viernes, 29 de julio de 2016

II. La vocación del matrimonio. El sacerdocio.

El caso del sacerdocio es un caso de especial importancia en donde se manifiesta la masculinidad. Los varones acuden a un seminario, cuya etimología proviene de semen semilla y arium lugar para que estén cosas o vivan allí. Se preparan para inseminar la semilla del Reino en la Iglesia. Es una labor que corresponde al sacerdote una vez reciben el sacramento del orden. Al igual que el matrimonio entre un varón y una mujer se consuma cuando se hacen una sola carne, el sacerdote consuma su matrimonio con la Iglesia la primera vez que preside la Eucaristía haciéndose uno con Cristo quien es la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Jesús desnudo en la cruz entregó su cuerpo y su sangre a toda la Iglesia para consumar su matrimonio con ella. Son los sacerdotes quienes inseminan la Iglesia, su esposa, mediante la distribución del cuerpo de Cristo. Por eso el sacerdocio no es una profesión, sino una vocación a la paternidad espiritual[1].

Los discípulos fueron elegidos por el Maestro. La amistad que ofrece Jesús es completamente gratuita. Y el que se siente querido de Jesús también se siente obligado a ser un discípulo fiel y activo. Y esto es dar fruto[2].

Como conclusión a la vocación al matrimonio presentados en los sacramentos del matrimonio y el del orden sacerdotal, debemos reflexionar que la santidad es la respuesta de la Novia al Regalo que otorga el Novio. La novia es la Iglesia, cada uno de nosotros, y el novio es Dios. En el cielo el matrimonio que se consumará es el del ser humano con Dios.



[1] Christian West
[2] La Vocación explicada por Juan Pablo II. Pedro Beteta. Ediciones Palabra. Madrid. 2011.

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