En una ocasión un joven compañero de oficina se sorprendió
mucho cuando conversando con él le mencioné que la lectura que se realiza en la
misa un día dado es la misma en todo el planeta. ¡Jamás lo había pensado! Ese
es uno de los sentidos de católico o universal. Cuando asistimos a una
Eucaristía, no somos solo 5 ó 50 ó 500, sino millones, por cuanto como cuerpo
espiritual todos participamos alrededor del mundo de un mismo rito de
adoración, alabanza, agradecimiento y solicitud.
Hace no mucho me encontré en un café Internet ayudándole a
una señora a editar un documento que contenía una lista acerca de cómo leer
toda la Biblia en un año. La había sacado de una página web protestante. Me
pareció lamentable que lo que aconsejaba era un orden para leer en 365 días la
Biblia, pero leyendo libros completos, uno tras de otro sin permitir de este
modo enriquecerse en la comprensión de cómo “el Nuevo Testamento está escondido
en el Antiguo y el Antiguo es manifiesto en el Nuevo”[1].
Las iglesias protestantes tienen libertad de escoger la
lectura del sermón de cada reunión semanal. Una ventaja de la estructura
jerárquica y Magisterial de la Iglesia Católica es que siglos de meditación han
llevado a conocer bien cómo se relacionan unos textos con otros y que expertos
en el tema hayan propuesto una estructura de lectura de la Biblia en tres años,
los llamados ciclos A, B y C, que son los que componen el ordo litúrgico. Cada día del año se lee una lectura del antiguo
Testamento, un salmo y una lectura del Nuevo Testamento que tienen relación
directa entre sí. Se deja en libertad al sacerdote de realizar su homilía o
sermón de acuerdo a la realidad local, pero basada en la enseñanza de la Escritura.
Que en todo el mundo, el mismo día se lea la misma palabra, se medite sobre
ella y se ore en relación a ella nos une a todos los católicos como una real Iglesia
“universal”.
La estructura de la lectura semanal es tal que en el Domingo se ubican los pasajes más significativos del Nuevo Testamento, de tal modo que la obligación de asistir a la misa dominical permite que lo esencial de la enseñanza llegue a todos los fieles. Los restantes días de la semana las lecturas son las de los versículos previos al de la enseñanza principal proclamada el día domingo y permite a los católicos a los que les es posible asistir a misa diaria ir meditando sobre la enseñanza principal que se realizará el día domingo. Cabe aclarar que el domingo hay una cuarta lectura, correspondiente a alguna de las cartas de Pablo, Pedro, Santiago o Juan.
Adicionalmente, todo consagrado, ya sea ordenado o laico,
tiene la obligación de participar de la oración de la Iglesia o liturgia de las
horas. Son siete horas: Oficio de Lectura, Laudes, Tercia, Sexta, Nona,
Vísperas y Completas[2]. No necesariamente debe participarse de todas, pero sí al menos de un par. En el
Oficio de Lectura se incluye un himno, un salmo completo, alguna lectura de la
Biblia y el correspondiente comentario por parte de alguno de los Padres de la
Iglesia de los primeros siglos, lo cual es sumamente enriquecedor por cuanto se
participa de la sabiduría de la Iglesia en sus raíces y de cómo la
interpretación actual de las escrituras está acorde con la expresada por los
primeros obispos, algunos de ellos discípulos directos de los apóstoles.
Algo que tenemos en cierta manera en común con algunos protestantes
es la estructuración de la liturgia alrededor de un Año Litúrgico. El evento
principal es la conmemoración de la Semana de Pascua que los católicos realizamos
el domingo siguiente al plenilunio después del equinoccio de primavera[3]. De la
víspera del jueves a la víspera del domingo se realizan ceremonias solemnes y únicas
en el año cuyas lecturas recorren toda la historia de la Salvación, primero del
pueblo judío y luego de su plenitud en el sacrificio y resurrección de Jesús.
Terminada la Semana Santa se inicia el tiempo de Pascua, en
espera del día del Pentecostés, o venida del Espíritu Santo cincuenta días
después, durante los cuales la lectura principal son los Hechos de los
Apóstoles. El tiempo de Adviento inicia el cuarto domingo antes del día de
Navidad. Es un tiempo de alegre espera y preparación para rememorar el
nacimiento del Señor, pero sobre todo de la venida del Señor a cada corazón,
hoy día y de espera de la Parusía, tiempo en el cual Jesús regresará con Gloria
y Poder y Dios será todo en todos. Durante el tiempo de Adviento las lecturas
se centran en esa espera esperanzadora y las profecías de Isaías son una
lectura especial.
Para los católicos, Adviento es el inicio del calendario
Litúrgico.
