Otro punto de conflicto son las indulgencias. Incluso los
propios católicos confunden a qué hace referencia el término. Las indulgencias
NO perdonan los pecados. La indulgencia es el perdón de la pena merecida por el
pecado ya perdonado[1].
El Señor relata una bella parábola denominada de los dos
deudores o del deudor de los 10,000 talentos. Se encuentra en Mateo 18:23-35.
Sólo transcribiré los primeros cinco versículos: “«Por eso el Reino de los
Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al
empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como
no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus
hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus
pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.’ Movido
a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la
deuda.”
El rey fue indulgente con el deudor. El rey estaba en su
derecho de aplicar justicia, pero la parábola presenta la misericordia de Dios.
Podía haberle perdonado los intereses como hacen los bancos o la oficina de
impuestos cuando se sienten magnánimos. Los más desprendidos podrían haber
pensado que le perdonara el 90% de la deuda. Pero Jesús presenta la misericordia
de Dios: lo dejó en libertad y le perdonó la deuda. La Iglesia debe ser digno
representante de la misericordia de Dios.
Las indulgencias están en intima relación con el sacramento de la
Reconciliación. Las indulgencias las otorga la Iglesia en virtud del poder que
tiene de "atar y desatar", dado por Jesucristo (Mt. 16, 19). Es
necesario declarar que no se venden, que la Iglesia las otorga al pecador
arrepentido, una vez que se confesó y comulgó, que hizo el propósito de evitar
el pecado, que cumplió con las obras prescritas para ganar el perdón y que
cumple con las obras prescritas para ganar la Indulgencia. Su intención es el
arrepentimiento y la conversión del pueblo de Dios, por tanto, apuntan a que el
cristiano católico crezca en su vida de fe y gracia, mejorando su relación con
Dios y con los hermanos. Evitan o acortan el tiempo del purgatorio, antesala en
la que se purifican las almas arrepentidas antes de entrar al Cielo porque ante
la presencia de Dios Padre el hombre debe llegar sin mancha alguna, pero no perdonan
los pecados, ni libran a nadie de la condenación eterna.
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