martes, 7 de junio de 2016

Los Dogmas de Fe y otros temas de divergencia

Se critica por parte de las iglesias protestantes los Dogmas de Fe, principalmente los que están relacionados con María, madre de Jesús. Se define algo como dogma cuando la totalidad del Pueblo de Dios (fieles, sacerdotes y obispos) cree con firmeza en una verdad esencial de nuestra fe, siempre y cuando el Magisterio de la Iglesia la confirme, iluminado por el Espíritu Santo, como una verdad contundente, coherente y vinculada con las otras verdades de la Revelación.

Martin Lutero, si bien dejó de creer en la Iglesia, siempre siguió siendo ferviente devoto de la Virgen María. Resalto aquí uno de sus pensamientos que atañe al tema. Se trata de un comentario al himno del Magníficat: “Las grandes cosas que Dios ha realizado en María se reducen a ser la Madre de Dios. Con esto le han sido concedidos muchísimos otros bienes, que nadie podrá nunca comprender. De ahí se deriva todo su honor, toda su bienaventuranza y que ella sea en medio de toda la raza humana una persona del todo singular e incomparable. Ella ha tenido con el Padre celeste un niño, y un niño tal… Se comprende todo su honor, cuando se la llama Madre de Dios. Nadie puede decir otra cosa mayor de ella, aunque uno tuviera tantas lenguas como follaje tiene la hierba, como estrellas el cielo o arena las playas. Hay que meditar en el corazón lo que significa ser Madre de Dios”.

Madre de Dios

Una de las frases que nos han mencionado nuestras conocidas protestantes es que María fue madre de la humanidad de Jesús, pero no de la divinidad de Cristo. He aquí la argumentación protestante[1]:

“La Biblia nunca llama a María Madre de Dios porque Dios no tiene madre. Dios siempre ha existido. Dios nunca tuvo madre, o genealogía. Nadie lo engendró. Como alguien bien lo ha dicho, así como la naturaleza humana de Cristo no tuvo padre, así también la naturaleza divina no tuvo madre.

La Biblia, por lo tanto, correctamente llama a María la madre de Jesús: "Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús". (Juan 2,1). En Hechos 1,14 leemos: "Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la Madre de Jesús”.

Nuestro Señor Jesucristo es Dios hecho carne. La virgen María, bienaventurada sobre todas las mujeres, fue escogida por Dios para ser la madre de la naturaleza humana de Cristo. Ella fue madre de su cuerpo físico, pero no pudo ser madre de su deidad. La Biblia dice: "Porque en Él fueron creadas todas las cosas.... todo fue creado por medio de Él y para Él" (Col. 1, 16). Este texto habla de la preexistencia de Cristo, antes de la existencia de María. María concibió a Jesús como un ser humano con todas las características físicas normales. María no concibió la naturaleza divina de Cristo, porque esta naturaleza existía antes de la fundación del mundo.”

Esta concepción ya la había discutido ampliamente la Iglesia: El obispo Nestorio en el siglo V declaraba esto mismo: que María dio a luz a Jesucristo, una persona humana, que a esta persona humana fue unida la persona de la Palabra de Dios (el divino Jesús), que esta unión de dos personas, el Cristo humano y la Palabra divina, era "sublime y única" pero meramente accidental, que la persona divina habitó en la persona humana "como en un templo". Siguiendo su propio razonamiento, Nestorio declaró que el Jesús humano murió en la cruz, no el Jesús divino. Como tal, María no es "Madre de Dios" sino simplemente "madre de Cristo", el Jesús humano. Como resultado de las discusiones con otros obispos como San Cirilo de Alejandría el tema se dirimió en el Concilio de Éfeso en el año 431 declarándola herejía, es decir, una opinión particular o específica sobre un punto de doctrina determinado, y que no hace parte del cuerpo doctrinal de la Iglesia.

Para entender el punto de vista de la Iglesia Católica, debemos partir de la visión que la Iglesia tiene del ser humano.

Jamás debemos ver al ser humano como una parte material y otra espiritual porque nos lleva a otro tipo de errores, como por ejemplo, si la persona divina es diferente a la persona humana, la pasión y muerte de Cristo no tendría un carácter redentor del género humano.[2]. La tradición judía tenía claro que no puede haber cuerpo sin alma ni alma sin cuerpo. Son dos caras de una misma moneda. Por ello el nombre era tan significativo para los judíos, cada nombre, Gabriel, Ana o Ezequiel tiene un significado que no sólo designaba el cuerpo del individuo, sino también definía su ser. Gabriel significa “fuerza de Dios”, Ana significa “benéfica, compasiva, llena de gracia” y Ezequiel significa “Dios es mi fortaleza”. Por ello Jesús renombró a Simón (”el que ha escuchado a Dios”) como Pedro (”roca” en latín). Paulo (“pedido a Dios” o ”prestado a Dios”) pasó a llamarse a sí mismo como Pablo (“pequeño” en latín). De este modo se daba a entender que a partir de aquel momento eran nuevas personas con una nueva misión. Jesús (“salvación”) también se denomina como Emmanuel, es decir, “Dios con nosotros”.

Pablo nos dice que Jesús fue en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. No es que un hombre ordinario hubiera nacido primero de la Virgen, en quién después la Palabra descendió; lo que decimos es que Dios se encarnó, haciéndose el nacimiento en la carne el Suyo. María concibió por el poder del Espíritu Santo y a través de ella a Jesucristo, segunda persona de la Santísima Trinidad, consubstancial con el Padre y Dios verdadero de Dios verdadero, entró en este mundo, tomando forma y alma humana. En Su persona están unidas tanto la naturaleza divina como la naturaleza humana y no se pueden separar.

Jesús nos dice en Juan 14, 9: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Quien ve a Jesús ve a su cuerpo y quien ve a su cuerpo ve a Dios Padre “ ..porque Él y el Padre son uno solo” (Jn 10, 30).

Pero queda la pregunta ¿Las Escrituras llaman a María madre de Dios? Sí. El evangelio según San Lucas nos relata: “Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? (Lc 1, 41 - 43). El evangelista es muy explícito, cuando Isabel queda llena del Espíritu Santo le realiza una pregunta a María llamándola “madre de mi Señor”.

Por estas razones la Iglesia Católica considera adecuado llamar a María Theotokos, es decir, Madre de Dios.





[1] Tomado de http://www.casadeoracioncr.com/tratado/499 el 25 de diciembre de 2014.
[2] No soy quien para profundizar en este tema específico tan fundamental.

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