Sigamos hilvanando la cadena de las consecuencias de aceptar
como existentes los derechos sexuales y reproductivos, tema discutido en la entrada anterior. Si consideramos válido
socialmente, es decir, en la praxis y en la ley, desligar mi dimensión
biológica de mi dimensión espiritual en pro del goce sexual y por tanto evitar
el embarazo a como dé lugar, incluido el asesinato en el vientre, como ya ha
quedado de manifiesto en las leyes aprobadas, queda supuesto inmediatamente que
el goce sexual puede ser buscado de diversas maneras. Entonces, queda supuesto como
consecuencia que coartar la búsqueda de ese placer es injusto. Ya estamos
entrando en la siguiente fase. No sería sólo injusto sino que quien mantenga
esa visión es intolerante. ¿Intolerante a qué? A buscar regocijarse de
múltiples maneras: con la mujer del vecino, o intercambiando parejas, o mujer
con mujer, u hombre con hombre, o con menores de edad. Son las consignas del
grupo de presión LGBT a nivel mundial.
Eliminar el valor intrínseco de la dignidad de la persona
humana, independientemente de su estado o condición como fundamento ético, es
lo que abre la puerta a consecuencias funestas. Es decir, es algo similar a legislar que las escuelas de ingeniería y arquitectura deben dejar de enseñar que las construcciones deben tener cimientos. ¿Qué
obtenemos?
Los extremistas LGBT proclaman ante los legisladores y los
medios de comunicación que aceptar el valor intrínseco de la dignidad de la persona
humana lleva a que la sociedad sea discriminatoria con las personas que tienen
inclinaciones sexuales por personas de su mismo sexo. Es una aseveración falsa.
El valor intrínseco de la dignidad de la persona humana proclama que la
naturaleza y la dignidad son independientes de toda situación o condición. La
sociedad debe acoger a las personas que tienen inclinaciones sexuales por
personas de su mismo sexo, pero dicha acogida no implica que se deban incluir en la ley y en la praxis unos pretendidos derechos sexuales y reproductivos. Si
la sociedad discrimina está errando y debe proponer y ejecutar correctivos,
pero estos correctivos no son eliminar el cimiento de los derechos humanos ni
crear artificialmente algo que denominen derecho humano pero que se salta su
esencia.
Los extremistas LGBT también proclaman que aceptar el valor
intrínseco de la dignidad de la persona humana lleva a que la sociedad descarte
de plano la discusión sobre el matrimonio homosexual, violando el derecho a la
igualdad. Esa es otra aseveración basada en una premisa falsa. El origen
etimológico de la palabra matrimonio es del latín: matrem (mujer) y monium
(calidad de), es decir, hace referencia a “las cosas de la maternidad”. Y el
origen jurídico también proviene de allí. No tiene sentido hablar sobre “las
cosas de la maternidad” en relaciones homosexuales o lesbianas. Eso no implica que los homosexuales no tengan derechos. Pero no los tienen en función a su
condición de homosexuales. Los tienen en función a que son personas humanas y
en tal sentido, tienen los mismos derechos que cualquier persona humana. No es
necesario que tengan derechos específicos y si los necesitasen, no deben ser
asimilados al matrimonio y a la familia. Son situaciones diferentes que no se
deben mezclar del mismo modo que no se debe mezclar la legislación para el
sector de seguros con la del sector minero. Son cosas diferentes, así ambas
coexistan en nuestra sociedad.
Es importante entender que violamos el principio del valor
intrínseco de la dignidad de la persona humana cuando legislamos en función a
situación o condición. Es lo que se hace cuando abrimos la puerta a la legislación
“inclusiva” tal como se entiende hoy en día. La filosofía de la “inclusión” es que
a partir de que cada ser humano tiene características, intereses, capacidades y
necesidades distintas deben involucrarse cambios y modificaciones en la
sociedad, bajo una visión común, que incluya a todos en la convicción de que es
la responsabilidad del sistema social atender la amplia diversidad de dichas
características y necesidades. El grupo de presión LGBT entiende esto como
incorporar lo que ellos denominan derechos sexuales y reproductivos en la lista
de los derechos humanos.
La educación de las nuevas generaciones en la perspectiva de
la búsqueda del propio placer, lo que se llama hedonismo, es una estrategia
enfocada a ganar apoyo. Las cátedras en derechos sexuales y reproductivos se
han introducido de manera obligatoria en los colegios. En dichas cátedras no es
válida la visión del rechazo al
deseo del placer con el objeto de darle paso a la llamada a un amor que busque
el bien del otro, en otras palabras, no se permite exponer la castidad, ni exponer la opción de postergar las relaciones sexuales hasta el matrimonio, ni siquiera hasta
la mayoría de edad. Tampoco es válido mencionar que el hedonismo fomenta una visión de uso del otro cual objeto desechable, ni mencionar una visión alternativa que explore cómo ser capaces de un amor auténtico. Lo que es válido exponer
es la autoexploración del cuerpo para determinar dónde y cómo se obtiene mayor
placer. No es válido explicar que la bioquímica y la psicología del
placer son adictivas y que cada vez es necesaria mayor novedad, que dicha
adicción va atrapando por encima de su voluntad a muchas personas de manera
viciosa en el sexo. No es válido hablar que el hedonismo lleva a perder el
sentido de la fidelidad y por tanto hace inviable la estabilidad familiar.
