El concepto de lo que es la
separación de poderes entre la Iglesia y el Estado está siendo mal utilizado por
los medios de comunicación. La presente reflexión intenta aclararselo al lector
lego con el objeto de permitirle la toma de posición como ciudadano, sea
creyente o no.
La separación Iglesia-Estado desde
el punto de vista legal y político es un concepto por el cual las instituciones
del Estado y las religiosas se
mantienen disociadas. Debido al concreto ámbito histórico latinoamericano, haré
referencia específica a partir de ahora a la Iglesia Católica. También deseo
recalcar al lector que no debe confundir el Estado con el gobierno. El Estado
es un concepto mucho más amplio que involucra la forma en la que se organiza la
sociedad para poder funcionar mejor. Es la unión de la población, las
instituciones públicas que la organizan (las ramas ejecutiva, legislativa y
judicial, pero también el organismo electoral, la defensoría del pueblo, la contraloría,
etc…) y la cultura. El concepto radica en que ni la Iglesia Católica interviene
en los asuntos públicos, ni el Estado en cuestiones de fe. Cada parte tiene una
autonomía para tratar los temas relacionados con sus esferas de influencia. El concepto
también incluye que el Estado, como garante de la búsqueda del bien común y de
la libertad individual, debe también ser garante de la libertad de culto.
La separación Iglesia-Estado es una
de las medidas por las cuales se busca el establecimiento de un Estado laico o
aconfesional, y hace parte del proceso de secularización de la sociedad frente
a una realidad histórica que no fue así[1].
Con el término de “secularización del Estado” se hace referencia al proceso de
pasar diversas instituciones y bienes de la esfera religiosa a la civil. La
separación Iglesia-Estado está relacionada con la extensión de la libertad de
culto a todos los ciudadanos, y se condiciona a partir de este derecho la
relación entre el Estado y la Iglesia. Ocurre sobre todo en aquellos estados
con religión de Estado u oficial que favorecían legal y/o informalmente una
religión en detrimento de las demás[2].
Los Estados regulan las
relaciones con la Iglesia Católica a través de tratados denominados concordatos que atañen a ámbitos de
participación en la vida civil (enseñanza, matrimonios, divorcios,
beneficencia, entierros, ...).
La idea implica que la Iglesia no
debe involucrarse en política partidista. Es decir, no debe indicar por quién
votar o por cuál partido votar, ni debe apoyar a un candidato o partido en
particular. La razón de ello es porque la misión de la Iglesia es de orden
trascendente, su objetivo es llevar a las personas a Cristo para que Él les de
vida eterna; mientras que la de los partidos y la del propio Estado es
inmanente, es decir, consiste en la búsqueda del bien común en la tierra.
Por esa misma razón, la Iglesia Católica
no debe imponer sus leyes eclesiásticas al resto de la sociedad. Por ejemplo, no
puede imponer una ley que obligue a todo el mundo a asistir a misa los
domingos. Sólo por medio del buen ejemplo y la persuasión honesta es que los
cristianos deben convencer a otros de que lo sean[3].
Por razón de su misión
trascendente, la Iglesia Católica y otros credos sí pueden y deben intervenir
en los asuntos de Estado en cuanto éstos involucren cuestiones de moral de
carácter universal, es decir, aquellas cuestiones morales que son permanentes e
independientes del contexto histórico y geográfico, y que todo ser humano debe siempre respetar, sea creyente o no.
“El orden justo de la sociedad y
del Estado es una tarea principal de la política… Es propio de la estructura
fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es del César y lo que
es de Dios, esto es, entre el Estado e Iglesia o, como dice el Concilio
Vaticano II, el reconocimiento de las realidades temporales.”[4]
“La justicia es el objeto y, por
tanto, también la medida intrínseca de toda política. La política es más que
una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su
meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética… Para
llevar a cabo rectamente su función, la razón ha de purificarse constantemente,
porque su ceguera ética, que deriva de la preponderancia del interés y del
poder que deslumbran, es un peligro que nunca se puede descartar totalmente.”[5]
“En este punto, política y fe se
encuentran. Sin duda, la naturaleza específica de la fe es la relación con el
Dios vivo, un encuentro que nos abre horizontes mucho más allá del ámbito propio
de la razón. Pero, al mismo tiempo, es una fuerza purificadora para la razón
misma. Al partir de la perspectiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda
así a ser mejor ella misma.”[6]
Estamos en una época en que muchos
miembros de la sociedad se ubican en posiciones extremas: por un lado quienes
propugnan que la razón es incapaz de comprender la verdad, por tanto sólo
existe lo que es útil o pragmático. Se trata del pragmatismo o relativismo.
