpo eucarístico por parte de los sacerdotes. Ya había tocado ese mismo punto antes en la multiplicación de los panes, el anticipo de la Última Cena: «Dadles vosotros de comer.» (Lucas 9,13).

Basta sólo adelantar que los católicos consideramos al sacerdote en el altar como el elemento sensible de la presencia de Cristo, y por eso la Eucaristía se oficia dirigiéndose a Dios Padre, porque es la palabra de Dios Hijo bajo la acción del Espíritu Santo.

Igual que el matrimonio de Jesús con la Iglesia se consumó en el altar de la Cruz al ofrendarse como la víctima agradable a Dios Padre, así la ordenación (el matrimonio) de un sacerdote con la Iglesia se consuma en el momento de su primera consagración eucarística, porque no es él quien se ofrenda, sino es Cristo a través del sacerdote. En palabras de san Pablo: “y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2, 20).

Algunos pasajes, de entre muchos, corroborando el orden sacerdotal:
“Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles.” (I Corintios 4, 1-2)
Los misterios de Dios son, como ya se mencionó, la Eucaristía y el perdón de los pecados.
“Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo. Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.” (Hebreos 5, 1-4)
De nuevo, "dones y sacrificios por los pecados". Sabemos que sólo el sacrificio de Cristo es válido, entonces ¿a qué hace referencia? Creemos firmemente que Cristo es el Sumo Sacerdote y el sacerdote es el signo visible de su presencia.
“Y vosotros seréis llamados «sacerdotes de Yahveh», «ministros de nuestro Dios» se os llamará. La riqueza de las naciones comeréis y en su gloria les sucederéis.” (Isaías 61, 6)
“Yahveh habló a Moisés y le dijo: «No pases revista a la tribu de Levi ni hagas su padrón entre los demás israelitas. Alista tú mismo a los levitas para el servicio de la Morada del Testimonio, de todos sus utensilios y de todo lo que se relaciona con ella. Ellos han de llevar la Morada con todos sus utensilios, estarán al servicio de ella y acamparán en torno a ella. Cuando haya de trasladarse la Morada, la desmontarán los levitas, y cuando la Morada se detenga, los levitas la montarán. El laico que se acerque, será muerto. Los israelitas acamparán cada uno en su campamento y bajo su bandera, por cuerpos de ejército. Pero los levitas acamparán alrededor de la Morada del Testimonio; y así no se desatará la Cólera contra la comunidad de los israelitas. Los levitas se encargarán del ministerio de la Morada del Testimonio.»” (Números 1, 48-53)
“Moisés mandó entonces que Aarón y sus hijos se acercaran y los lavó con agua. Puso sobre Aarón la túnica y se la ciñó con la faja; lo vistió con el manto y poniéndole encima el efod, se lo ciñó atándoselo con la cinta del efod. Luego, le impuso el pectoral en el que depositó el Urim y el Tummim. Colocó también la tiara sobre su cabeza y puso en su parte delantera la lámina de oro, la diadema santa, como Yahveh había mandado a Moisés. Después Moisés tomó el óleo de la unción y ungió la Morada con todas las cosas que contenía para consagrarlas. Roció con él por siete veces el altar y ungió el altar con todos su utensilios, así como la pila con su base, para consagrarlos. Y derramando óleo de la unción sobre la cabeza de Aarón, lo ungió para consagrarlo. Luego Moisés mandó que se acercaran los hijos de Aarón; los vistió con las túnicas, les ciñó la faja y les puso las mitras, como Yahveh había mandado a Moisés. Después hizo traer el novillo para el sacrificio por el pecado, y Aarón y sus hijos impusieron las manos sobre la cabeza del novillo, víctima por el pecado.” (Levítico 8, 6-14)
Y entre los padres de la Iglesia hay muchas menciones al término de sacerdote, que como ya se mencionó se asocia al sacrificio, aún presente luego de la entrega de nuestro Señor en la cruz:
“Cristo es la fuente de todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura de Él, y el sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya” (santo Tomás de Aquino).
“Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia” (san Ignacio de Antioquia)

martes, 24 de mayo de 2016

La Confirmación

El Espíritu está presente en la Iglesia; se mueve y comunica su aliento donde quiere (Juan 3, 8). Asimismo, permite que los eventos históricos y culturales formen la práctica y entendimiento de la fe. Un notable ejemplo de esto es la historia y la teología del Sacramento de la Confirmación. La forma en que la Iglesia Católica ha celebrado el sacramento a lo largo de los siglos y la manera en que lo ha entendido ha tenido cambios muy notables. Es casi universalmente aceptado que es una celebración del Espíritu dentro de nosotros y una ocasión para reafirmar nuestro Bautismo. También es cierto que existen diferentes escuelas de pensamiento en lo relacionado a su significado, finalidad y edad conveniente para recibirlo.

En la primera Iglesia los tres sacramentos de iniciación: Bautismo, Confirmación y Primera Comunión, se celebraban en la misma ceremonia con adultos catecúmenos en la Vigilia Pascual. Los catecúmenos descendían a una fuente en la que eran bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Después de que ascendían, se les vestía de blanco, el obispo les imponía sus manos y les ungía con el óleo. Luego iban en procesión a un lugar de honor en medio de la comunidad donde participaban en la Eucaristía por primera vez. De esta manera, su iniciación consistía en un único evento con varios momentos. El clímax era la celebración de la Eucaristía.

La separación de la unción por parte del obispo del momento del bautismo ocurrió por muchas razones en la Iglesia en Occidente. La proclamación que hizo el emperador romano Constantino de que el cristianismo era la religión oficial del Estado, en el siglo IV significó, entre muchas otras cosas, que los bautismos se dieran en grandes cantidades. El cristianismo se extendió desde las ciudades a los campos rurales. Esto hizo que fuera imposible para los obispos, envueltos también en asuntos de gobierno de la Iglesia, el presidir todos y cada uno de los bautismos. Los obispos de Oriente resolvieron el problema al delegar los Sacramentos de Iniciación al presbítero, y se reservaron para ellos la consagración del óleo que se emplea en el rito. Hasta el día de hoy en las Iglesias de Oriente la iniciación se celebra con los tres sacramentos a la vez. Los obispos en Occidente también delegan el Bautismo a los sacerdotes, no obstante, retienen la función de hacer la unción final y la imposición de las manos. Lo celebran cuando visitan una localidad particular, una parroquia o un pueblo. Así pues, la celebración de la Confirmación en la Iglesia de Occidente se llevó a cabo mucho tiempo después del Bautismo. En los países de América Latina, especialmente en tiempos anteriores y con diócesis muy extensas, muchos infantes, niños de muy corta edad, eran confirmados cuando el obispo hacia la “visita pastoral”, que era con intervalo de muchos años. Ahora las diócesis son más pequeñas; hay más obispos y se prefiere que este sacramento sea recibido en edad más avanzada.