Este último punto es importante. La búsqueda del placer hace
insatisfactorias las relaciones de pareja estables. El usar al prójimo se vuelve
monótono. El placer exige variedad de parejas y experiencias. El matrimonio se
vuelve una alternativa no deseable.
La búsqueda del placer también hace válida la pornografía
como medio personal de explorar la fantasía. No es permitido mencionar que tal posibilidad
nos ata a fantasías que ninguna pareja real podrá satisfacer, malogrando la
posibilidad de una relación sentimental que trascienda
lo físico y que llegue a ser estable y plena.
La Ley debe preservar el principio del valor intrínseco de
la dignidad de la persona humana sin distingo de situación y condición, y el
gobierno debe procurar la protección del Estado a las personas más débiles,
precisamente en razón a situación y condición. Puede que en ciertos sectores de la sociedad las personas con orientación sexual hacia personas del mismo sexo sean los débiles y es lícito reforzar que puedan ejercer sus derechos. Pero en general, los más débiles son los enfermos, los ancianos y los niños. Enfermos, ancianos y niños de cualquier situación socioeconómica, raza, credo u orientación sexual.
Pero la filosofía del derecho sexual y reproductivo busca
evitarlos. Busca evitar que haya enfermos mediante la clasificación de los bebes no nacidos en viables
y no viables. No viables son los que probablemente nazcan con malformaciones, los
que tengan “enfermedades” tales como síndrome de Down, microcefalia u otras que
afectan el intelecto, o aquellos con probabilidades, dictadas por el ADN, de que en un futuro
desarrollen enfermedades incurables. Es el aborto selectivo. En fin, dado el aborto,
es posible seleccionar quienes vivirán y quiénes no. Es lo que se denomina la
eugenesia. La selección a criterio de los más fuertes de quiénes merecen vivir
y quiénes no.
En los países donde el aborto es legal desde hace poco
tiempo, sólo es aceptado dicho asesinato si se realiza dentro del primer
trimestre de embarazo. Otros países que llevan más tiempo, lo aceptan si se
realiza dentro del primer semestre de embarazo. Unos pocos ya hablan de la
permisividad en cualquier tiempo de gestación, pero claro, si es por razones
médicas. Los países considerados más progresistas ya están discutiendo en sus
cámaras legislativas la permisividad durante el primer trimestre luego del parto. Siempre
por razones médicas. Lo uno va llevando a lo otro. La pérdida de vista del
valor intrínseco de la dignidad de la persona humana va llevando a una audacia
cada vez mayor.
Los países en donde es aceptada la eutanasia sólo la permiten sobre ancianos o sobre personas que han permanecido en estado de coma por un
prolongado tiempo, bajo el consentimiento previo del individuo. Los que llevan
mayor tiempo con dicha legislación permiten ahora que sean los familiares
quienes determinen si es deseable acabar con el sufrimiento del pariente, sobre
todo si se trata del padre o la madre. Es válido incluir consideraciones
económicas sobre el costo de mantener viva a dicha persona y no hará falta el
consentimiento del sujeto sobre el cual se está decidiendo la muerte.
Los gobiernos están permitiendo que las personas con mayor
fortaleza política y económica en un momento dado decidan sobre la vida o la
muerte de los más débiles: los niños, los enfermos y los ancianos. Una vez
aceptado el asesinato selectivo por la sociedad, los criterios con base en los cuales se determine
irán cambiando de acuerdo a la ideología imperante. Los gobiernos han perdido
de vista el valor intrínseco de la vida humana. Y nosotros, los ciudadanos,
somos testigos impávidos y acríticos. Los pocos que levantan su voz son
tachados de intolerantes y anti progresistas. Se instaura la dictadura de la
tolerancia: sólo se permite ser tolerante, no se permite contradecir.
Anticoncepción, aborto y hedonismo, es decir, los
derechos sexuales y reproductivos son sólo un componente de un ideario más
ambicioso, el de la ideología de género.
Esta ideología abarca también, como se ha expuesto, la eutanasia, la eugenesia,
la cátedra del hedonismo, y la supresión de toda oposición en una cadena de
eslabones bien proyectada. Todo conduce a un totalitarismo, lo más contrario a la
libertad democrática buscada por los individuos que componen la sociedad.
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