Pero la naturaleza de la razón del hombre, su capacidad de raciocinio, lo lleva
a buscar la verdad. El relativismo esclaviza al hombre, porque le impide
desarrollar su natural búsqueda de la verdad. Sólo la verdad libera al hombre.
Afirmar dictatorialmente que “todo es relativo” es una contradicción en sí
misma[7].
En el otro extremo están los
racionalistas puros que pretenden
que son capaces de abarcar todo con la razón. Niegan la existencia de Dios por
cuanto es un ser más grande que la razón. No obstante, lo cierto es que la
razón del hombre es capaz de darse cuenta de que fue creada y de ahí que se
abra, de manera natural, a la trascendencia. No hacerlo implica negar la razón
y entrar en contradicción[8].
Ambas posiciones intentan evitar
que la Iglesia exponga a la luz de la moral sus puntos de vista en foros
públicos, científicos y legislativos por considerar que se inmiscuyen en temas
por fuera de su ámbito natural de acción. Pero esa es una apreciación
incorrecta que los ciudadanos debemos evitar. La persona humana es el gran
destinatario tanto de la acción estatal que busca el bien común como de las
enseñanzas de la Iglesia que buscan mostrar a los hombres y mujeres de todo
tiempo su naturaleza trascendente y su destino eterno.
Cuando la razón secular no es
capaz de fundamentarse en una verdadera humanidad termina en la violencia, pierde
su racionalidad y conduce al nihilismo que lleva en sí una dinámica
autodestructiva. Esto ocurre cuando quienes dirigen el Estado no saben quién es
el hombre y tampoco son capaces de conducirlo a su fin, por cuanto también les
es desconocido[9].
Todas las esferas de la vida humana tienen una dimensión moral ya que la moral es el modo de vivir que respeta y realiza el bien de la persona y en toda actividad humana ese bien está en juego[10]. Conmino al lector a no dejarse confundir. Una discusión acerca de temas fundamentales en los que se ve involucrada la ética universal o moral natural, es un asunto que atañe directamente a los credos y es lícita y necesaria su participación para dar luz a la sociedad acerca de hacia dónde se está dirigiendo[11].
(Continúa)
[1]
Conceptos extraídos de Wikipedia.
[2] La historia de las naciones muestra muy diversos ejemplos de la unión de la
Iglesia y el Estado y sus consecuencias negativas para una y otro. La Iglesia
Católica apoya fehacientemente dicha separación (por ejemplo ver Gaudium et
Spes del Concilio vaticano II) siempre que no implique la eliminación de lo
trascendente y del derecho a la libertad de culto por considerarlo como
limitante del espíritu humano.
[3] Primera carta de Pedro, capítulo 3, versículo 15 (I Pe 3, 15)
[4] Carta Encíclica Deus Caritas Est. Benedicto XVI. Ediciones Paulinas. 2005.
Pag 45-46.
[5] Ibid
[6] Ibid
[7] Para quien no halle evidente la contradicción, piénselo: no se puede afirmar que “todo” es
relativo, porque “todo” implica que la afirmación dada no es una verdad sino
que depende de si el oyente la acepta o no la acepta. A su vez, si “todo es
relativo”, excepto el postulado básico, entonces no “todo” es relativo.
[8] Pablo Domínguez Prieto, sacerdote diocesano, filósofo y teólogo español, decano de la
Facultad de Teología San Dámaso de Madrid en exposición sobre la búsqueda de la
verdad y crisis de la razón, extraído de https://www.youtube.com/watch?v=7O1_f7zM054
en abril de 2015.
[9] Javier Martínez, doctor en Filosofía y Lenguas Semíticas, arzobispo de Granada.
[10] La universalidad de algún sistema moral es uno
de los objetivos de la ética-objetiva cuyo contenido o efecto no se considera
relativo ni subjetivo, sino efectivo y aplicable para todo hombre racional bajo
un contexto determinado, siempre y cuando el agente capaz de comportamiento
pueda actuar de manera racional, entendido como aquello en lo que todos los
seres humanos puedan estar de acuerdo cuando decidan buscar un comportamiento
moral específico que se juzgue "de bien" o "correcto", que
mantenga o cause aceptable calidad de vida o evite alguna consecuencia
inconveniente, y que surja a causa de la repetición de ciertos comportamientos
probables para la humanidad (extraído de Wikipedia).
[11] No significa que sea la
única luz que hay que consultar, pero sí es lícito y necesario consultar dicha
luz.
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