El Bautismo era el sacramento del don inicial del Espíritu, en tanto que la Confirmación era el sacramento de la plenitud del Espíritu con sus siete dones. Cuando en la Edad Media se hizo común la práctica de confirmar cerca de la adolescencia en lugar de celebrarlo en la infancia, los teólogos comenzaron a enseñar que la Confirmación era el sacramento de la madurez. Quienes la recibían eran considerados lo suficientemente mayores y listos como para vivir una vida cristiana activa y responsable. La persona cristiana era sellada como testigo de Cristo en la Confirmación y recibía la fortaleza en el crecimiento de los dones del Espíritu para luchar, sufrir y morir por la fe. La noción de que el sacramento hace de esa persona un soldado de Cristo prevaleció. El signo de la paz en el rito fue reemplazado por una gentil palmada en la cara en señal de que esa persona estaba lista para las luchas de la vida.

Hay personas que aún siguen viendo al sacramento de la Confirmación como el sacramento de la madurez. Sin embargo, este sacramento no implica que el candidato ya esté suficientemente maduro en la fe. Tampoco significa que la unción del crisma[1] produzca instantáneamente esta madurez en esa persona. La conversión a Cristo es un proceso gradual al cual la Confirmación añade más fuerza. Por medio de este sacramento, la persona confirmada se hace más fuerte para el largo caminar por la vida.

El pensamiento actual sobre la Confirmación ha recibido orientación por medio de los documentos de la Iglesia que ven la Confirmación como un sacramento relacionado integralmente con el Bautismo y la Eucaristía. Estos sacramentos juntos constituyen un proceso por el cual el Espíritu conduce al creyente a la plena unión con la comunidad. La Confirmación no completa el Bautismo como si este hubiese quedado incompleto. Más bien, los dos sacramentos están unidos en el proceso de iniciación. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia establece que “Revísese también el rito de la confirmación, para que aparezca más claramente la íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana” (71). El Catecismo de la Iglesia Católica, citando la Constitución dogmática sobre la Iglesia, dice: “El Sacramento de la Confirmación (a los bautizados) los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo” (1285).

Este numeral en su totalidad esta tomado de http://www.loyolapress.com/la-historia-del-sacramento-y-el-desarrollo-de-la-confirmacion.htm, bajado el 17 de diciembre de 2014.



[1] Está compuesto por aceite de oliva (que representa la fortaleza) al que se añade una pequeña cantidad de bálsamo (cuyo aroma representa el suave olor de la vida cristiana). Es usado en el sacramento del bautismo y la confirmación. También en la ordenación de obispos y presbíteros (no de diáconos), la dedicación de las nuevas iglesias y del nuevo altar, que tiene que ser fijo y preferentemente de piedra. La unción con el crisma representa la plena difusión de la gracia.

viernes, 20 de mayo de 2016

En la Eucaristía Cristo mismo es el sacerdote y la ofrenda

La Eucaristía como alimernto de la Iglesia es repetida múltiples veces en las escrituras. Por ejemplo, Efesios 5, 29: “pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la Iglesia”;

A pesar de todo lo expuesto, algunas denominaciones cristianas interpretan que cada vez que Jesús mencionaba el verbo comer, hacía referencia al alimentarse espiritual, por tanto hablaba en sentido figurado acerca de creer en su palabra. El argumento que presentan como apoyo a la Eucaristía como símbolo en Juan es Jn 6, 63: “El espíritu es el que da vida; la carne no sirve de nada”. Ya se explicó dicho capítulo 6 y la insistencia de Jesús en que lo entendiéramos literalmente.

Transcribo a continuación la argumentación de Charles Spurgeon “príncipe de los predicadores”, de denominación protestante bautista, quien ejerció su ministerio como pastor en Inglaterra en el siglo XIX:

¿Cuál es el significado de comer la carne y beber la sangre de Cristo? Es una metáfora muy simple y bella cuando entendemos que se refiere espiritualmente a la persona de nuestro Señor. El acto de comer y beber es transferido del cuerpo al alma, y el alma es representada como alimentándose: alimentándose de Jesús como el pan de vida.

Comer consiste en ingerir algo que existe externamente, que recibes dentro de ti y que se convierte en una parte de ti mismo y que te ayuda a reconstituirte y te sustenta. Ese algo suple una gran necesidad de tu naturaleza, y cuando lo recibes, nutre tu vida. Esa es la esencia de la metáfora, y describe muy bien el acto y el resultado de la fe.

Para comer la carne y beber la sangre de Cristo, primero, debemos creer en la realidad de Cristo, no debemos considerarlo como un mito, un personaje imaginario, una invención genial, o una concepción de la mente oriental, sino que debemos creer que tal persona vivió en realidad y en verdad, y que vive todavía. Debemos creer que era Dios, y que sin embargo, condescendió a encarnarse y venir a la tierra, y aquí vivió, murió, fue sepultado, y posteriormente resucitó.

"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre." Es un modo de expresar la existencia real y la verdadera materialidad del cuerpo de nuestro Señor, y la seguridad y la verdad de Su existencia en naturaleza humana. No pueden ser salvos a menos que crean en un Cristo histórico, en un personaje real.

¿Cuáles son las virtudes de este acto de comer y beber de Cristo? Busquen en sus Biblias, y en el versículo 53 encontrarán que esto es un acto esencial. "De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros."

Es esencial, pues si no tienen vida en ustedes, no tienen nada que sea bueno, "No tenéis vida en vosotros." Ustedes conocen la teoría moderna que hay gérmenes de vida en todos los hombres, que sólo necesitan desarrollarse. La Paternidad Universal espía algún bien en todos nosotros, y lo que el hombre debe hacer es educarlo y manifestarlo.

Esta es la noción filosófica, pero no es la manera en que Cristo lo expresa. Él dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros." No, no hay un átomo de vida verdadera. No hay vida que pueda ser educada; el pecador está muerto, y en él no hay nada bueno de ningún tipo.

Si ha de haber algo bueno alguna vez, tendrá que venirle, debe ser una importación; y nunca puede venir a él, a menos que sea en conexión con su acto de comer la carne y beber la sangre de Cristo. Pero supongan que un hombre tiene muchas convicciones de pecado; comienza a ver el mal del pecado, y teme la ira venidera. Esto es esperanzador; pero yo le recuerdo solemnemente a cualquiera de ustedes que se encuentre en ese estado, que si no come la carne del Hijo del Hombre, no tiene vida; hasta no haber creído en Cristo no tiene vida: hasta no haberse lavado en Su sangre preciosa está todavía muerto en el pecado.

