Ya explicados seis sacramentos, no debo dejar de lado el
séptimo. El origen y pleno significado del matrimonio es explicado en otra entrada. En general, los protestantes están de acuerdo con los católicos en la mayoría de puntos, pero sólo en la mayoría. Luego de una corta introducción resalto algunos puntos importantes de diferencia.
Jesús en la
conversación que se relata en Mateo 19 remite al libro del Génesis para referir
cómo es el matrimonio en el Plan de Dios desde el principio. En Génesis 2, 24 se nos dice “Por eso el hombre deja
a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne”.
En el matrimonio
católico, los esposos se hacen una promesa mutua delante de Dios. Son ellos mismos
los que se administran mutuamemnte el sacramento. El sacerdote sólo es un
testigo. ¿Cuáles son esos votos? Los que hacen referencia a amarse de manera libre,
total, eterna, fiel y fecunda: “… te quiero a ti como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en
la enfermedad, todos los días de mi vida”,
… “recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti”, … “recibe estas arras como prenda de la bendición
de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir”.
Pero si bien la presencia del sacerdote parece sólo accidental, ya que podrían ser otros los testigos, he aquí que la necesaria presencia del sacerdote en la Iglesia Católica obedece a una característica del matrimonio y es que se realiza en el seno de la comunidad. Las películas norteamericanas de hace algún tiempo mostraban frecuentemente escenas de una pareja que se escapaba a la ciudad de Las Vegas parta casarse a escondidas delante de un pastor que actuaba de testigo. Otras muchas películas muestran cómo se casan con la presencia de familiares y amigos al borde de un acantilado, con una vista magnífica, o al borde del mar, o en un jardín hermoso. En un ámbito católico esto no es posible. El matrimonio se realiza de manera pública en el seno de la comunidad, y la mayor y más perfecta asamblea del pueblo de Dios es la celebración Eucarística, en la que la Iglesia Universal se reúne, y se reúne en un lugar consagrado para tal efecto. Por eso, en el seno de la celebración de la misa es que se realizan los matrimonios católicos, en un templo, y por su puesto, con la presencia de un ministro ordenado. He ahí una diferencia importante con nuestros hermanos protestantes.
Pero si bien la presencia del sacerdote parece sólo accidental, ya que podrían ser otros los testigos, he aquí que la necesaria presencia del sacerdote en la Iglesia Católica obedece a una característica del matrimonio y es que se realiza en el seno de la comunidad. Las películas norteamericanas de hace algún tiempo mostraban frecuentemente escenas de una pareja que se escapaba a la ciudad de Las Vegas parta casarse a escondidas delante de un pastor que actuaba de testigo. Otras muchas películas muestran cómo se casan con la presencia de familiares y amigos al borde de un acantilado, con una vista magnífica, o al borde del mar, o en un jardín hermoso. En un ámbito católico esto no es posible. El matrimonio se realiza de manera pública en el seno de la comunidad, y la mayor y más perfecta asamblea del pueblo de Dios es la celebración Eucarística, en la que la Iglesia Universal se reúne, y se reúne en un lugar consagrado para tal efecto. Por eso, en el seno de la celebración de la misa es que se realizan los matrimonios católicos, en un templo, y por su puesto, con la presencia de un ministro ordenado. He ahí una diferencia importante con nuestros hermanos protestantes.
Luego de las promesas mutuas el sacerdote realiza una pregunta a los contrayentes: ¿están
preparados para recibir responsable y
amorosamente a sus hijos como don de
Dios?, ¿y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?[3]. Esa pregunta tiene que ver con el rechazo a la contracepción, otro punto de diferencia con nuestros hermanos protestantes, explicada en otra entrada, y la voluntad expresa de educarlos en la fe.
Esa vocación a la unión libre, total, eterna, fiel y fecunda entre un
hombre y una mujer es una llamada a la conformación de una familia. Es el
llamado a ser fiel imagen y semejanza del Dios trino, comunidad de amor, Padre,
Hijo y Espíritu Santo. La familia es una comunidad de amor trinitaria: padre,
madre e hijos.
Un tema que presenta dificultad para muchos católicos,
incluso instruidos, es la indisolubilidad del matrimonio. El tema era claro
para Jesús. “Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Y ya en casa,
los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a
su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia
a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»” (Marcos 10, 9-12).
“Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada… pues somos miembros de su Cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.” (Efesios 5, 25b-27 y 30-32). Pablo nos explica cómo el matrimonio entre varón y mujer es una imagen del matrimonio entre Jesús y la Iglesia. Decir que un matrimonio se disuelve es como decir que la unión entre Jesucristo y la Iglesia se disuelve, lo cual es imposible, ya que Dios no muda de parecer. La unión de un hombre y una mujer se consuma en el momento que se entregan el uno al otro en el altar del lecho nupcial. Cristo consumó en el altar de la Cruz su matrimonio con la Iglesia, no hay vuelta atrás.
[1]Texto del numeral 1602 del Catecismo de la Iglesia Católica.
[2] Ibid, numerales 1606 a 1609.
[3] Cantidades enormes de hombres y mujeres católicos están fracasando en el cumplimiento de las promesas que hicieron en el matrimonio de llevar a sus hijos a Cristo y criarlos en la fe de la Iglesia. (Basado en Thomas J. Olmsted, Obispo de Phoenix en su exhortación apostólica “Firme en la brecha”. 2015).
[2] Ibid, numerales 1606 a 1609.
[3] Cantidades enormes de hombres y mujeres católicos están fracasando en el cumplimiento de las promesas que hicieron en el matrimonio de llevar a sus hijos a Cristo y criarlos en la fe de la Iglesia. (Basado en Thomas J. Olmsted, Obispo de Phoenix en su exhortación apostólica “Firme en la brecha”. 2015).
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