La Eucaristía
como alimernto de la Iglesia es repetida múltiples veces en las escrituras. Por
ejemplo, Efesios 5, 29: “pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al
contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la Iglesia”;
A pesar de todo
lo expuesto, algunas denominaciones cristianas interpretan que cada vez que
Jesús mencionaba el verbo comer, hacía
referencia al alimentarse espiritual, por tanto hablaba en sentido figurado acerca
de creer en su palabra. El argumento
que presentan como apoyo a la Eucaristía como símbolo en Juan es Jn 6, 63: “El
espíritu es el que da vida; la carne no sirve de nada”. Ya se explicó dicho
capítulo 6 y la insistencia de Jesús en que lo entendiéramos literalmente.
Transcribo a
continuación la argumentación de Charles Spurgeon “príncipe de los
predicadores”, de denominación protestante bautista, quien ejerció su
ministerio como pastor en Inglaterra en el siglo XIX:
¿Cuál es el significado de comer la carne y beber la sangre de Cristo? Es
una metáfora muy simple y bella cuando entendemos que se refiere
espiritualmente a la persona de nuestro Señor. El acto de comer y beber es
transferido del cuerpo al alma, y el alma es representada como alimentándose:
alimentándose de Jesús como el pan de vida.
Comer consiste en ingerir algo que existe externamente, que recibes dentro
de ti y que se convierte en una parte de ti mismo y que te ayuda a
reconstituirte y te sustenta. Ese algo suple una gran necesidad de tu
naturaleza, y cuando lo recibes, nutre tu vida. Esa es la esencia de la
metáfora, y describe muy bien el acto y el resultado de la fe.
Para comer la carne y beber la sangre de Cristo, primero, debemos creer en
la realidad de Cristo, no debemos considerarlo como un mito, un personaje
imaginario, una invención genial, o una concepción de la mente oriental, sino
que debemos creer que tal persona vivió en realidad y en verdad, y que vive
todavía. Debemos creer que era Dios, y que sin embargo, condescendió a
encarnarse y venir a la tierra, y aquí vivió, murió, fue sepultado, y
posteriormente resucitó.
"Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre."
Es un modo de expresar la existencia real y la verdadera materialidad del
cuerpo de nuestro Señor, y la seguridad y la verdad de Su existencia en
naturaleza humana. No pueden ser salvos a menos que crean en un Cristo
histórico, en un personaje real.
¿Cuáles son las virtudes de este acto de comer y beber de Cristo? Busquen
en sus Biblias, y en el versículo 53 encontrarán que esto es un acto esencial.
"De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre,
y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros."
Es esencial, pues si no tienen vida en ustedes, no tienen nada que sea bueno, "No tenéis vida en vosotros." Ustedes conocen la teoría moderna que hay gérmenes de vida en todos los hombres, que sólo necesitan desarrollarse. La Paternidad Universal espía algún bien en todos nosotros, y lo que el hombre debe hacer es educarlo y manifestarlo.
Esta es la noción filosófica, pero no es la manera en que Cristo lo expresa. Él dice: "Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros." No, no hay un átomo de vida verdadera. No hay vida que pueda ser educada; el pecador está muerto, y en él no hay nada bueno de ningún tipo.
Si ha de haber algo bueno alguna vez, tendrá que venirle, debe ser una importación; y nunca puede venir a él, a menos que sea en conexión con su acto de comer la carne y beber la sangre de Cristo. Pero supongan que un hombre tiene muchas convicciones de pecado; comienza a ver el mal del pecado, y teme la ira venidera. Esto es esperanzador; pero yo le recuerdo solemnemente a cualquiera de ustedes que se encuentre en ese estado, que si no come la carne del Hijo del Hombre, no tiene vida; hasta no haber creído en Cristo no tiene vida: hasta no haberse lavado en Su sangre preciosa está todavía muerto en el pecado.
Spurgeon fue un
retórico muy eficaz con una argumentación muy sólida. Su interpretación
espiritual es muy válida. Pero no debemos limitar la acción de Dios.
En un primer
momento de mi vida cristiana yo también me preguntaba si no era atávico pensar
en comer el cuerpo de Cristo.
La Biblia nos
muestra que Dios, a través de la historia de la salvación, siempre se ha
complacido en revelarse a través de lo sensible, así que no nos maravillará que
todavía ahora Él continúe comunicándose con los hombres a través de
sacramentos, en los cuales siempre está presente el elemento material y
sensible.