La celebración de la Navidad es un tema de especial
desprecio por parte de los protestantes hacia los católicos. Suponen un signo
de ignorancia por parte de los católicos pensar que Jesús nació el 24 o 25 de
diciembre.
Lo cierto es que la fecha fue fijada arbitrariamente[4], pero
tiene su razón de ser. En un mundo que era pagano y que apenas empezaba a ser
cristianizado era necesario “crisitanizar” sus ritos paganos. En el solsticio
de verano (21 de junio en el hemisferio norte) se celebraba una fiesta en que
se encendían hogueras para darle fuerza al sol que a partir de aquel día iba
perdiendo fuerza. El punto es que a partir de ese día los días se van haciendo
más cortos por causa natural de la órbita planetaria alrededor del sol y la
inclinación del eje de rotación de la Tierra respecto a ésta, es decir, el 20 o
21 de junio es el día más largo del año. El Evangelio de San Juan nos transmite
un frase de Juan el Bautista: “Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn
3, 30). Se “cristianizó” la fiesta pagana asociándola a San Juan Bautista, el
cual a partir de aquel momento empezó a menguar para darle paso a la labor del
Mesías. Hoy en día se llama Noche de San Juan o víspera de San Juan, aún entre
los paganos que la celebran sin conocer el sentido de su nombre. La Iglesia lo
celebra el 24 de junio.
Había una tradición antigua entre los judíos que decía que el día de la muerte de los grandes profetas coincidía con el día de su concepción. Si Jesús como el profeta por excelencia murió hacia el domingo siguiente al plenilunio después del equinoccio de primavera, su nacimiento bajo esa tradición sería hacia el solsticio de invierno, el día más corto del año, a partir del cual los días se empiezan a alargar, o como decían los antiguos, el día a partir del cual el sol empezaba a tomar más fuerza. Se trataba de un paralelismo con la fiesta de Juan el bautista muy diciente y atractivo. Además, de ese modo la fecha de rememoración del nacimiento de Juan el Bautista se ubicaba en seis meses previos al del nacimiento de Jesús, coincidiendo con la diferencia de edades, seis meses, según lo relatado por el Evangelio según San Lucas. Se decidió arbitrariamente celebrar el nacimiento de Jesús hacia dicha fecha. No por razones de exactitud histórica, sino en razón a ayudar a la salvación de las almas y de explicarles verdades que en aquella época de ignorancia astronómica e intelectual era más fácil explicar en símiles por medio de lo que se evidencia en la naturaleza, a la manera que lo hacía Jesús en su predicación.
La costumbre de representar el Portal de Belén en un pesebre
con un buey, una mula y los pastores procede de una bella representación que
realizó San Francisco de Asís en alguna villa en el siglo XIII. No se trata de
un acto de fe en verdades que debamos creer. Es un acto de piedad que ayuda a
rememorar el feliz momento en que llegó la plenitud de los tiempos y el Hijo de
Dios se encarnó en la más absoluta precariedad. Es una excusa para reunir a la
familia alrededor de dicha tradición y meditar en comunidad tan magno suceso.
El último domingo del tiempo de Navidad es la celebración de
la Epifanía el 6 de enero. El tiempo de Navidad se prolonga hasta la víspera de
la solemnidad del bautismo de Nuestro Señor e inicio de su ministerio público.
En esa celebración dominical se inicia un tiempo ordinario en que debemos
acercar las enseñanzas de Jesús a nuestras actividades cotidianas hasta el momento
en que se inicia la Cuaresma, tiempo de arrepentimiento y preparación para la
Semana Santa, siendo invitados los fieles a practicar de manera especial el
ayuno, la limosna y la oración. El ayuno para acercarnos a nosotros mismos, la
limosna para acercarnos al prójimo y la oración para acercarnos a Dios.
Hemos recorrido a grandes rasgos el año litúrgico católico.
Hemos recorrido a grandes rasgos el año litúrgico católico.
[1] Agustín de Hipona:
quoestiones in Heptateuchum 2, 73
[2] Tercia son las 9:00 am,
Sexta mediodía, Nona las 3:00 pm y así sucesivamente.
[3] Oscila entre 22 de marzo y
el 25 de abril.
[4] El más antiguo calendario eclesiástico de la iglesia de Roma llegado hasta nosotros es el extracto
copiado por Furio Dionisio Filocalo hacia el año 354. El documento se remonta,
no obstante, al año 336, y contiene la Depositio Martyrum romana y la Depositio
Episcoporum romana, catálogo de los mártires y papas venerados en Roma a
mediados del siglo IV. En la cabecera de la lista de los mártires figura una
indicación preciosa: VIII Kal. lan.: Natus Christus in Betleem Iudae, la
primera noticia existente sobre la fiesta de navidad el 25 de diciembre.
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