Un punto que no es comprensible para la mayoría de los que
están por fuera de la Iglesia católica es la “infabilidad” del Papa. De hecho,
tampoco es entendida por muchos católicos. La historia nos demuestra que la
Iglesia católica ha tenido Papas moralmente reprobables e incluso simpatizantes
de gravísimos errores. Pero nunca la Iglesia ha enseñado como tal una herejía,
un error o una inmoralidad. Jesús prometió que el Espíritu Santo velará siempre
por la Iglesia como faro que ilumine a los hombres en su caminar por la tierra.
¿Cómo conjugar dos cosas que parecen opuestas? El punto es
que cualquier miembro de la Iglesia católica puede dar su propia opinión en
cuestiones doctrinales y equivocarse en ellas. Los cardenales pueden dar su
propia opinión y equivocarse. El Papa puede dar su propia opinión y
equivocarse. Una cosa es hablar en nombre propio y otra hablar en nombre de la
Iglesia.
En cada Eucaristía diaria que se celebra en cualquier punto
del planeta, los fieles oran por el Papa. Las múltiples comunidades cuya única
función para con la Iglesia es la oración y adoración a Dios, situadas en
remotos sitios y distribuidas por todo el orbe[1], oran
incesantemente por el Papa. La oración de los miembros de la Iglesia sostiene
al Papa[2]. Y la
misericordia de Dios lo guía.
Una cosa es hablar como fulano de tal, nacido en un contexto
particular y una historia particular y otra es hablar a los fieles de la
Iglesia pertenecientes a todas y cada una de las culturas y tradiciones de la
Tierra cuestiones relacionadas con la doctrina. Las palabras son diferentes, la
responsabilidad es diferente y el efecto es diferente. Por ello debemos
entender que la infabilidad está relacionada con esa responsabilidad y esa
cátedra doctrinal.
Cuando la Iglesia Católica habla de infabilidad habla de que
el Espíritu Santo asiste de manera especial al Papa cuando se cumplen las
siguientes cuatro condiciones simultáneamente:
1) que habla explícitamente como Pastor y Doctor de la Iglesia, y
2) está enseñando a toda la Iglesia universal, y
3) enuncia que hace uso de toda su autoridad, y
4) enuncia que es sentencia última e irrevocable en materia de fe o de costumbres.
En cualquier otro caso que se salga de dichos parámetros, el Papa se puede equivocar como nos equivocamos todos cada día.1) que habla explícitamente como Pastor y Doctor de la Iglesia, y
2) está enseñando a toda la Iglesia universal, y
3) enuncia que hace uso de toda su autoridad, y
4) enuncia que es sentencia última e irrevocable en materia de fe o de costumbres.
Por eso en la oración personal y comunitaria la Iglesia nos invita a orar porque el Señor se digne conservar en la santa religión al Sumo Pontífice y a todos los demás eclesiásticos. Nosotros nada podemos. En Dios todo se puede.
Un ejemplo de texto que cumple las cuatro condiciones es una frase de la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis sobre la ordenación sacerdotal reservada solo a los hombres. En ese texto el Papa Juan Pablo II señala que “con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
[1] La vida monacal fue
suprimida por el protestantismo, de tal modo que estos lugares de contemplación
y oración son exclusivos del catolicismo. Es usual que cada hermana de un
monasterio de clausura “adopte” a uno o más sacerdotes para orar por él y su
ministerio. Como dato curioso, en la iglesia anglicana hay comunidades de vida
monástica y el monasterio de Taizé en Francia lo inició un protestante suizo,
pero con orientación ecuménica en el sentido de que aceptaba diversas
confesiones, pero hoy muchos protestantes lo miran como "muy
católico". María, la hermana de Lázaro, se quedaba a los pies de Jesús en
actitud de contemplación y escucha de su palabra. Esta es la inspiración para
las comunidades contemplativas, si bien la primera real contemplativa fue
María, quien dedicó su vida por entero al servicio de Jesús.
[2] Entre otras opciones, la
meditación del Rosario, realizada diariamente por millones de católicos, contempla
siempre incluir en la súplica de intercesión una oración por el Papa y sus
intenciones para con la Iglesia.
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