Juan Pablo II
define la castidad como un rechazo al deseo del placer con el objeto de que no
desplace la llamada del amor. Cuando el amor está presente, el varón y la mujer
tienen un sincero deseo de hacer lo que sea bueno para el otro. La castidad
evita usar al otro cual objeto desechable y por tanto los hace capaces de un amor
auténtico. Dios nos hace un llamado hacia la castidad para preservarnos como
copa de cristal fino y brillante a Sus ojos, para preservarnos para la pareja adecuada
con la que iniciaremos el camino hacia la santidad que no es otra cosa que un
llamado a la felicidad. Cuando se entiende la castidad como una realización del
Plan de Dios en el ser humano, se acepta por amor a Dios y no como una carga.
El Magisterio de la Iglesia enseña que la castidad es 'la energía espiritual que libera el amor del egoísmo y de la agresividad". La castidad es esa virtud (o hábito bueno) que hace que el ser humano sea capaz de dominar sus pasiones, para poner su sexualidad al servicio del verdadero amor. Si la persona no se domina a ella misma, o sea, no se posee a ella misma, no puede darse a sí misma. Sin la castidad, el "amor se hace progresivamente egoísta, es decir, deseo de placer y no ya don de sí”. El deseo del placer es la lujuria.
Bajo esa concepción, la castidad es un valor que debe permanecer toda la vida, aún en el matrimonio. Debemos procurar que el encuentro sea una entrega, no un deseo de satisfacción propia.
A los solteros, siempre se les ha enunciado la palabra de que "somos templo del Espíritu Santo" como argumento en contra de las relaciones sexuales fuera del matrimonio. ¿Por qué? Hace referencia a que nuestro cuerpo, así como nuestra alma, pertenece a Dios. No nos es posible entregar lo que no nos pertenece. Solo en el matrimonio válido nos convertimos en "una sola carne", es decir, un solo cuerpo. En el matrimonio, entregarnos al otro ya no es una transgresión al concepto, él y ella ahora son uno solo.
No confundamos celibato con castidad. En el matrimonio ente un hombre y una mujer se solicita castidad. En el matrimonio sacerdotal o religioso, se solicita celibato.
«La virginidad y el celibato por el Reino de Dios no sólo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad son dos modos de expresar y de vivir el único Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo. Cuando no se estima el matrimonio, no puede existir tampoco la virginidad consagrada; cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor donado por el Creador, pierde significado la renuncia por el Reino de los cielos.»(FC[1] 16)
La Iglesia valora, fomenta y solicita celibato de manera especial a los sacerdotes, religiosos y religiosas, pero también a aquellos que viven en una condición especial de vida: los casados, con matrimonio válido, que se han separado de su esposo o esposa y a aquellos que tienen una atracción sexual por personas de su mismo sexo.
El Amor Verdadero Espera (AVE[2])
El punto crucial
es ¿cómo distinguir si tu atracción es un llamado de tu amor o un llamado de tu
lujuria? Es sencillo. Elimina de tu relación todo afecto carnal. Identifica qué
ocurre. ¿Pierdes el interés? Recuerda que el amor es capaz de esperar para darse,
en cambio la lujuria es impaciente para tomar.
San Pablo dice a varones y mujeres en la primera carta a los Corintios que el verdadero amor es paciente y bondadoso, que no se comporta con rudeza ni es egoísta, que el amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad, que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (I Cor. 13: 4-7. Ver también I Cor. 6: 18-20). Por eso debemos decir que el Amor Verdadero Espera.
Juan Pablo II en su carta titulada La Vocación nos dice: “la unión de los cuerpos ha sido siempre el lenguaje más fuerte con el que dos seres pueden comunicarse entre sí. Y por eso mismo, un lenguaje semejante, que afecta al misterio sagrado del hombre y de la mujer, exige que no se realicen jamás los gestos del amor sin que se aseguren las condiciones de una posesión total y definitiva de la pareja, y que la decisión sea tomada públicamente mediante el matrimonio.” Añade luego: “… el serio compromiso del matrimonio es cimiento de un sólido edificio. No se puede alimentar un hogar con el fuego del placer que se consume rápidamente, como un puñado de hierba seca. Los encuentros ocasionales son simples caricaturas del amor, hierven los corazones y descarnan el plan divino.”
La búsqueda de la santidad y la búsqueda de la felicidad es una misma cosa. Sólo llegamos a la plenitud de la felicidad cuando somos fieles a aquello para lo cual fuimos creados, es decir, cuando somos fiel reflejo de la imagen de Dios. Es el camino para hacernos uno con Dios.
[1] FC hace referencia a la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de Juan Pablo II sobre la función de la familia cristiana en el mundo de hoy.
[2] El acrónimo se ha tomado de una de las campañas sociales que fomenta el grupo mariano que dirige Felipe Gómez León en
Bogotá y Barranquilla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario