La Encuesta
Nacional de Demografía y Salud ENDS del 2010 expone una realidad en
la que crecen nuestros adolescentes: el 10.7% de las mujeres menores de 19 años
ya han tenido uno o más hijos[1]. El 13.5% han iniciado relaciones sexuales antes
de cumplir 15 años[2]. También es un hecho doloroso y conocido
el engaño que adultos hacen a menores de edad para abusar de su dignidad y
pureza.
La rebeldía del
hombre contra Dios, relatada en el Génesis, ha pasado en el mundo moderno a
manifestarse en una rebeldía del hombre contra lo espiritual, dándole un valor
supremo a la ciencia; en una rebeldía hacia el prójimo, dándole valor positivo
al conservar o utilizar mis cualidades para mi propio dominio y disfrute; y del
hombre contra sí mismo, convirtiendo vicios como la droga, el alcohol o el sexo
en valores sociales aceptables, defraudando lo que somos llamados a ser.
Puede ocurrir que hayamos perdido nuestra pureza. ¿Cómo restaurarla cuando se ha
perdido por cualquier circunstancia? La visión del hombre en su entretejida
relación cuerpo-alma entiende que todo lo que afecta al alma afecta al cuerpo y
viceversa. Dios ha provisto el Sacramento de la Reconciliación, que en contra
de lo usualmente pensado, no solo restaura el estado espiritual, sino también
el corporal, ya que como se debe insistir permanentemente, el hombre es sólo
uno, creado con cuerpo y alma (cuerpo-vida). En la creación, al único ser que
Dios creador insufla su espíritu es al ser humano (Gn 2, 7).
El sacramento de
la Penitencia nos devuelve la verdadera libertad de los hijos de Dios, nos da
las gracias (regalos) que requiere cada uno para vencer la concupiscencia, los malos
hábitos y las tentaciones. Además nos restablece la paz y seguridad de
conciencia.
La promesa de
Jesús es la resurrección, pero no es solo el espíritu quien resucita. En el
credo profesamos también la resurrección de la carne. El Catecismo de la Iglesia
Católica en su número 990 nos dice claramente basado en la carta a los Romanos
en su capítulo 8: “El término carne designa
al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. La resurrección de la carne significa que, después de la muerte, no
habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros cuerpos (Rm 8: 11) volverán a tener vida”. Luego, en el
numeral 999 y 1000 explica que en Cristo todos resucitarán con el cuerpo que
tienen ahora, pero será un cuerpo transfigurado en cuerpo de gloria, en cuerpo
espiritual. San Pablo en Filipenses 3, 20-21 dice “Pero nosotros somos
ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el
cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el
suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas”. Nos explican que la Eucaristía nos da ya
un anticipo[3] de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo en algo terreno y celestial.
Es importante
entender que la virginidad no es un tejido, se debe trascender la concepción
popular al respecto y llevarla hacia un sentido más amplio y profundo, por
ejemplo, entender que la virginidad es estar libre y limpio de todo lo que no
es de Dios. Por ello María es La Virgen por excelencia.
Hay personas que dejan sus faltas al sexto mandamiento: “No fornicarás” o “No cometerás actos impuros”, por fuera de la confesión en el sacramento de la reconciliación, por ser tan íntimos, tal vez por delicadeza para con el sacerdote, tal vez por vergüenza, pero eso es renunciar a las grandes gracias que el sacramento proporciona. Basta con evitar un lenguaje explícito o gráfico. En Su infinita misericordia, la Gracia de Dios todo lo perdona, excepto el negarse a admitir la culpa (cf. Mc 3, 29). Y Jesús delegó el perdón de los pecados en los sacerdotes (Jn 20, 23). No quiere decir que Su Misericordia no actúe de muchas otras maneras, pero en circunstancias normales, todo católico tiene la obligación de meditar sobre aquello que lo aleja de Dios, de sentir dolor por estar alejado de la fuente de la felicidad, de hacerse el propósito de no volver a darle la espalda a Dios, de acercarse a un sacerdote y de palabra confesar su conciencia sucintamente y de satisfacer plenamente la penitencia que le sea impuesta. Y si le es posible, resarcir el pecado cometido.
Jesús nos cuenta una parábola en Lucas 15, 8-9: “O, ¿qué
mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la
casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra,
convoca a las amigas y vecinas, y dice: "Alegraos conmigo, porque he
hallado la dracma que había perdido." La moneda bien puede ser tu amistad
con Dios, bien puede ser tu inocencia. El barrer con la escoba bien puede ser
el acercarse al Sacramento de la Reconciliación. Y la alegría y el anuncio es
el del Reino de Dios y la alegría que trae a tu corazón.
"… Cristo
amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y
presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni
cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada." (Ef 5:25-27)
Y si a pesar de nuestro esfuerzo personal por seguir a
Cristo, alguna vez somos débiles no cumpliendo … sus mandamientos, ¡no nos
desanimemos! ¡Cristo nos sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen Pastor que
carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que
sane'. Cristo es amigo que nunca defrauda[4].
[1]
No solo es cuestión de falta de
educación o recursos. El 14.2% de las mujeres entre 15 y 19 años que han
terminado su educación secundaria ya han tenido al menos un hijo. El 5.5% de
las mujeres entre 15 y 19 años que pertenecen al 20% de la población con mayor
índice de riqueza ya han tenido al menos un hijo.
[2]
La encuesta ha sido planeada y
aplicada por parte de Profamilia los años 1995, 2000, 2005 y 2010. Dicha
entidad promociona el derecho por una salud sexual y reproductiva, que es un
eufemismo para fomentar los métodos contraceptivos y el aborto, ambas
blasfemias ya que van en contra del Plan de Dios para con los hombres. Pero los
datos de la encuesta son válidos también para conocer la realidad y la toma de
decisiones en favor de la vida y la dignidad de la mujer y del no nacido.
[3]
A veces dicen “viático” en vez de anticipo.
[4]
La Vocación explicada por Juan Pablo
II. Pedro Beteta. Ediciones Palabra. Madrid. 2011.
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