Spurgeon fue un retórico muy eficaz con una argumentación muy sólida. Su interpretación espiritual es muy válida. Pero no debemos limitar la acción de Dios.

En un primer momento de mi vida cristiana yo también me preguntaba si no era atávico pensar en comer el cuerpo de Cristo.

La Biblia nos muestra que Dios, a través de la historia de la salvación, siempre se ha complacido en revelarse a través de lo sensible, así que no nos maravillará que todavía ahora Él continúe comunicándose con los hombres a través de sacramentos, en los cuales siempre está presente el elemento material y sensible.

Pero la duda siempre estará presente. Por ello han ocurrido a lo largo de la historia de la Iglesia muy diversos milagros en los que la especia eucarística se convierte sensiblemente en carne y sangre real. Dichos milagros, a pesar del paso de los siglos están ahí presentes e incorruptibles y a disposición de científicos que con buena conciencia desean indagar sobre su veracidad y características[1].

Es significativo que Jesús nos pida que seamos perfectos como lo es el Padre que está en el cielo.¿Cómo podemos nosotros, hombres débiles y limitados llegar a la perfección de Dios? Mi respuesta personal fue “Haciéndonos uno con Él”. Uno en el espíritu por medio de la oración y  alimentándonos de Su cuerpo. ¿Cómo podemos nosotros, miembros de la Iglesia ser un cuerpo cuya cabeza es Cristo? De manera mística mediante el Bautismo, pero de alguna manera incomprensible para nosotros, también de manera espiritual alimentándonos del pan bajado del cielo.

El carisma de lenguas relatado en Hechos[2] se hizo presente en las iglesias cristianas no católicas a principios del siglo XX por la imposición de manos y la Fe en la palabra de Cristo y las Escrituras. La imposición de manos por parte de nuestros hermanos protestantes a sacerdotes católicos fue la que inició la llama carismática en la Iglesia Católica.

Pero el Carisma de Lenguas no es el único. No hay cuenta de cuántos son[3]. El Espíritu los reparte para bien de todos (I Cor 12, 7). Los fenómenos místicos extraordinarios, que si bien no pertenecen al camino normal y habitual del crecimiento espiritual, también constituyen una manifestación de la presencia y el poder de Dios entre los hombres.

Entre los muchos fenómenos místicos corporales hay uno que llama mucho la atención: la estigmatización. Consiste en la aparición espontánea en el cuerpo de una persona de llagas o estigmas, en manos, pies, costado izquierdo, en la cabeza y en la espalda, a similitud de las sufridas por Cristo en la pasión y crucifixión. Suele manar periódicamente de estas llagas sangre limpia y fresca, en forma más o menos copiosa. La estigmatización va siempre acompañada de fuertes tormentos físicos y morales, que hacen a quien la padece muy semejante a Cristo crucificado.

La historia registra como primer estigmatizado a San Francisco de Asís, en el año 1222. Estudiosos serios han registrado hasta el día de hoy más de 300 casos, entre los cuales hay 62 canonizados, siendo abrumador el porcentaje de mujeres: casi el 90 por ciento del total. Los estigmas verdaderos no se encuentran sino en personas que practican las virtudes más heroicas y tienen particular amor a la cruz.[4] También hay que notar algo llamativo: no hay ningún caso registrado entre los protestantes. ¿Qué hacen los piadosos católicos diferente a los piadosos protestantes? Participan habitualmente de los sacramentos, en especial el de la Eucaristía, con el cual se hacen uno con Cristo.

Yo pienso a veces que cuando Jesús en la última cena advierte que “este es el cáliz de mi sangre… que será derramada por vosotros y por muchos” en un segundo sentido estaba anunciando el fenómeno de los mártires y los estigmatizados.

También pienso que cuando Jesús le respondió a los discípulos de Juan el bautista y a los fariseos que sus discípulos no ayunaban por cuanto estaban con el novio, se refería a la Iglesia. Es decir, los discípulos no ayunan por cuanto tienen acceso al Cuerpo y la Sangre del Señor.

Pero en la Última Cena, el mandato del Señor más importante no se ha dicho aún: “Haced esto en conmemoración mía”. ¿Qué estaba haciendo nuestro Señor? De manera voluntaria estaba entregando su vida por cada uno de nosotros. Y nos pide que hagamos lo mismo. Que entreguemos la vida por nuestros hermanos es el mandato del Señor.



[1] Para mayor ilustración de un antiguo milagro se puede leer http://www.corazones.org/lugares/ italia/lanciano/a_lanciano.htm. Para tratados científicos, se pueden remitir al libro “Más Allá de la Razón…” del doctor en psicología clínica y especializado en medicina psicosomática y neuropsicofísiología cognitiva Ricardo Castañón Gómez y “Belief: readings on the reason for faith” del genetista norteamericano Francis S. Collins.
[2] Hc 2, 1-47
[3] Por ello, en español latinoamericano se dice jocosamente que son 50 (sin cuenta).

martes, 17 de mayo de 2016

Ven creador Espíritu

Viene la celebración de Pentecostés!

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Ven Creador Espíritu
de los tuyos la mente a visitar,
a encender en tu amor los corazones,
que de la nada te gustó crear.

Tú que eres Gran Consolador
y Don Altísimo de Dios,
Fuente viva y Amor y Fuego ardiente
y Espiritual unción.

Tú, tan generoso en dádivas,
Tú Poder de la diestra paternal;
Tú, Promesa magnifica del Padre,
que el torpe labio vienes a soltar.

Con tu luz ilumina los sentidos,
los afectos inflama con tu Amor;
con tu fuerza invencible fortifica
la corpórea flaqueza y corrupción.

Lejos expulsa al pérfido enemigo,
danos pronto tu Paz,
siendo Tú nuestro guía,
toda culpa logremos evitar.

Denos tu influjo conocer al Padre;
denos también, al Hijo conocer,
y en Ti, de Uno y Otro, Santo Espíritu,
para siempre crecer.

A Dios Padre, alabanza, honor y gloria,
con el Hijo, que un día resucitó, y a Ti,
abogado y consuelo del cristiano,
por los siglos se rinda admiración.

Amén.

viernes, 13 de mayo de 2016

El Bautismo

El Evangelio según San Mateo 28, 18-19 nos dice: “Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”

De tal modo que el signo del Bautismo es apostólico.

Este Sacramento en general es admitido por las diferentes denominaciones protestantes, pero no antes de que la persona tenga uso de razón y conciencia.

Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida nueva, se une a la muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión sacerdotal, profética y real y es incorporado a la Iglesia. Por el bautismo, el cristiano se separa del destino colectivo de una humanidad fatalmente sometida a la esclavitud del pecado, liberándose del pecado original que corrompe y desgarra al hombre y al mundo. La persona que ha vivido la experiencia del Bautismo, ha vivido la experiencia de la liberación del pecado. El pecado ya no tiene dominio sobre los cristianos (I Jn 3, 5-6)

Esto es lo que dice San Pablo en su carta a los Romanos: "¿Ignoráis acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos sido vinculados a su muerte? En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección" (Rm 6, 3-5).

"Morir con Cristo" significa morir al mundo, al orden establecido, como fundamento de la vida del hombre (Gal 6,14) o a los poderes del mundo que esclavizan (Col 2,20), a la esclavitud de la ley (Rom 7,6), a la vida en pecado (Rom 6,6) o a la vida para sí mismo (II Cor 5, 14-15).

La Iglesia es la comunidad de los bautizados, pues el efecto fundamental del bautismo es incorporar al hombre a la comunidad de la Iglesia. La Iglesia es la comunidad de los que libre y conscientemente han asumido como destino en la vida sufrir y morir por los demás, es decir, la Iglesia es la comunidad de los que viven para los demás; es así mismo, la comunidad de los que se han revestido de Cristo, reproduciendo en su vida lo que fue la vida de Jesús el Mesías, sacerdote, profeta y rey.

Al igual que en el bautismo del Señor, al ser bautizados cada uno de nosotros el Padre pronuncia: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”. ¿No es esta suficiente razón para querer bautizar a un hijo lo antes posible?

La costumbre de bautizar a los niños desde pequeños data desde los primeros siglos de la Iglesia, pues no es posible privarlos de los efectos que el sacramento produce: volvernos hijos adoptivos de Dios, incorporarnos a la comunidad de la Iglesia e iniciar el camino de formación en la Fé. El hombre nace con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, por lo que necesita el nuevo nacimiento en el Bautismo para recibir la Gracia Divina.

Entre antes tenga un niño acceso al Sacramento del Bautismo, antes tendrá acceso a las verdades de la Fe, las cuales nos dice Jesús que Dios Padre se las ha ocultado “… a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11, 25). Es más, “.. Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. »” (Lc 18, 16).

El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16,16). Pero el punto de vista de la Iglesia Católica es que la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Solo en la fe de la comunidad de creyentes puede crecer cada cristiano. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.

Algunos protestantes nos dicen que Jesús fue Bautizado ya de adulto. Cierto, pero Jesús fue presentado al templo a los cuarenta días de nacido (Lc 2,22-39), y “sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta” (Lc 2, 41-42). Esto nos demuestra cómo Jesús fue introducido desde muy niño a la Fe. Por supuesto que Jesús fue bautizado de adulto, porque el signo bautismal como lo conocemos actualmente no pudo haberlo tenido antes. Nosotros sí.

Tomados varios fragmentos de SACRAMENTOS: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? Anónimo.

martes, 10 de mayo de 2016

El Perdón del pecado cometido y la función sacerdotal

Las denominaciones protestantes conceden que Juan en su primera carta nos dice que si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarlos y limpiarnos de toda maldad (I Juan 1, 8-9), pero hablan de la confesión de los pecados directamente a Dios, sin necesidad de la intermediación de un hombre, porque sólo Dios puede perdonar los pecados (Mc 2, 7 y Lc 5, 21).

Algunos cristianos no católicos citan Hebreos 10, 19-22: “Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne, y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura.” y lo interpretan en el sentido de que “… el velo era un simbolismo de Cristo mismo, como el único camino hacia el Padre (Juan 14:6). Esto está simbolizado en el hecho de que el sumo sacerdote tenía que entrar en el Lugar Santísimo a través del velo. Ahora Cristo es nuestro mayor y supremo Sumo Sacerdote, y como creyentes en Su obra terminada, nosotros tomamos parte de Su mejor sacerdocio. Nosotros podemos entrar ahora en el Lugar Santísimo por Él”, y terminan concluyendo que ya no es necesario un intermediario entre Dios y el hombre para obtener el perdón de pecados, ya que el sacerdote era quien atravesaba el velo para realizar el sacrificio expiatorio[1].

O sea, el punto está en si es apostólica la confesión mediada por la presencia del sacerdote. Debe considerarse que la Iglesia Católica siempre considera al sacerdote en sus funciones sacramentales como el medio visible de una realidad invisible: la persona de Cristo. La Iglesia Católica entiende que hay dos pasos para el perdón de los pecados por parte de Dios[2]: los actos del hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción; y por otra parte, la acción de Dios por el ministerio de la Iglesia.

Que sólo Dios perdone los pecados es una verdad que no se contradice con los medios que Dios utilice para ello. A este respecto el Evangelio según San Juan 20, 21-23 nos relata: “Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»”. Se lo dijo a los apóstoles. Palabras semejantes le son dichas a Pedro por parte de Jesús: “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»” (Mt. 16, 19)

La realidad sacramental de la Iglesia es precedida en la historia por su modelo profético, la Ley Mosaica. En ella vemos (Levítico cc. 4 y 5) que Dios exigía un sacrificio ceremonial por los pecados cometidos. El sacrificio se realizaba en el Tabernáculo (luego en el Templo) y delante de los sacerdotes, lo cual en sí es una admisión pública del pecado. El ejercicio de estas ceremonias era público y además enseñaba a los pecadores la inevitable consecuencia del pecado: la muerte. El animal que se sacrificaba moría en lugar del pecador. El modo de ejecución de dichos sacrificios es un equivalente del sacramento de la reconciliación en el que tanto el sacerdote como el fiel tienen una participación claramente definida.[3]

El apóstol Santiago nos aconseja en su carta: “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.” (Sg. 5, 16). Los primeros cristianos declaraban sus prácticas pecaminosas en público al convertirse: “Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas.” (Hechos 19, 18). Ya ocurría con Juan el Bautista: “Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.” (Mateo 3, 5-6). En ambos casos se indica que se confesaban frente a otros hombres los pecados, no a los afectados directamente.

De tal modo que el signo de la Reconciliación, no solo dada interiormente a Dios, es un hecho apostólico.

¿Cómo administraban este poder los apóstoles una vez el Señor ascendió al lado de Dios Padre? No está escrito explícitamente. En la segunda carta de San Pablo a los Corintios algo se trasluce: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación.” (II Cor 5, 18)

La alternativa que conocemos para acercarnos a cómo era ese signo entre las primigenias comunidades cristianas es la lectura acerca de lo que manifestaron al respecto los primeros padres de la Iglesia:

Orígenes vivió en Alejandría hasta el 231, pasó los últimos veinte años de su vida en Cesárea del Mar, Palestina y viajando por el Imperio Romano. Fue el mayor maestro de la doctrina cristiana en su época y ejerció una extraordinaria influencia como intérprete de la Biblia.

