El Evangelio según San Mateo 28, 18-19 nos dice: “Jesús se
acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”
De tal modo que el signo del Bautismo es apostólico.
Este Sacramento en general es admitido por las diferentes
denominaciones protestantes, pero no antes de que la persona tenga uso de razón
y conciencia.
Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida
nueva, se une a la muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión
sacerdotal, profética y real y es incorporado a la Iglesia. Por el bautismo, el
cristiano se separa del destino colectivo de una humanidad fatalmente sometida
a la esclavitud del pecado, liberándose del pecado original que corrompe y
desgarra al hombre y al mundo. La persona que ha vivido la experiencia del
Bautismo, ha vivido la experiencia de la liberación del pecado. El pecado ya no
tiene dominio sobre los cristianos (I Jn 3, 5-6)
Esto es lo que dice San Pablo en su carta a los Romanos: "¿Ignoráis
acaso que todos a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo hemos sido
vinculados a su muerte? En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con
Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado
de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una
vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte
semejante a la suya, también compartiremos su resurrección" (Rm 6, 3-5).
"Morir con Cristo" significa morir al mundo, al
orden establecido, como fundamento de la vida del hombre (Gal 6,14) o a los
poderes del mundo que esclavizan (Col 2,20), a la esclavitud de la ley (Rom
7,6), a la vida en pecado (Rom 6,6) o a la vida para sí mismo (II Cor 5,
14-15).
La Iglesia es la comunidad de los bautizados, pues el efecto
fundamental del bautismo es incorporar al hombre a la comunidad de la Iglesia.
La Iglesia es la comunidad de los que libre y conscientemente han asumido como
destino en la vida sufrir y morir por los demás, es decir, la Iglesia es la
comunidad de los que viven para los demás; es así mismo, la comunidad de los
que se han revestido de Cristo, reproduciendo en su vida lo que fue la vida de
Jesús el Mesías, sacerdote, profeta y rey.
Al igual que en el bautismo del Señor, al ser bautizados
cada uno de nosotros el Padre pronuncia: “Este es mi hijo amado, en quien me
complazco”. ¿No es esta suficiente razón para querer bautizar a un hijo lo
antes posible?
La costumbre de bautizar a los niños desde pequeños data
desde los primeros siglos de la Iglesia, pues no es posible privarlos de los
efectos que el sacramento produce: volvernos hijos adoptivos de Dios,
incorporarnos a la comunidad de la Iglesia e iniciar el camino de formación en
la Fé. El hombre nace con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado
original, por lo que necesita el nuevo nacimiento en el Bautismo para recibir
la Gracia Divina.
Entre antes tenga un niño acceso al Sacramento del Bautismo,
antes tendrá acceso a las verdades de la Fe, las cuales nos dice Jesús que Dios
Padre se las ha ocultado “… a sabios e inteligentes, y se las has revelado a
los pequeños” (Mt 11, 25). Es más, “.. Jesús llamó a los niños, diciendo:
«Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son
como éstos es el Reino de Dios. »” (Lc 18, 16).
El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16,16). Pero el
punto de vista de la Iglesia Católica es que la fe tiene necesidad de la
comunidad de creyentes. Solo en la fe de la comunidad de creyentes puede crecer
cada cristiano. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y
madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los
bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.
Tomados varios fragmentos de SACRAMENTOS: ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ? Anónimo.
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