martes, 21 de junio de 2016

La Intercesión

Intercesión, por definición, significa hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal. Cuando oramos a Dios por alguna persona estamos de alguna manera intercediendo por esa persona. Esa es la intención de la oración.

En Lucas 7, 1-10 nos relatan: “Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste.  Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.» Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.»

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.» Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.”

Es una bella historia en que los ancianos de los judíos hablaron a favor del centurión y de su criado, es decir, intercedieron por ellos. Y resultado de su misión, Dios sanó al enfermo.

¿Quién sanó al enfermo? ¿Dios Padre?, ¿Dios hijo?, ¿Dios Espíritu Santo? Es una pregunta importante porque otro de los argumentos protestantes en contra de la intercesión es que en la primera carta de San Pablo a Timoteo (2, 1-6) y en la carta a los Hebreos (7, 21-25) habla de Jesús como “único mediador”. Y efectivamente así es, Dios Hijo es el único mediador ante Dios Padre, pero hacía referencia a “la salvación”. Pero valgamos que hiciera referencia a todo. El caso es que en las escrituras María, su madre, intercedió ante Jesús por los recién casados de la boda de Caná. Por tanto, sí existe la mediación ante Dios Hijo. Y la de María es bíblica. El milagro del agua convertida en vino lo realizó Dios, pero quien estuvo atenta a las necesidades de los recién casados fue María y fue ella la que intercedió por ellos.

También el libro de los Hechos de los apóstoles nos relata que ya habiendo partido Jesús a los cielos: “Había allí, sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado. Éste escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él dio un salto y se puso a caminar.” (He 14, 8-10). El milagro no lo hizo Pablo, lo hizo Dios, pero fue Pablo el que intercedió por el tullido. No le solicitó al tullido que él fuera quien le pidiera a Jesús.

Un punto de discusión con los protestantes es el de la capacidad de intercesión por parte de seres queridos que han muerto. El principal argumento católico a favor está ubicado en los libros deuterocanónicos, específicamente en el segundo libro de los macabeos. Estos libros no los aceptan los protestantes por las razones que se han expuesto. Pero si aceptamos que los seres vivos pueden interceder ante Jesús, ¿lo pueden hacer los muertos? ¿Quién está más vivo, nosotros peregrinando en este mundo o los justos que ya contemplan la visión beatífica en el paraíso?

En el cielo no existe el espacio ni el tiempo, por tanto los justos, que los católicos llamamos iglesia triunfante, están en presencia de Dios sin limitación de tiempo y espacio, en un eterno presente. ¿Pueden escuchar nuestras oraciones y hablar a favor nuestro? En el Evangelio de San Marcos nos relatan que en un alto monte “… se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.” (Mc 9, 4) y Santiago 5, 16 nos dice “La oración ferviente del justo tiene mucho poder”.

¿Por qué pedir intercesión y no hablarle directamente a Dios? La delicadeza de conciencia hace que humildemente le solicitemos que hable a favor nuestro ante Dios a alguien a quien consideramos digno. “No soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro

Los católicos consideramos dignos ante Dios a la Virgen María y a los santos así reconocidos por el Magisterio de la Iglesia. Por ello pedimos su intercesión. Ellos no son quienes conceden la gracia, pero la gracia sí llega por su intercesión, porque ellos piden con la seguridad de que la gracia será concedida.

A partir de http://www.apologeticacatolica.org/Santos/Santos06.htm consultada el 8 de febrero de 2015.

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