Orígenes afirma que luego del bautismo hay medios para obtener el perdón de los pecados cometidos luego de éste. Entre ellos enumera la penitencia: “Además de esas tres hay también una séptima [razón] aunque dura y laboriosa: la remisión de pecados por medio de la penitencia, cuando el pecador lava su almohada con lágrimas, cuando sus lágrimas son su sustento día y noche, cuando no se retiene de declarar su pecado al sacerdote del Señor ni de buscar la medicina, a la manera del que dice «Ante el Señor me acusaré a mi mismo de mis iniquidades, y tú perdonarás la deslealtad de mi corazón.»" [4]

San Cipriano nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246 d.C. Poco después, en 248 d.C., fue elegido obispo de Cartago. En una de sus epístolas deja el testimonio siguiente: "Os exhorto, hermanos carísimos, a que cada uno confiese su pecado, mientras el que ha pecado vive todavía en este mundo, o sea, mientras su confesión puede ser aceptada, mientras la satisfacción y el perdón otorgado por los sacerdotes son aún agradables a Dios"[5].

El poder dado por Jesús a los apóstoles es evangélico. El ejercicio de perdonar o retener los pecados fue ejercido claramente desde antes del año 250 d.C.

El Catecismo de la Iglesia Católica expresa: “A lo largo de los siglos, la forma concreta según la cual la Iglesia ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho. Durante los primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habían cometido pecados particularmente graves después de su bautismo (por ejemplo, idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la reconciliación. A este “orden de los penitentes” (que sólo concernía a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas regiones, una sola vez en la vida. Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica “privada” de la penitencia, que no exigía la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la reconciliación con la Iglesia. El sacramento se realiza desde entonces de una manera más secreta entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva práctica preveía la posibilidad de la reiteración del sacramento y abría así el camino a una recepción regular del mismo. Permitía integrar en una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los pecados veniales. A grandes líneas, esta es la forma de penitencia que la Iglesia practica hasta nuestros días.”[6]

La práctica de la Iglesia Católica se ha inspirado en la misericordia de Dios. Jesús dijo “«Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.” (Mt 12, 31). La blasfemia contra el Espíritu Santo es el rechazo radical a la gracia que Dios ofrece para la conversión.

Los pasos que exige la Iglesia para el perdón del pecado son: 1. Examinar la propia conciencia en relación a las faltas cometidas contra Dios y los hombres en pensamientos, palabras, obras u omisión, especialmente las graves, a partir de la última confesión bien hecha. Repasar cada mandamiento de la Ley de Dios es la alternativa sugerida; 2. Arrepentimiento, ojalá por dolor de haber ofendido a Dios (contricción) en vez del temor de ser castigado por Él (atricción); 3. Propósito de enmendarse, evitando las ocasiones de pecado, pidiéndole ayuda a Dios para mejorar y trabajando en ello; 4. Confesión mediante un acto de humildad de ir a un sacerdote y relatar dichas faltas, necesariamente las graves, de manera sincera, no gráfica ni dando nombres, pero sí la relación (familiar, laboral, etc), sin detalles, pero sí especificando si hubo agravantes para hacer de la falta más gravosa; 5. Cumplir con la penitencia que le sea impuesta, que siempre es algo para nuestro propio bien espiritual y 6. Reparar al ofendido o a sus familiares por el mal realizado. Se repara en la medida de lo posible porque hay males que no se pueden reparar. Por ejemplo, un pecado de difamación requiere disculpa pública, pero el mal hecho no se puede echar para atrás.

La explicación está fundamentada con lo bien expuesto en http://www.apologeticacatolica.org/ Sacramentos/SacramN01.html, bajada el 1 de enero de 2015.




[1] http://www.gotquestions.org/Espanol/velo-templo-rasgado.html#ixzz3akDVjhKV el 20 de junio de 2015.
[2] Numeral 1448 del Catecismo de la Iglesia Católica
[3] http://www.apologeticacatolica.org/Sacramentos/SacramN01.html, bajada el 1 de enero de 2015.
[4] The Faith of the Early Fathers", Vol. 1 pp. 207. William A. Jurgens. Publ. Liturgical Press, 1970. Collegeville, Minnesota. Homilías Sobre los Salmos 2, 4.
[5] De Lapsi 28; Epistolae 16, 2.
[6] Numeral 1447

viernes, 6 de mayo de 2016

Sola Gratia

En Números 21, 8-9 se nos relata: “Y dijo Yahveh a Moisés: «Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.» Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida.”

Por tanto hay signos sensibles a los sentidos por intermedio de los cuales, si tienes fe, se hace presente la gracia de Dios. A estos signos sensibles y eficaces de la gracia invisible de Dios a través de la cual se otorga la vida divina se les denomina Sacramentos. Cada denominación cristiana no católica concede la existencia de algunos de estos Sacramentos, si bien no los llame así.

A continuación se alude a los aspectos en relación a los cuales no hay unidad entre católicos y las denominaciones cristianas no católicas.

La Unción de Enfermos.

La carta de Santiago dice (5, 14-15): “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”

De tal modo que el signo de la Extrema Unción es apostólico.

En la próxima entrada expondré  'El Perdón del pecado cometido y la función sacerdotal'

miércoles, 4 de mayo de 2016

Hilvanando una cadena: La ideología de género.

Sigamos hilvanando la cadena de las consecuencias de aceptar como existentes los derechos sexuales y reproductivos, tema discutido en la entrada anterior. Si consideramos válido socialmente, es decir, en la praxis y en la ley, desligar mi dimensión biológica de mi dimensión espiritual en pro del goce sexual y por tanto evitar el embarazo a como dé lugar, incluido el asesinato en el vientre, como ya ha quedado de manifiesto en las leyes aprobadas, queda supuesto inmediatamente que el goce sexual puede ser buscado de diversas maneras. Entonces, queda supuesto como consecuencia que coartar la búsqueda de ese placer es injusto. Ya estamos entrando en la siguiente fase. No sería sólo injusto sino que quien mantenga esa visión es intolerante. ¿Intolerante a qué? A buscar regocijarse de múltiples maneras: con la mujer del vecino, o intercambiando parejas, o mujer con mujer, u hombre con hombre, o con menores de edad. Son las consignas del grupo de presión LGBT a nivel mundial.