Pero la duda siempre estará presente. Por ello han ocurrido
a lo largo de la historia de la Iglesia muy diversos milagros en los que la
especia eucarística se convierte sensiblemente en carne y sangre real. Dichos
milagros, a pesar del paso de los siglos están ahí presentes e incorruptibles y
a disposición de científicos que con buena conciencia desean indagar sobre su
veracidad y características[1].
Es significativo que Jesús nos pida que seamos perfectos
como lo es el Padre que está en el cielo.¿Cómo podemos nosotros, hombres
débiles y limitados llegar a la perfección de Dios? Mi respuesta personal fue “Haciéndonos
uno con Él”. Uno en el espíritu por medio de la oración y alimentándonos de Su cuerpo. ¿Cómo podemos nosotros,
miembros de la Iglesia ser un cuerpo cuya cabeza es Cristo? De manera mística
mediante el Bautismo, pero de alguna manera incomprensible para nosotros,
también de manera espiritual alimentándonos del pan bajado del cielo.
El carisma de lenguas relatado en Hechos[2] se hizo
presente en las iglesias cristianas no católicas a principios del siglo XX por
la imposición de manos y la Fe en la palabra de Cristo y las Escrituras. La
imposición de manos por parte de nuestros hermanos protestantes a sacerdotes
católicos fue la que inició la llama carismática en la Iglesia Católica.
Pero el Carisma de Lenguas no es el único. No hay cuenta de
cuántos son[3]. El Espíritu los reparte
para bien de todos (I Cor 12, 7). Los fenómenos místicos extraordinarios, que
si bien no pertenecen al camino normal y habitual del crecimiento espiritual,
también constituyen una manifestación de la presencia y el poder de Dios entre
los hombres.
Entre los muchos fenómenos místicos corporales hay uno que llama mucho la atención: la estigmatización. Consiste en la aparición espontánea en el cuerpo de una persona de llagas o estigmas, en manos, pies, costado izquierdo, en la cabeza y en la espalda, a similitud de las sufridas por Cristo en la pasión y crucifixión. Suele manar periódicamente de estas llagas sangre limpia y fresca, en forma más o menos copiosa. La estigmatización va siempre acompañada de fuertes tormentos físicos y morales, que hacen a quien la padece muy semejante a Cristo crucificado.
La historia
registra como primer estigmatizado a San Francisco de Asís, en el año 1222.
Estudiosos serios han registrado hasta el día de hoy más de 300 casos, entre
los cuales hay 62 canonizados, siendo abrumador el porcentaje de mujeres: casi
el 90 por ciento del total. Los estigmas verdaderos no se encuentran sino en
personas que practican las virtudes más heroicas y tienen particular amor a la
cruz.[4]
También hay que notar algo llamativo: no hay ningún caso registrado entre los
protestantes. ¿Qué hacen los piadosos católicos diferente a los piadosos protestantes?
Participan habitualmente de los sacramentos, en especial el de la Eucaristía,
con el cual se hacen uno con Cristo.
Yo pienso a veces que cuando Jesús en la última cena advierte que “este es el cáliz de mi sangre… que será derramada por vosotros y por muchos” en un segundo sentido estaba anunciando el fenómeno de los mártires y los estigmatizados.
También pienso que cuando Jesús le respondió a los discípulos de Juan el bautista y a los fariseos que sus discípulos no ayunaban por cuanto estaban con el novio, se refería a la Iglesia. Es decir, los discípulos no ayunan por cuanto tienen acceso al Cuerpo y la Sangre del Señor.
Pero en la Última Cena, el mandato del Señor más importante no se ha dicho aún: “Haced esto en conmemoración mía”. ¿Qué estaba haciendo nuestro Señor? De manera voluntaria estaba entregando su vida por cada uno de nosotros. Y nos pide que hagamos lo mismo. Que entreguemos la vida por nuestros hermanos es el mandato del Señor.
[1] Para mayor ilustración de un antiguo milagro se
puede leer http://www.corazones.org/lugares/ italia/lanciano/a_lanciano.htm.
Para tratados científicos, se pueden remitir al libro “Más Allá de la Razón…”
del doctor en psicología clínica y especializado en medicina psicosomática y neuropsicofísiología
cognitiva Ricardo Castañón Gómez y “Belief: readings on the reason for faith”
del genetista norteamericano Francis S. Collins.
[2] Hc 2, 1-47
[3] Por ello, en español latinoamericano se dice jocosamente que son 50 (sin cuenta).
[4] Tomado de http://www.contempladores.com.ar/index.php?file_name=3-3-7.php&h=2
el 17 de diciembre de 2014.
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