viernes, 12 de agosto de 2016

IV. La Fecundidad

Ser imagen y semejanza de Dios es una primera aproximación para entender la dignidad de cada uno de nosotros como varón y como mujer para hacer efectiva la llamada vocacional a ser reflejo del amor de Dios.

En la fertilidad del cuerpo femenino se expresa de manera patente la gracia de la fecundidad a la que Dios nos invita y por medio de la cual nos hace partícipes de su obra creadora.

El Catecismo nos dice: "Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" (GS[1] 48,1): Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al ser humano, varón y mujer" (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1). La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (GE[2] 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida (FC 28). Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio”.[3]



[1] GS hace referencia al documento Gaudium et Spes, uno de los que componen el resultado del Concilio Vaticano II y trata sobre «la Iglesia en el mundo contemporáneo».
[2] GE hace referencia al documento Gravissimum Educationis, en latín «extrema importancia de la educación», es la declaración del Concilio Vaticano II respecto a la educación.
[3] Numerales 1652 a 1654 del Catecismo de la Iglesia Católica.

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