Eliminar el valor intrínseco de la dignidad de la persona humana, independientemente de su estado o condición como fundamento ético, es lo que abre la puerta a consecuencias funestas. Es decir, es algo similar a legislar que las escuelas de ingeniería y arquitectura deben dejar de enseñar que las construcciones deben tener cimientos. ¿Qué obtenemos?

Los extremistas LGBT proclaman ante los legisladores y los medios de comunicación que aceptar el valor intrínseco de la dignidad de la persona humana lleva a que la sociedad sea discriminatoria con las personas que tienen inclinaciones sexuales por personas de su mismo sexo. Es una aseveración falsa. El valor intrínseco de la dignidad de la persona humana proclama que la naturaleza y la dignidad son independientes de toda situación o condición. La sociedad debe acoger a las personas que tienen inclinaciones sexuales por personas de su mismo sexo, pero dicha acogida no implica que se deban incluir en la ley y en la praxis unos pretendidos derechos sexuales y reproductivos. Si la sociedad discrimina está errando y debe proponer y ejecutar correctivos, pero estos correctivos no son eliminar el cimiento de los derechos humanos ni crear artificialmente algo que denominen derecho humano pero que se salta su esencia.

Los extremistas LGBT también proclaman que aceptar el valor intrínseco de la dignidad de la persona humana lleva a que la sociedad descarte de plano la discusión sobre el matrimonio homosexual, violando el derecho a la igualdad. Esa es otra aseveración basada en una premisa falsa. El origen etimológico de la palabra matrimonio es del latín: matrem (mujer) y monium (calidad de), es decir, hace referencia a “las cosas de la maternidad”. Y el origen jurídico también proviene de allí. No tiene sentido hablar sobre “las cosas de la maternidad” en relaciones homosexuales o lesbianas. Eso no implica que los homosexuales no tengan derechos. Pero no los tienen en función a su condición de homosexuales. Los tienen en función a que son personas humanas y en tal sentido, tienen los mismos derechos que cualquier persona humana. No es necesario que tengan derechos específicos y si los necesitasen, no deben ser asimilados al matrimonio y a la familia. Son situaciones diferentes que no se deben mezclar del mismo modo que no se debe mezclar la legislación para el sector de seguros con la del sector minero. Son cosas diferentes, así ambas coexistan en nuestra sociedad.

Es importante entender que violamos el principio del valor intrínseco de la dignidad de la persona humana cuando legislamos en función a situación o condición. Es lo que se hace cuando abrimos la puerta a la legislación “inclusiva” tal como se entiende hoy en día. La filosofía de la “inclusión” es que a partir de que cada ser humano tiene características, intereses, capacidades y necesidades distintas deben involucrarse cambios y modificaciones en la sociedad, bajo una visión común, que incluya a todos en la convicción de que es la responsabilidad del sistema social atender la amplia diversidad de dichas características y necesidades. El grupo de presión LGBT entiende esto como incorporar lo que ellos denominan derechos sexuales y reproductivos en la lista de los derechos humanos.

La educación de las nuevas generaciones en la perspectiva de la búsqueda del propio placer, lo que se llama hedonismo, es una estrategia enfocada a ganar apoyo. Las cátedras en derechos sexuales y reproductivos se han introducido de manera obligatoria en los colegios. En dichas cátedras no es válida la visión del rechazo al deseo del placer con el objeto de darle paso a la llamada a un amor que busque el bien del otro, en otras palabras, no se permite exponer la castidad, ni exponer la opción de postergar las relaciones sexuales hasta el matrimonio, ni siquiera hasta la mayoría de edad. Tampoco es válido mencionar que el hedonismo fomenta una visión de uso del otro cual objeto desechable, ni mencionar una visión alternativa que explore cómo ser capaces de un amor auténtico. Lo que es válido exponer es la autoexploración del cuerpo para determinar dónde y cómo se obtiene mayor placer. No es válido explicar que la bioquímica y la psicología del placer son adictivas y que cada vez es necesaria mayor novedad, que dicha adicción va atrapando por encima de su voluntad a muchas personas de manera viciosa en el sexo. No es válido hablar que el hedonismo lleva a perder el sentido de la fidelidad y por tanto hace inviable la estabilidad familiar.

Este último punto es importante. La búsqueda del placer hace insatisfactorias las relaciones de pareja estables. El usar al prójimo se vuelve monótono. El placer exige variedad de parejas y experiencias. El matrimonio se vuelve una alternativa no deseable.

La búsqueda del placer también hace válida la pornografía como medio personal de explorar la fantasía. No es permitido mencionar que tal posibilidad nos ata a fantasías que ninguna pareja real podrá satisfacer, malogrando la posibilidad de una relación sentimental que trascienda lo físico y que llegue a ser estable y plena.

La Ley debe preservar el principio del valor intrínseco de la dignidad de la persona humana sin distingo de situación y condición, y el gobierno debe procurar la protección del Estado a las personas más débiles, precisamente en razón a situación y condición. Puede que en ciertos sectores de la sociedad las personas con orientación sexual hacia personas del mismo sexo sean los débiles y es lícito reforzar que puedan ejercer sus derechos. Pero en general, los más débiles son los enfermos, los ancianos y los niños. Enfermos, ancianos y niños de cualquier situación socioeconómica, raza, credo u orientación sexual.

Pero la filosofía del derecho sexual y reproductivo busca evitarlos. Busca evitar que haya enfermos mediante la clasificación de los bebes no nacidos en viables y no viables. No viables son los que probablemente nazcan con malformaciones, los que tengan “enfermedades” tales como síndrome de Down, microcefalia u otras que afectan el intelecto, o aquellos con probabilidades, dictadas por el ADN, de que en un futuro desarrollen enfermedades incurables. Es el aborto selectivo. En fin, dado el aborto, es posible seleccionar quienes vivirán y quiénes no. Es lo que se denomina la eugenesia. La selección a criterio de los más fuertes de quiénes merecen vivir y quiénes no.

En los países donde el aborto es legal desde hace poco tiempo, sólo es aceptado dicho asesinato si se realiza dentro del primer trimestre de embarazo. Otros países que llevan más tiempo, lo aceptan si se realiza dentro del primer semestre de embarazo. Unos pocos ya hablan de la permisividad en cualquier tiempo de gestación, pero claro, si es por razones médicas. Los países considerados más progresistas ya están discutiendo en sus cámaras legislativas la permisividad durante el primer trimestre luego del parto. Siempre por razones médicas. Lo uno va llevando a lo otro. La pérdida de vista del valor intrínseco de la dignidad de la persona humana va llevando a una audacia cada vez mayor.

Los países en donde es aceptada la eutanasia sólo la permiten sobre ancianos o sobre personas que han permanecido en estado de coma por un prolongado tiempo, bajo el consentimiento previo del individuo. Los que llevan mayor tiempo con dicha legislación permiten ahora que sean los familiares quienes determinen si es deseable acabar con el sufrimiento del pariente, sobre todo si se trata del padre o la madre. Es válido incluir consideraciones económicas sobre el costo de mantener viva a dicha persona y no hará falta el consentimiento del sujeto sobre el cual se está decidiendo la muerte.

Los gobiernos están permitiendo que las personas con mayor fortaleza política y económica en un momento dado decidan sobre la vida o la muerte de los más débiles: los niños, los enfermos y los ancianos. Una vez aceptado el asesinato selectivo por la sociedad, los criterios con base en los cuales se determine irán cambiando de acuerdo a la ideología imperante. Los gobiernos han perdido de vista el valor intrínseco de la vida humana. Y nosotros, los ciudadanos, somos testigos impávidos y acríticos. Los pocos que levantan su voz son tachados de intolerantes y anti progresistas. Se instaura la dictadura de la tolerancia: sólo se permite ser tolerante, no se permite contradecir.

Anticoncepción, aborto y hedonismo, es decir, los derechos sexuales y reproductivos son sólo un componente de un ideario más ambicioso, el de la ideología de género. Esta ideología abarca también, como se ha expuesto, la eutanasia, la eugenesia, la cátedra del hedonismo, y la supresión de toda oposición en una cadena de eslabones bien proyectada. Todo conduce a un totalitarismo, lo más contrario a la libertad democrática buscada por los individuos que componen la sociedad.

martes, 3 de mayo de 2016

Configurando la sociedad: Derechos sexuales y reproductivos

Hace poco más de un año leí las siguientes palabras proféticas:
Una vez que la anticoncepción llega a generalizarse, lo que sucede después se puede predecir: en todos los países la anticoncepción siempre lleva masivamente al aborto; los índices de natalidad bajan; las naciones se colapsan; los jóvenes imitan a sus padres en el abuso del sexo; aumenta el número de parejas que viven juntos sin casarse y el número de familias de un solo padre; las profesiones de la medicina y las leyes se prostituyen; las enfermedades de transmisión sexual y la infertilidad aumentan; y si se puede matar antes del nacimiento; ¿por qué no después de él? Por tanto la eutanasia es inevitable.
17 de noviembre del 1979  Padre Paul Marx, fundador de Vida Humana Internacional.

Me parecieron devastadoras y decidí profundizar acerca del por qué las pronunció. Para ello tomé un curso de un año en Vida Humana Internacional. Al terminarlo me sentí impelido a escribir una especie de ensayo, a manera de grado, en el que hilvano de una manera un poco más extensa la cadena a que hacen referencia aquellas palabras del padre Marx y que actualmente está  efectivamente reconfigurando nuestra sociedad.

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Estamos en un momento en que se están tomando decisiones que configuran nuestra sociedad de manera profunda. Que determinan el cambio de la sociedad tal como la hemos conocido.

Si a cualquiera le preguntan si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos, y no ha meditado o estudiado el tema, responderá afirmativamente. Por sentido común lo asociará con nacer, crecer, reproducirse y morir. Más que derechos son conceptos vitales. La pregunta es inadecuada porque deja a la interpretación de cada individuo el significado de lo preguntado. De nuevo afirmo, si a cualquier ciudadano común le abordan por la calle y le preguntaran si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos responderá afirmativamente. Lo mismo ocurriría con el “derecho a decidir” o “el derecho sobre el propio cuerpo”. Son desorientadores los slogans que no especifican a qué hacen referencia pero que introducen la palabra "derecho". Inducen a pensar que se trata de algo de lo que la sociedad no puede despojar al individuo.

Estamos en una sociedad que aún hoy lucha por la dignidad de la persona humana en el trabajo, es decir, a tener un trabajo que además de proporcionarle los medios para vivir cómodamente en todos los aspectos que le demanda su naturaleza corporal, incluido el descanso, permita desarrollar sus talentos de tal modo que le procure satisfacción de sí mismo y reconocimiento frente a los demás. Nuestra sociedad aún lucha por el derecho a la salud de tal modo que no sólo se le procure al individuo la atención médica y medios terapéuticos para recuperar la salud, sino también trato digno como persona, con trato justo sin distinción de condición económica. Y así, en varios ámbitos, somos una sociedad que aún luchamos por derechos. Ante la pregunta acerca del derecho a la sexualidad y la reproducción, no hay duda de que todos apoyaríamos el tema.

Los trabajadores no tienen derechos por el hecho de ser trabajadores, los tienen por ser personas humanas. Los enfermos no tienen derechos por ser enfermos, los tienen por ser personas humanas. De hecho no “somos” enfermos sino que en un momento dado “estamos” enfermos. Observemos que tampoco “somos” trabajadores, ya que en un momento dado dejaremos de trabajar. Pero nunca dejamos de ser personas humanas. El derecho al descanso no es exclusivo de los trabajadores, todo ser humano tiene derecho a descansar. Por naturaleza lo necesitamos. Los enfermos no son los únicos que merecen un trato digno y considerado a su situación. Por dignidad lo merecemos todos. La naturaleza y la dignidad son independientes de nuestra situación o condición. Son valores propios de la persona humana, es lo que se denomina valor “intrínseco”.

Redefinir la naturaleza y la dignidad del ser humano de acuerdo a su condición es quitarle cimientos a la justicia y la igualdad. No hemos logrado una sociedad que aplique los términos justicia e igualdad en función a las capacidades porque todos las tenemos diferenciadas, ni en función a las posesiones, porque así lo hemos decidido en nuestro desarrollo histórico, pero sí lo hemos logrado en cuanto a los derechos[2]. Los derechos no se dictaminan, sólo se proclaman. Son previos a las civilizaciones y las sociedades. El primer artículo de los derechos humanos universales es: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." Y el segundo habla de que "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de ... cualquier (...) condición."

El primer derecho de la persona humana es la vida. Es claro que sin éste no existe ningún otro. Por tanto hay que defenderlo como prioridad y antecediendo a cualquier otro. ¿Cómo negarlo? Pero el nuevo modelo de sociedad que en la prensa, los estrados judiciales, las leyes y los decretos gubernamentales se está configurando no está de acuerdo con la línea de pensamiento expuesta. Hay una minoría en el seno de la sociedad que tiene una agenda propia y que ha sido astuta para inocularla dentro de lo considerado “políticamente correcto”. Periodistas, jueces, abogados, legisladores, gobernantes y personas del común afirman que los derechos sexuales y reproductivos existen y se comportan como si antecediesen a todo otro derecho. Pero, ¿de qué están hablando? Proponen que se le dé prioridad al goce sexual frente a cualquier otra responsabilidad como individuo o como sociedad. Antes el placer que el deber. Suena a broma de doble sentido emitida en una relajada reunión de amigos. Pero el hecho es que se emite en la configuración del tipo de sociedad que queremos vivir y legar.

Cuando se desea rediseñar una ciudad, la opción más acudida es la de revalorizar el centro, el núcleo a partir del cual se creó la cultura de dicha ciudad. Y posiblemente, atacar las zonas de la ciudad que han sido abandonadas y que se han vuelto focos de venta de drogas, prostitución y bandas criminales. A veces surgen voces solicitando que se arrase con la ciudad completa y se empiece de nuevo en pro del progreso. Supongamos una cuidad de más de cinco millones de habitantes. No es viable trasladar temporalmente a cinco millones de personas. Pero dichas voces se levantan y hasta forman un grupo de presión para que su inaudita opinión sea escuchada. En el caso que nos ocupa, el extremismo LGBT es quien solicita que se arrase con el núcleo y origen de nuestra civilización en pro de un progreso mal entendido. Lo inaudito es que los gobernantes escuchen y defiendan dicha opción acicateados por intereses económicos y ambiciones particulares, sin consideración hacia el bien común.

Nos dicen que la persona humana tiene derecho sobre el propio cuerpo. Supongamos que en un momento dado alguien pueda tener deseos de morir por alguna causa fortuita. La sociedad debe defender por encima de todo la vida de esa persona. El cuerpo nunca busca morir, al contrario, busca las más variadas estrategias para continuar con vida. Es la psiquis la que se desespera y pierde el sentido de la existencia. Si una persona ha perdido el sentido de su existencia, el deber de la sociedad no es permitirle que disponga de su cuerpo mediante un suicidio asistido, sino buscar cómo darle nuevo sentido a su vida. No hay “dignidad” en el morir. Sólo en el vivir.

La persona humana tiene derecho sobre el propio cuerpo. ¿A qué se refieren? No es permisible por parte de la sociedad que los individuos se auto amputen sus manos, brazos o piernas... Pudiendo contribuir al bienestar común terminan dependiendo de los demás. Hay un desbalance psíquico y la sociedad los protege de hacerse tal tipo de daño.

La persona humana tiene derecho sobre su propio cuerpo, pero si hay una persona humana dentro de su propio cuerpo, no tiene derecho sobre ese otro cuerpo. La actividad sexual engendra vida, por naturaleza. Y la vida insiste en engendrase a pesar de todos los esfuerzos por entorpecerla. Una vez engendrada, acabar con la vida es matar. Y si se trata de una vida humana, se llama asesinato. Se nos habla del “derecho sobre el propio cuerpo” cuando quieren justificar el asesinato de seres humanos aún no nacidos, pero sí existentes. Se nos habla del “derecho a decidir” cuando quieren significar “decidirse a asesinar”.

Nos proponen una sexualidad en la que se desligue de manera artificiosa lo que se percibe por medio de los sentidos de la capacidad de raciocinio y de voluntad. Para llegar a una realización personal plena debemos involucrar nuestra dimensión material y nuestra dimensión inmaterial, la que denominamos espíritu. Ambas dimensiones se unen íntimamente por medio de lo que podríamos llamar una dimensión “psíquica”. Regocijarse con un desconocido sobre la base de aplacar los propios deseos sensuales y bioquímicos sin mediar ningún sentido del deber hacia esa persona conduce inevitablemente a incrementar la búsqueda de tales descargas de placer, y simultáneamente, a vaciar de sentido la existencia. Nos proponen despojarnos de nuestra humanidad y dejarnos llevar por nuestra animalidad. Se nos habla de “amor“ cuando quieren significar “sexo“. Se nos habla de “derecho“ cuando quieren significar “actividad“.

La actividad sexual cobra significado cuando media una responsabilidad hacia la persona con la que se comparte el cuerpo y ese significado es trascendente cuando media el amor entendido como deseo del bienestar y felicidad del otro. De otro modo, sólo es disfrute sexual egoísta. Tomar el cuerpo de otro para mi disfrute sexual egoísta sin mediar responsabilidad ni amor por el otro es atentar contra la salud y la dignidad del otro y es desligar mi dimensión biológica de mi dimensión espiritual, desdibujando mi propia definición de persona humana. Empezamos confundiendo enamorarse con amar, luego regocijarse con amar y terminamos confundiendo utilizar con amar.

Denominan derecho reproductivo a buscar, por cualquier medio, evitar que se engendre una vida humana. Contradictorio. Desligar mi dimensión biológica de mi dimensión espiritual en pro del goce sexual lleva a olvidar la relación inequívoca entre sexualidad y reproducción. Ya mencioné que la vida insiste en engendrase a pesar de todos los esfuerzos por entorpecerla, por ejemplo, por medio de los métodos anticonceptivos. Dichos métodos ayudan a una psicología de la sexualidad sin reproducción. Tarde o temprano la vida encuentra su camino, muy a pesar de las farmacéuticas y los eugenistas, y la psicología anticonceptiva desarrollada por las parejas lleva a considerar el aborto como un método anticonceptivo adicional. Lleva a decidir a asesinar la persona humana que se desarrolla dentro de la mujer, adormeciendo en muchas ocasiones la conciencia para evitar entrar en conflicto con la voz interior que te indica que matar es malo por sí mismo.

No darle prioridad a la vida humana de manera intrínseca, sino en consideración al estado de la persona; permitir, e incluso ayudar a que un anciano se suicide en función a su estado físico o psíquico; permitir e incluso ayudar a que una mujer asesine a su hijo en el vientre en función a su estado económico o emocional; permitir y fomentar que las personas desdibujen su propia humanidad alterando su dimensión psíquica y desligando lo corporal y lo espiritual en función a la búsqueda del goce sexual como prioridad sobre otras consideraciones, eso es lo que quieren significar con el término "derechos sexuales y reproductivos".

Si le preguntan a usted si está de acuerdo con los derechos sexuales y reproductivos, le están hablando acerca de si está de acuerdo con la eutanasia[3], con los métodos abortivos y el asesinato en el vientre y con otra diversidad de temas que violan la naturaleza y la dignidad de la persona humana ¿Qué responderá? No se trata de una relajada reunión de amigos.

Este ensayo continúa con la discusión de la ideología de género.




[1] Ver vidahumana.org
[2] Idea tomada de La República de Cicerón. Libro primero. Editorial Porrúa, México. 1991.
[3] Eutanasia: Acto de provocar intencionadamente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra.